Todo vale para Landis
Comienza en California, ante un tribunal arbitral, la vista pública del dopaje del ganador del Tour de 2006
En teoría, no debería haber dudas ni problemas. Si un laboratorio antidopaje encuentra una sustancia prohibida en su orina o su sangre, el deportista en cuestión es culpable de dopaje, sufre una suspensión de dos años y pierde aquello que ganase -si ha ganado algo- dopado. Así de sencillo. La práctica es otra historia, evidentemente. Casi diez meses después de que el laboratorio de París encontrara restos de testosterona sintética en su orina, el ciclista estadounidense Floyd Landis, ganador del Tour de 2006, aún no ha sido sancionado ni desposeído de su título. Ni siquiera ha sido juzgado.
La vista, pública por primera vez en la historia y por voluntad del acusado, ante un tribunal arbitral formado por tres jueces comenzó ayer en Malibú, junto a las playas doradas del sur de California. Está previsto que dure diez días, en los que intervendrán, para aburrimiento del respetable, una docena de testigos por cada parte: expertos, científicos y directores de laboratorio que discutirán sobre las sutilezas que acompañan las espectrometrías de masas, las cromatografías de gases, los isótopos radiactivos, el carbono 13 y otras apasionantes temáticas del mundo de los análisis y los laboratorios. Pero, dado como han transcurrido los últimos diez meses; dada la estrategia agresiva de Landis, convertido en un símbolo del antisistema, de los nuevos tiempos de la blogosfera y de la wikidefensa -aprovechamiento integral de todas las oportunidades ofrecidas por la nueva generación de Internet-, el juicio, más que aclarar un asunto en teoría clarísimo, oscurecerá aún más la verdad de un asunto en la práctica complicado. Será algo así, dicen al otro lado del Atlántico, como un nuevo caso JFK, el asesinato de Kennedy: siempre habrá una explicación alternativa, otra verdad diferente, a la que oficialmente se adopte.
El ciclista estadounidense ha abusado de las estratagemas para retrasar lo inevitable
Landis se ha gastado, eso afirma, más de un millón de euros en una defensa de alto standing con la que, dice, no sólo quiere poner en duda los análisis que le condujeron a la acusación, sino todo el sistema mundial de la lucha antidopaje. Para ello ha contratado especialistas en relaciones públicas y un abogado llamado Howard Jacobs, un eslabón más del sistema que denuncia, el letrado de las estrellas cazadas en controles o en asuntos de dopaje: Tyler Hamilton, Tim Montgomery, Marion Jones... Entre todos han conjuntado una defensa de diseño puro basada en un solo eje: dado que Landis es inocente, que nunca ha consumido testosterona, el análisis no es sino una muestra de las malas artes, las malas prácticas, la torpeza, del laboratorio de París.
Con aire ingenuo, niño bueno del que no se puede dudar, Landis ha bombardeado la web con gigabytes de datos ininteligibles; se ha operado de la cadera; ha desarrollado campañas para recaudar fondos para su defensa en variados condados de ambas costas de Estados Unidos, casi como si de una campaña electoral se tratara; ha abusado de estratagemas dilatorias para retrasar lo inevitable, y, su última maniobra, casualmente una semana antes de la audiencia ante el tribunal arbitral, ha introducido sibilinamente el nombre de Lance Armstrong en la ecuación. "Ya en agosto pasado la gente de la USADA [la agencia antidopaje de Estados Unidos, que solicita para él dos años de suspensión y que actuará como acusación en la vista] me ofreció una reducción extraordinaria del castigo si daba pruebas contra Armstrong", dijo Landis, que corrió entre 2002 y 2004 con su compatriota en el US Postal como su lugarteniente en tres Tours; "pero yo ni quise pensarlo. Me pareció escandaloso".
Travis Tygart, de la USADA, adujo que, desgraciadamente, su agencia, y también el laboratorio francés, tenía prohibido responder a las acusaciones de los deportistas, pero que, si Landis les daba permiso para hablar, demostrarían que todo lo que dice son tonterías. Este voto de silencio ató, en cierta manera, a la acusación, pero tanto el laboratorio como la USADA han sabido hacer llegar su mensaje sin romperlo. El laboratorio encargó a dos organismos independientes sendas auditorías que mostraron que sus métodos y sus técnicas son irreprochables; la USADA, logró que los árbitros autorizaran análisis complementarios de isótopo radiactivo a siete muestras más de Landis en el Tour de 2006 y resultaron positivas.
La decisión que rindan, en un plazo de dos meses, los tres árbitros, tres veteranos de colmillo retorcido -dos abogados canadienses, Patrice Brunet, el neutral, y Richard McLaren, el elegido por la USADA, quien participó en el tribunal que sancionó al esquiador Johann Muehlegg, y uno estadounidense, el ex luchador olímpico Christopher Campbell, por parte de Landis- será recurrible en Lausana ante el Tribunal Arbitral del Deporte. Si resultase condenatoria para Landis, y dada la acumulación de pruebas sería lo más probable, dejaría en el aire, aparte del final de una duda, una pregunta: ¿qué castigo tendría el egoísmo del corredor menonita que ha dejado varios meses privado de su victoria en el Tour a Óscar Pereiro, el segundo clasificado?
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