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Vuelta de los cuartos de final de la Liga de Campeones
Crónica
Texto informativo con interpretación

Vergüenza en San Siro

Una lluvia de bengalas lanzada por los seguidores radicales del Inter obliga a la suspensión del partido en el minuto 72

José Sámano
Aspecto general del estadio de San Siro en plena tormenta incendiaria
Aspecto general del estadio de San Siro en plena tormenta incendiariaAgencia Efe

El fútbol mostró anoche en Milán su cara más bochornosa. En San Siro, cuna de dos históricas instituciones, el Inter y el Milan, exhibió su lado enfermizo. Con toda la impunidad del mundo, cuando restaban veinte minutos, desde el fondo de la hinchada más radical del Inter -actuaba como local- comenzó a caer sobre el césped una granizada, primero de botellas y luego de bengalas. Una incesante lluvia que se prolongó más de diez minutos. Una de ellas impactó sobre el hombro derecho de Dida, el portero del Milan, al que se le agujereó la camiseta por la quemadura. Un cuarto de hora después de que los ultras cargaran con las bengalas se anunció por la megafonía que el partido quedaba suspendido. Un par de minutos más tarde hubo rectificación y se anunció que los equipos se retiraban a los vestuarios por orden de la policía, pero que el encuentro no se daba por cerrado. Se dijo que se reanudaría en diez minutos. Jamás, en ningún momento, el locutor del estadio pidió calma.

INTER 0 - MILAN 1

Inter: Toldo; J. Zanetti, Córdoba, Materazzi, Favalli; Van der Meyde, C. Zanetti (Mihajlovic, m. 46), Verón, Cambiasso, Kily González (Cruz, m. 46); y Adriano (Martins, m. 50).

Milan: Dida (Abbiati, m. 71); Cafú, Stam, Nesta, Maldini; Ambrosini, Pirlo, Kaká, Seedorf; Shevchenko y Crespo (Rui Costa, m. 68).

Gol: 0-1. M. 30. Shevchenko dispara fuerte y ajustado al palo derecho desde fuera del área.

Árbitro: Markus Merk, alemán. Amonestó a Kily, Ambrosini, Córdoba, Nesta y Cambiasso.

82.734 espectadores en el estadio de San Siro. El partido fue suspendido en el minuto 72 por el lanzamiento de bengalas al campo.

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Mientras una docena de bomberos apagaban el regadío de bengalas en el área de Dida, el fondo desde el que se originaron los incidentes seguía tan repleto como al principio. Los seguidores continuaban con su insultante vocerío contra la afición milanista, que replicaba con insultos e irónicas pancartas: "Cuando Galliani [el calvo presidente del Milan] se haga la permanente, el Inter será victorioso". No se vieron agentes por las gradas de los radicales.

Finalmente, los equipos regresaron casi media hora después. No lo hizo Dida, al que relevó Abbiati. El fútbol es tan estúpido en ocasiones que nadie reparó en que los equipos cambiaran de portería. Así que cuando Abbiati se dirigía al rincón de los horrores intervino el locutor: "Si vuelven a caer objetos, se suspenderá el partido de forma definitiva". Dicho y hecho. Como nadie había desalojado el fondo y los radicales aún tenían un buen arsenal, volaron más bengalas. Partido suspendido. Cuesta creer que, después de tantas barbaries, aún hoy en día se puedan introducir en un estadio semejante cantidad de bengalas y botellas. En San Siro fallaron todos los controles. Y en Italia no es novedad. El calcio hace tiempo que es un polvorín. El pasado domingo, tras un Lazio-Livorno en un Olímpico de Roma masivamente decorado con esvásticas, la policía arrestó a 248 personas. Este mismo curso, el Roma ha tenido que jugar la Champions a puerta cerrada. En 2001, desde la misma grada de San Siro, fue arrojada una moto en un partido Inter-Atalanta.

La guerra de las bengalas se desató cuando el árbitro, Markus Merk, anuló un gol de cabeza a Cambiasso al entender que había empujado a un defensa milanista. El argentino se encaró con él en el área de Dida y en ese momento comenzó la tormenta que originó la clausura del partido, de un simple partido de fútbol.

Antes del bochornoso final, el Inter le había durado media hora al Milan. Lo que tardó Shevchenko en bajar la persiana a la eliminatoria. Nada de nada habían hecho unos y otros hasta la aparición del ucraniano, salvo poner todas las guindillas posibles al juego. Crispación -un cabezazo de Shevchenko a Materazzi-, aspavientos y muchísimas faltas: 24 en el primer tiempo. El equipo interista no da para más. Bien vacunado, el Milan tiró de capote y esperó su momento sin alardes.

Ni siquiera el día que le tocaba remontar un 2-0 juntó un par de delanteros el Inter. Mancini dejó en el banquillo a Vieri, Cruz y Martins. Envidó con Adriano, que llevaba un mes sin jugar y terminó en la enfermería, y le escoltó con Verón, un ex reputado trescuartista que vive en tinieblas. Ésa fue toda la carga del Inter, que tiene serios problemas por mucho que el eco de algunos de sus futbolistas aún resulte popular. Es un equipo mal remendado al que de nada le sirve su frenético mercadeo de cada verano. Un dato elocuente: el Milan le ha despedido de Europa con tres ex interistas en plenitud: Pirlo, Seedorf y Crespo. Donde el Milan tiene a Pirlo, por ejemplo, el Inter expone a Cristiano Zanetti: el día y la noche. Si el Milan se defiende con el ágil y solvente Nesta, el Inter lo hace con Materazzi, una estaca.

Gramo a gramo, el Milan está muchos cuerpos por delante. Y la hinchada interista está harta, como reveló con sus insultos constantes a Mancini y alguno que otro contra Giacinto Facchetti, el presidente a las órdenes del propietario, Mássimo Moratti. Su desasosiego lo acabó pagando contra Dida, el árbitro y todo lo que se le puso por delante. En definitiva, contra el propio espectáculo del fútbol, maravilloso tantas veces y aborrecible otras muchas. Anoche fue una de ellas, para sonrojo de los supuestos veladores de este deporte.

Y en especial, para Italia, donde los indeseables resultan intocables. Sólo así se comprende una batería de bengalas semejante a la de anoche, artilugios que en estadios como Delle Alpi, por ejemplo, son tan comunes que hasta riegan la pista de atletismo que rodea al campo para que el fuego se sofoque mejor. Es tal la inconsciencia que, cuando se suspendió el partido, Manzini y Córdoba aún le hicieron reproches al árbitro por su decisión tomada. Un disparate más en una noche de infamia en San Siro. Una vergüenza.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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