Silencio, se corre
Diez años después del 'caso Festina', el problema del dopaje es secundario para la carrera
Como la asamblea de majaras de Kortatu, que se reunía y decidía que mañana haría sol y buen tiempo, y quizás con el mismo éxito, así la gente del Tour y de otras carreras, como el Giro o la Vuelta, se ha reunido y ha decidido que el dopaje se ha acabado, que el asunto que más les ha preocupado en los últimos diez años, desde que la policía invadió el Tour persiguiendo a los festinas y otros malvados, ya dejaba de ser prioritario. Más aún: inexistente, o, si no, condenado al silencio.
Así, estos días tranquilos de Bretaña en vísperas del comienzo de la grande boucle, que otros años estarían dedicados al miedo, la denuncia, la polémica y el descubrimiento de casos escabrosos, mezclados con nociones rápidas sobre el hematocrito, el espesamiento de la sangre y el efecto de la testosterona exógena sobre el rendimiento en carreras de resistencia, transcurren más bien apacibles y suaves, sin un mal titular que llevarse a la boca. Y ni siquiera el habitual redoble de tambor del presidente de la Unión Ciclista Internacional (UCI), Pat McQuaid, el mismo que el año pasado, al alimón con el Tour, ocupó el escenario las semanas previas con la famosa carta ética que obligaron a firmar a los ciclistas, ha tenido eco este julio. Chitón. Silencio. Prohibido hablar de dopaje.
No habrá la tradicional visita médica de los corredores ni listas de aptos y no aptos
Especial: Tour de Francia 2008 |
Hace un mes, el 5 de junio, McQuaid, cuya UCI está en guerra con los grandes organizadores, algunos de los cuales, como el Tour, han decidido organizar su carrera sin la tutela de la internacional, escribió su habitual carta amenazadora a los corredores. Y, como en otras ocasiones, les alertaba de que con el Tour lo llevarían peor en asuntos de dopaje, que tendrían que darles también su dirección para los controles de fuera de competición y que podrían expulsarlos de su carrera cuando quisieran. Formaba parte del guión, claro, de la agenda de unos acontecimientos que los del Tour pensaban que continuaría impepinablemente con la segunda fase, aquella en la que la UCI, dueña de los datos del pasaporte biológico -el algoritmo con los números de los controles de sangre de los ciclistas a lo largo del año-, filtraría convenientemente, para hacer daño, los nombres de aquellos corredores con valores "dudosos". Sólo para escandalizar, claro, como el año pasado, cuando dejaron que le estallara al Tour el caso Rasmussen, cuando ya en junio se sabía de sus problemas.
Sin embargo, esta segunda fase no se ha producido. Quizás haya detenido a la UCI el aviso lanzado desde la Unión Europea de Radiodifusión (UER), poseedora de los derechos de la carrera fuera de Francia, que advirtió hace unas semanas a la federación internacional de que todo lo que tuviera que decir lo dijera entonces o que, si no, callara para siempre. Además, los organizadores del Tour han tomado otras medidas para que se hable sólo lo mínimamente imprescindible, o sea, nada, de estos temas que tanto espantan a sus anunciantes y patrocinadores. Así, este año no se celebrará la tradicional visita médica de todos los corredores, aquel show que sólo servía para saber quién era el más alto y quién el más delgado, aparte de proporcionar a los fotógrafos la oportunidad de pillar a Indurain o Armstrong o Hinault desnudos de torso para arriba mientras un médico les aplicaba el fonendo al pecho o les despegaba las pegatinas del electro. "Es que la gente se confundía", explicó Christian Prudhomme, director del Tour. "Se pensaba que la visita médica tenía algo que ver con los controles de dopaje y era un jaleo". Y por si fuera poco, tampoco este año habrá listas de corredores aptos y no aptos para salir, dado que la agencia francesa antidopaje, la encargada de los controles, no tienen potestad para hacérselos a los extranjeros. Una oportunidad menos para un titular lucido o para un escándalo sacado de contexto.
En respuesta a esta noción tan mercadotécnica de que el ciclismo se está limpiando, de que los corredores ya sufren de verdad subiendo los puertos, y así lo demuestran sus caras, y demás, algunos patrocinadores han mirado al ciclismo y firmas como las norteamericanas Garmin y Columbia debutarán este Tour, que mañana comienza, como sponsors del Slipstream y el High Road, dos equipos que no portaban publicidad.
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