Vargas lo es todo
Estrella mediática, lanzador de las jugadas a balón parado y catapulta del equipo, el '6' representa como pocos a Perú
En la prórroga, ya con la rival Colombia a la desesperada porque perdía y al partido le quedaba un suspiro, recibió un pase de Guerrero, su gran aliado, la pisó con la zurda para perfilarse hacia su lado bueno y soltó un zapatazo por la escuadra. Puro estilo de Juan Manuel Vargas (Lima, Perú; 1983), que empezó su carrera como lateral pero que ha acabado como interior por su alma ofensiva, que tiene en la zurda un cañón -"mi pierna derecha es un cero", señala con resignación-, y que le sobra puntería y tino en los lanzamientos a balón parado, único ejecutor de Perú. Es, además, en su condición de estrella peruana y baluarte del Fiorentina, italiano, la imagen más recurrente de los patrocinadores y el icono mediático para Samsung y Umbro, que empapelan las calles de Lima con sus fotografías. Su importancia quedó clara antes del torneo. "Lo esperaré hasta el final, es muy importante que venga con nosotros", advirtió Sergio Markarián, consciente de que una lesión muscular en los gemelos pusiera en duda su participación para la Copa América, consciente de que Farfán y Pizarro no podían ir. Vargas llegó a tiempo y le ha dado la razón al técnico; a cuentagotas al inicio e indispensable al final, el jugador arma la ofensiva de la nada, de un equipo que prefiere abrigarse atrás porque el recurso de ataque pasa casi exclusivamente por el contragolpe.
Pero alcanzar este estatus no le resultó fácil. No hace tanto que se paseaba por las calles de su barrio, Diego Ferré 430, al grito de: "¡Tío, tío, le cuido su carro!". Se sacaba unas monedas para ayudar a su familia, a sus padres Leandro y Carmen, y a su abuela Alejandra, ya fallecida, que siempre le cuidó y por la que tiene especial devoción. Por eso, cuando marca un gol, se besa el anillo que le regaló -"En los momentos de dificultad, mantén el equilibrio", se puede leer serigrafiado-y levanta los brazos y la cabeza hacia el cielo. Pero en las horas de descanso, Vargas siempre se acercaba a la cancha del complejo Aldo Chamochumbi, en el barrio Magdalena, donde jugaban sus amigos. Amigos, claro, mientras no le ganaran, porque de lo contrario enfurecía de lo lindo. Por algo le apodaron con cariño en esa época El Loco. Y de no perseguir la pelota, Vargas se acercaba al mar de la Costa Verde, donde conoció y se enamoró perdidamente de Blanca Rodríguez, esposa y madre de sus tres hijos, hasta el punto de que ambos se tatuaron unas alas en el nuca como símbolo de su amor. "Es mi ángel", repite el futbolista.
También se le apareció un ángel cuando, de juvenil, jugaba en el Universitario de Deportes, cuando los jugadores profesionales decidieron hacer huelga y no salir al campo como medida de protesta ante los sucesivos impagos. Las botas se las calzó Vargas, que soltó un zapatazo desde 30 metros para marcar un golazo, para hacerse un nombre que ya nunca se borraría para los aficionados peruanos. Su fútbol, de lateral ofensivo con una zurda tan potente como exquisita, pronto despuntó en esa Liga, por lo que en 2005, se marchó al Colón, argentino, donde se especializó en el lanzamiento de faltas. Se le recuerda especialmente ese disparo sobre Abbondanzieri, portero del Boca, cuando el partido cerraba el telón. De nuevo, le sobraba talento en una competición castigada por la crisis, por lo que se marchó a Inglaterra a firmar por el Portsmouth. Pero un desajuste económico a última hora detuvo el fichaje y Pietro Lo Mónaco, avispado director deportivo del Catania, lo incorporó al calcio.
Con un año le alcanzó para demostrar, una vez más, su valía. Pretendido por grandes clubes de Europa, Vargas acabó en el Fiorentina por 12 millones de euros. Y nadie le discutió que sería el 6, como en Perú, ni que lanzaría las faltas. Su jerarquía, incluso, se demostró el día que, ebrio y a las seis de la mañana, estampo su Porsche Cayenne de vuelta a casa. "Quizá venía a verme, pero era un poco temprano para mí, todavía estaba durmiendo", bromeó el técnico Sinisa Mihajlovic, sabedor de que el accidente fue en su calle. Días después, sin embargo, aclaró su parecer: "Me gusta Vargas; tiene agallas y mentalidad ganadora. Me ha impresionado". Algo similar ocurrió frente a Colombia hace cuatro días.
Amante de los caballos y con el ya retirado Maldini como ejemplo, este zurdo cerrado -aunque diestro de mano-, esconde en la potencia de su tren inferior un truco: es un enamorado de las artes marciales, pues de niño practicó el taekwondo y, ya en Colón, el K-1, deporte de combate que mezcla el muay-thai, karate, taekwondo, kickboxing y boxeo. De momento, las cosas le van bien a Vargas en la Copa América y, por extensión, a Perú. Pero seguro que cuando acabe el torneo y disfrute de unos días, se acerca al complejo de Chamochumbi para jugar, como suele, una de esas pichanguitas con sus amigos. Pero ya no se enfurruña cuando pierde y menos se enfadan con él, la estrella peruana, el lanzador de faltas, la catapulta del equipo, la imagen del país...
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