Un empate para casi nada
El Racing aplaza el pasaporte europeo y el Athletic empieza a olvidarse de la Intertoto
Marcelino, no se sabe si por definición técnica o por afán de minar al contrario, suele definir al Athletic como un equipo previsible y peligroso en las jugadas de estrategia. Esta semana abundó en lo segundo, pero, por si acaso, decretó un marcaje al hombre a Susaeta y se lo encargó a su defensa más veterano, el capitán Pinillos. Susaeta es algo así como la versión rejuvenecida del mejor Munitis con unos centímetros más (no tantos como reflejan las fichas oficiales, siempre falseadas), pero con menos músculo en las piernas y bastantes menos años. Susaeta le creó un catálogo de problemas a Pinillos y por ahí construyó el Athletic su mejor fútbol, sus mejores ocasiones, su mayor autoridad en el partido. En la otra punta, Munitis, infatigable, se las tenía con Amorebieta, el chico que le rompió la muñeca de un balonazo en el partido de ida, por lo que luce aún un amplio vendaje de recuerdo.
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Al Racing se le nota cansado, con un cierto estado de ansiedad a medida que peligra su pretensión europea. Así, dos tipos duros como Javi Martínez y Gurpegui se imponían a otros dos tipos no menos duros como Colsa y Duscher. Desde ahí construía el Athletic el partido deseado para llevarlo a las piernas de Susaeta u ocasionalmente a las de Del Horno, que, por el otro costado, mandaba los centros apropiados para sembrar de dudas el área del Racing. Las dudas alcanzaron a Toño, que se tragó un saque de esquina a punto de ser cazado por Gurpegui y metió un puño poco ortodoxo para repeler otro centro de Garmendia. El Racing llegaba poco, con cuidado, como dando sensación de equipo intimidado. Más aún cuando el árbitro decidió que su acta arbitral iba a ser larga. Hasta cinco tarjetas mostró al Racing en el primer tiempo de un partido sin una patada, sin una mano, sin un desplante. No era fácil jugar para el Racing. Primero, no le dejaba el Athletic. Después, le asustaba el colegiado. Entre ambas cuestiones, se perdió en la niebla. El Athletic le quitó el balón. El árbitro le quebró el ánimo.
Tanto músculo y tanta tensión acabaron ahorrando ocasiones a los porteros. Ganó unos metros el Racing y metió un poco de miedo con Tchité cuando suplió a Smolarek. El delantero congoleño se ha convertido en el invitado más inoportuno del Athletic. Su presencia le descompone y, en su primera carrera, obligó a Armando a despejar de cabeza tras el despiste de Ustaritz. Después se desinfló, como el partido, como el Racing, como el Athletic. Apenas arreones, mucho ímpetu, llegadas por corazón, algún detallito más de Susaeta (del que siempre se acordará Pinillos), balones a la olla, más tarjetas, más tarjetas y más tarjetas. Y el árbitro que dice que hasta el rabo todo es toro y acaba amonestando también a Yeste tras el pitido final. Y el Mallorca que doblega al Barça y le deja Europa un poco más complicada al Racing. Y el Athletic que empieza a olvidarse de la Intertoto. Total, que tanto correr, tanto luchar, sólo sirvió para graduar a Susaeta y fraguar un empate insípido para tanto gladiador.
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