Hacia el fútbol nunca visto
Ha nacido un tópico. "La temporada irrepetible", dicen constantemente en TV3 cuando quieren referirse a la gran campaña del Barça de las seis copas. Se da así la circunstancia de que en el canal donde más especializados están en repetirlo todo -desde tiempo inmemorial no cambian los rostros y menos aún los pliegues familiares de esos rostros que tanto delatan su arraigado conservadurismo - califican de irrepetible, con melancolía prematura, la campaña del Barça de estos dieciséis últimos meses.
Pero, ¿es deseable repetirla? Creo que nada deseable. Cuando oigo el adjetivo "irrepetible", me acuerdo del credo estético de Bob Dylan. Es una poética que se resume en una sola anécdota. Chris Shaw, uno de sus ingenieros de sonido, cuenta que al final de un concierto se acercó al cantante y, refiriéndose a la interpretación que acababa de hacer de It's allright ma (I'm ony bleeding), quiso saber si alguna vez la había vuelto a tocar como en la versión original. Dylan le miró y le dijo: "Bueno, ya sabes, un disco no es más que el registro de lo que estabas haciendo ese día en particular. Y a nadie le gustaría vivir el mismo día una y otra vez, ¿no?".
"¿De verdad nos gustaría vivir la misma temporada una y otra vez? ¿No es muy aburrido no innovar?"
¿De dónde viene la idea de que habría que repetir la temporada y el número de títulos? ¿Quién inventó en mi país esa extraña afición vernácula a la inmovilidad y a la repetición? Aquellos que han sentido siempre la necesidad de escapar de la maquinaria de lo repetitivo y lo convencional escuchan hoy atónitos el deje melancólico de quienes les repiten, una y otra vez, que la temporada es irrepetible. ¿De verdad que nos gustaría vivir la misma temporada una y otra vez? ¿No es muy aburrido no innovar? ¿No sería más interesante convertir cada nuevo partido del Barça en la versión original del partido perfecto? Por ahí sí que Guardiola tiene un futuro nada negro, sino espléndido. La posibilidad de ofrecer a su público, cada vez que presencien un encuentro del Barça y teniendo en cuenta que el fútbol puede inventarse cada día, el primer partido de su vida, una vuelta a los orígenes del mejor fútbol nunca visto. Es decir, la posibilidad de que suceda algo parecido a aquello que decía el poeta Valente que sentía cuando pisaba las calles de Lisboa y notaba en cada esquina la memoria difusa de haberla ya doblado. ¿Cuándo? No sabía. Pero ya había estado allí antes de haber ido nunca.
Pero para ir hacia el mejor fútbol nunca visto, Guardiola tiene que burlar en los próximos meses la previsible reaparición de las tradicionales y fatales intrigas de lo que es conocido como "el entorno". Las próximas elecciones a la presidencia sitúan al Barça en una encrucijada de las que, una vez más, quienes más perjudicados pueden salir de todo el predecible embrollo son el club y el aficionado. El tópico del "entorno", a diferencia del de "la temporada irrepetible" viene de muy lejos, de mucho antes de que Johann Cruyff le diera ese nombre, y lamentablemente para los barcelonistas obedece a una realidad que en los próximos meses puede volver a un primer plano.
Hasta donde mi memoria alcanza, es Helenio Herrera -con la inestimable colaboración de Gonzalo Suárez- el primero en hablar claramente del insano entorno. En Yo, su divertido y peculiar libro de memorias de no menos peculiar título (Planeta, Barcelona, 1962), diagnostica el mal del Barça, un mal que amenaza con reaparecer en los próximos meses. Al hablar de su llegada al banquillo del Camp Nou en 1957, Herrera comenta que encontró la plantilla de jugadores más extraordinaria que había tenido en su vida y que con ese material no le quedaba otra alternativa que aspirar a todo. Sin embargo, el ambiente de intrigas que rodeaba el club lo contaminaba todo: "Determinadas revistas distraían al público del espectáculo puramente deportivo para envenenarle con propaganda y antipropaganda de unos y otros aspirantes a directivos. La envidia estaba al orden del día. Y me permito delatar este hecho porque es preciso que los barcelonistas no continúen sumidos en un confusionismo del que se aprovechan alternativamente unos y otros, mientras el club y el público tiene siempre las de perder".
Ha pasado más de medio siglo y parece que permanezca intacta esa posibilidad de que la lucha por el poder lo neurotice todo y club y aficionados salgan perdiendo, aunque quizás en esta ocasión el drama no se repita, pues Guardiola parece conocer bien lo que Herrera contaba que aprendió muy pronto, nada más llegar al banquillo del Barça: "Comprendí que sería preciso ponerse algodones en los oídos y anteojeras como las mulas, para no perderse en el laberinto y ver sólo el camino que tenía delante. Decidí preocuparme tan sólo de lo que sucediera en el terreno de juego..." Aún sabiendo lo que tenía que hacer, Herrera terminó mal, terminó estrellándose en "un muro de intereses creados y otras suciedades". Años después, algo parecido le ocurriría a Cruyff cuando Gaspart, como representante de Núñez en la tierra, bajó al vestuario a despedirle. Fue el comienzo del fin de la primera tentativa de cauterizar (y también cauterizar) al Barça. Aquella generación de Pedritos que estaba forjando sabiamente Cruyff -los Celades, Oscar y Roger García, De la Peña, Jordi Cruyff, Velamazán y compañía-, aquel sueño de un Barça catalanizado y de gran futuro quedó quebrado por la infernal escena de las sillas volando en el vestuario, volando por encima de la cabeza de Gaspart, futuro presidente.
El nuevo tópico dice que no hay que interpretar las palabras de Guardiola en las ruedas de prensa, cuando homenajea al directivo Murtra, por ejemplo. El nuevo tópico dice que Guardiola nunca va con indirectas, que lo dice todo claro, sin permitir segundas lecturas. Y hay en ese tópico, como en todas las convenciones, un punto de verdad. Porque Guardiola lo dice todo, en efecto, pero en ese todo hablan también sus silencios. Y lo hacen nítidamente: el entrenador piensa observar cómo se comportan y qué dicen unos y otros durante las elecciones. Y solo al final, si lo ve claro, firmará el contrato que tanto parece preocupar a unos y otros, sin que por ahora en ninguno de ellos se atisbe la más mínima evidencia de que vayan a dar preferencia a los intereses del Barça antes que a los suyos propios. Porque siempre ha sido así: los que un día bajan del palco para que en el vestuario vuelen sillas tienen muchos dedos en la frente pero todos les señalan el camino para aprovecharse del club. En ese contexto habla también por sí solo el consejo de Evarist Murtra a Guardiola: "Piensa qué le conviene al Barcelona y no te equivocarás nunca".
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