La fiesta de los platos rotos
María Quintanal, campeona mundial en la modalidad de 'doble trap', centra las aspiraciones españolas con la escopeta
Viento y trepidar de escopetas italianas. ¡Pum, pum, pum...! Platillos volantes que estallan liberando una nube de polvo naranja fosforito. Sonido de acordeones, de fiesta.
El ruso Alexei Alipov, que en sus ratos de ocio es cazador de osos en los montes Urales, acaba de establecer un nuevo récord olímpico de foso en un día un poco inestable, con platos cada vez más descontrolados, desviados por el viento al salir de las lanzaderas.
Cuando la prueba concluye, Willie de Ville canta Demasiado corazón desde el megáfono. El complejo de tiro de Markopulos, en la cima de una colina desnuda, al este de Atenas, vibra. Se ha convertido en el centro de reunión de una multitud campechana. Italianos, estadounidenses, canadienses, australianos y rusos han presenciado la primera final. Cunde un clima de jolgorio de pueblo entre los plateros.
"Los tiradores de precisión son más ásperos. Liberan menos tensiones. Los del plato son más rurales"
"Gana el que no piensa, el que no suma platos mentalmente, el que controla sus emociones"
La tiradora de plato española, la vizcaína María Quintanal, última campeona del mundo de la modalidad de doble trap se encuentra entre los espectadores. Presenció la final masculina y prepara su propia final de foso, que se disputará hoy al mediodía.
"Me ha encantado la tranquilidad con la que tiró el ruso", observa Quintanal; "es muy suave al mover el arma. Apunta sin apresurarse. Sólo ha fallado un plato de 125. Un récord. ¡Y pensar que me lo había encontrado el día antes en el comedor de la Villa Olímpica y me dijo que se encontraba mal! '¿Y...? ¿Qué tal, hijo?', le pregunté; '¿cómo te has entrenado?'. 'Mal', me contestó. Y mira lo mal que ha terminado yéndole".
En el mundo del tiro deportivo están los pistoleros y los carabineros, especialistas de la precisión, gente fría capaz de quedarse dormida en un árbol; y están los del tiro al plato, que usan escopetas y corresponden a otra categoría espiritual, más revoltosa.
El director técnico de la federación española, Domingo Plaza, lo explicaba así mientras Quintanal disparaba su arma contra platillos volantes naranjas en el entrenamiento de ayer: "Los que hacen tiro con precisión son gente más áspera. Liberan menos tensiones porque permanecen mucho tiempo inmóviles. El perfil de los que tiran al plato es más rural. Los de precisión son más urbanos. Los del plato son más humildes, sin tantos ingresos. Para tener una pistola o una carabina de precisión necesitas un permiso del Ministerio del Interior. Para tener una escopeta, no. La escopeta es el arma del concurso típico de las fiestas de los pueblos. Para montar un campo tan sólo necesitas un vallado perimetral de 200 metros".
La escopeta es un arma popular en España, donde el número de cazadores licenciados ronda el millón y medio. Deportivamente, sin embargo, la especialización es menor.
Quintanal es la más clara aspirante a medalla en el equipo de tiro olímpico que presenta España en Atenas. Tiene 35 años de edad, está casada con Sergio Piñero, es madre de una niña de tres que se llama Arantxa y vive en Las Palmas, donde es propietaria de una empresa que fabrica extintores y artículos relacionados con la seguridad contra los incendios. Su mayor dificultad como competidora es sobreponerse a los nervios.
Ésa es, en el fondo, la lucha que todo tirador entabla consigo mismo y lo que engancha a la gente a practicar un deporte aparentemente monótono.
"Está nerviosa", dice su entrenador, José Luis Pérez Sanz; "y tiene que superarlo porque en este deporte gana el que no piensa, el que no suma platos mentalmente, el que controla sus emociones... Por eso el 90% de los competidores integrados en la élite tiene más de 30 años".
Todo el entrenamiento del tiro está dirigido a equilibrar el cuerpo y conseguir la máxima serenidad. Lo primero consiste en ejercicios correctores, sobre todo de espalda, dirigidos a dar balance a las asimetrías que supone aferrar una escopeta. Lo segundo se consigue con la ayuda de un psicólogo y con ejercicios aeróbicos que aumenten el fondo físico y bajen la frecuencia cardiaca.
"No tiene que subir más de 30 pulsaciones", dice Plaza de Quintanal. A menos pulsaciones por minuto, más precisión.
"Antes de competir me concentro y me visualizo", dice ella; "me imagino los platos saliendo de la máquina, imagino que llevo la culata a la mejilla y acierto. Siempre acierto".
Luego, coge su escopeta Perazzi, de 9.000 euros, con culata artesanal en madera de cerezo adaptada a su pómulo derecho en Brescia; se pone los cascos, las gafas naranjas para mejorar el contraste y enfila su cuerpo pequeño hacia las posiciones.
Hoy se levantará a las seis de la mañana, se tomará una de las bolsitas de Cola-Cao que se trajo de España y el autobús la llevará hacia la prueba. Allí competirá con 17 tiradoras, de las cuales seis irán a la final. Las finalistas, cuando todo termine, habrán disparado a 200 platos con 400 cartuchos, dos por blanco.
Los platos, fabricados con resina y aserrín, llevarán una cápsula de polvo naranja fosforito para que sean más espectaculares televisivamente al ser alcanzados. Para que el juez de el tiro por bueno, el plato "se debe desprender de una parte visible".
Hoy, Quintanal, que se inició en la manipulación de armas a los 12 años, después de ir de caza y de pesca con su padre por La Rioja, a la trucha, a las perdices y a las liebres, se enfrentará a su primer gran reto en Atenas. El segundo, la final de doble trap, la espera el próximo miércoles.
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