Un duende inesperado
La entrada de Llorente cambia por completo la cara de España y Villa da la puntilla a Portugal.- En cuartos de final espera Paraguay
Al equipo del toque y su pelotón de bajitos houdinis le catapultó a los cuartos de final el chico más alto de la fila. Esas cosas tiene este juego, refractario al pensamiento único. Tras una hora de partido indigesto, mal jugado por las dos partes, Llorente, que no parecía tener cita en este Mundial, provocó una mutación extraordinaria, como si su entrada al campo hubiera resultado mesiánica para el resto. Donde solo había habido barbecho, ya crecía la hierba. Con Llorente como duende florecieron el mejor Xavi, el mejor Iniesta, el mejor Sergio Ramos... Y, cómo no, Villa, puntual como pocos ante el gol, una mina, más bien un yacimiento entero. Su cuarto tanto en Sudáfrica llevó al equipo de Del Bosque a la próxima ronda, donde le espera Paraguay. Un éxito para una selección que comenzó torturada por un derrape imprevisto. Un triunfo muy particular para el seleccionador, tan cuestionado por algunas alineaciones y por una supuesta traición del pretérito espíritu de Viena. Él apostó por Llorente contra pronóstico. Él volvió a subrayar que en España hay más de un camino hacia el Olimpo, sin renuncias, pero con un muestrario aperturista.
ESPAÑA 1 -PORTUGAL 0
España: Iker Casillas; Sergio Ramos, Puyol, Piqué, Capdevila; Busquets, Xabi Alonso (Marchena, m.93+), Xavi, Iniesta, Villa (Pedro, m.88); y Fernando Torres (Llorente, m.58).
Portugal: Eduardo; Ricardo Costa, Carvalho, Bruno Alves, Fabio Coentrao; Pepe (Pedro Mendes, m.72), Tiago, Raúl Meireles; Simao (Liedson, m.72), Cristiano Ronaldo y Hugo Almeida (Danny, m.58).
Goles: 1-0, m.63: Villa.
Árbitro: Héctor Baldassi (ARG). Expulsó por roja directa a Ricardo Costa en el minuto 89 por un codazo a Capdevila. Amonestó a Xabi Alonso (74) por España, y a Tiago (80) por Portugal.
Incidencias: encuentro de octavos de final del Mundial de Sudáfrica 2010, disputado en el Green Point Stadium de Ciudad del Cabo, ante la presencia de 62.955 espectadores.
Hasta la marcha triunfal de Llorente, a España le duró diez minutos la pujanza inicial, donde, cosida la pelota, con Xavi al frente, finalizó tres jugadas clonadas, dos remates de Villa y otro de Torres, todos con la banda izquierda como punto de partida. Un espejismo. El equipo quedó hecho cenizas, perdió el hilo, falto de frescura, sin la puesta a punto de futbolistas tan decisivos como Torres, fuera de foco. Arrítmica España, plomiza como nunca en el Mundial, y recia Portugal, corsaria en defensa y a la espera de una rendija por la que zaherir al grupo de Del Bosque, el choque resultó ulceroso, soportable por lo emotivo que supone una eliminatoria en el campeonato de mayor pedigrí. El partido marchitó muy pronto, con dos equipos anudados, con demasiada intemperancia.
El duelo era un brindis al sol por ambas partes, con dos selecciones nada chisposas. El juego era pedregoso, mucho fogueo, todo vacuo. No había noticias de Cristiano Ronaldo, que va por su cuenta, irritado en su debate consigo mismo. Tampoco dejaba migas a su paso Torres, tieso, sin turbo; y menos aún Iniesta, ingrávido, con el compás desajustado y esponjoso hasta la jugada del gol. Hasta entonces, no daba con el pase, ni siquiera el más sencillo. Nadie era capaz de mitigar el tostón. La pelota estaba hecha un lío, dislocada, sin ataduras. Solo alguna indecisión de Iker Casillas alivió algo el sopor. Primero a un remate desde el balcón del área de Tiago, al que dejaron flotar. Al portero español el balón se le escurrió en dirección al gol, donde llegaba Hugo Almeida. Casillas se arregló con un puñetazo a la pelota. Tras una falta lanzada por CR desde la Conchinchina, palmeó el balón de mala manera, como si el Jabulani incubara un virus.
Sin ángel en el medio campo, la línea de distinción, Torres en rebajas y Villa sin cuerda, el equipo se sostuvo por los centrales y Busquets, atento y decisivo ante cada salida portuguesa. Y especialmente eficaz como interruptor de Cristiano Ronaldo. Todo le resultaba una pesadez a España. Hasta que Del Bosque tomó una decisión sorprendente. No por el exilio de Torres a la hora de juego, sino por su relevo, Fernando Llorente, del que no había pistas en todo el Mundial. Cabía esperarse a que diera carrete a Cesc, Navas o Silva, no a un debutante en un encuentro con tanto hueso. Pero la jugada salió redonda. Así es el fútbol, tantas veces inescrutable. Por algún embrujamiento la entrada de Llorente, un buen futbolista, prendió la mecha. El jugador del Athletic agitó un ataque anestesiado con Torres. Sin demora, cabeceó en plancha un centro preciso de Sergio Ramos, al que respondió Eduardo, el guardameta luso. Sin pausa, Villa enganchó un disparo, la pelota hizo un arco y casi peina el poste izquierdo de la meta portuguesa. De repente, una aparición: Llorente. Su presencia tuvo un contagio extraordinario, para su equipo y el adversario. Donde Torres buscaba el espacio, muy abierto en la mayoría de las jugadas, este mocetón acunado en Lezama se incrustó entre los centrales como una estalactita. Podría deducirse que su presencia condicionaría el juego español, como si su entrada fuera un mensaje para explotar la veta aérea. No fue así. Cabría suponerse que con un boya más inmóvil que El Niño, Carvalho y Bruno Alves, los zagueros centrales de Queiroz, se abanicarían mejor; siempre han parecido más sencillos los arietes de cercanías. No fue así. Alrededor de Llorente pasó todo lo que no había sucedido. Por el carril derecho irrumpió el mejor Sergio Ramos, por la izquierda, Villa espabiló y por el eje a Iniesta y a Xavi se les encendió la lámpara. España ya era otra.
En plena efervescencia Llorente, España fue la más auténtica. Por fin, una jugada de ajedrez, sutil, delicada. Iniesta se citó con Llorente en la media luna, que le descargó la pelota. El manchego se iluminó con Xavi, que dejó correr la pelota con la espuela. Y llegó Villa, que descorchó el partido. Siempre Villa al rescate, un potosí. Para el efecto Llorente no tuvo respuesta Portugal, con Cristiano dimitido desde el calentamiento. Los Mundiales son su cruz, no hay forma de que deje recuerdos. Fracasó en 2006 y prolongó su espantada en Sudáfrica.
Del arreón final de los portugueses se encargaron los defensas españoles, gigantes hasta el final, con Puyol de pretoriano, Piqué con la guadaña a punto y Capdevila jugándose un tobillo ante un zurriagazo de Danny y luego encajando un crochet de Ricardo Costa, expulsado. Con Llorente como ilusionista, España tiene una cita con Paraguay en cuartos de final. Del Bosque tenía variantes. Siempre las tuvo. El fútbol tiene más de una dirección.
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