Seúl 88: los 100 metros más rápidos y... más sucios
Carl Lewis se enfrenta ahora a una carrera contra su desprestigio
La carrera más rápida de la historia del atletismo es conocida ya como la más sucia. Cinco de los ocho finalistas de los 100 metros en los Juegos Olímpicos de Seúl, en 1988, Ben Johnson (9,79 segundos), Carl Lewis (9,92), Linford Christie, Dennis Mitchell y Desai Williams, han sido marcados por el dopaje. El último caso, el más sonado: la denuncia por parte de Wade Exum, el doctor que dirigió casi un decenio la oficina antidoping del polémico Comité de Estados Unidos, de que Lewis y otros 113 atletas con positivos fueron encubiertos. Lewis, que presumía de inmaculado, lleva a sus 41 años una vida errante como proyecto de actor de la serie B. El que se definía como "el mejor atleta de todos los tiempos", heredero del mítico Jesse Owens, incluso fue arrestado el pasado lunes en una autopista de Los Ángeles tras empotrarse contra un muro con su Maserati: demasiada velocidad para lo bebido. Sus amigos tratan de disculparle aduciendo su depresión tras las acusaciones de Exum.
A sus 41 años, el ganador de nueve medallas olímpicas lleva una vida errante
En realidad, tras su retirada, en 1997,Lewis lleva unos cuantos años cuesta abajo pese a su devoción religiosa al gurú indio Sri Chinmoy y a la congregación de los Testigos de Cristo. Entonces dijo que no quería convertirse en el típico comentarista que vive de su gloria. En pleno apogeo, ya había probado a grabar un disco olvidable disco, The feeling that I feel. Pero, tras colgar las zapatillas, ha sufrido frustrados saltos al mundo de la actuación. Tomó unas clases y comunicó que estaba dispuesto a interpretar el otro lado de su humanidad bondadosa. Quería ser malo y duro. En 1997 debutó en la comedia Sucia lavandería. Más tarde, salió en unas escenas de El cazador de aliens como un oficial de la fuerza aérea y en Atomic Twister como guarda jurado.
Nada hacía presagiar nada bueno del paso de Lewis a las pantallas. Pero su prestigio deportivo estaba intacto aunque nunca llegase a ser un héroe sideral como Magic Johnson o Michael Jordan, lo que ansiaba. Ahora, por añadidura, puede derivar en un fenómeno de otra especie, como Michael Jackson. Y todo, por las revelaciones por despecho de Exum, que perdió hace unas semanas su juicio por discriminación racial contra su comité nacional, y a las propias reacciones, nada contundentes, de ese organismo y de los deportistas implicados. Así se ha corroborado lo que pensaba gran parte de la élite mundial desde hace lustros: el deporte estadounidense no ha jugado limpio. Las culpas parecen estar muy repartidas.
Cuando perdió el proceso, Exum suministró a la prestigiosa revista Sports Illustrated y al diario The Orange County Register 30.000 páginas con los documentos que, según él, prueban cómo el comité dio todo tipo de oportunidades a 114 deportistas entre 1988 y 2000 para alertarles y obviar sus positivos a fin de que ganaran 19 medallas olímpicas para el país. En el foco están también la tenista de ascendencia española Mary Joe Fernández; ocho futbolistas, entre ellos Alexi Lalas, y once esquidadores.
Por supuesto, Lewis eclipsa a los demás sospechosos. En principio, por sus trofeos: ganó nueve medallas olímpicas de oro en sus años de reinado indiscutible. Después, y aún más, por su carisma, que intentó cultivar a la altura de los grandes mitos y que nunca acabó de calar bien en el público seguramente por exceso de soberbia.
La mayoría de los señalados ha optado por guardar silencio sobre una denuncia no muy aireada en los medios de comunicación norteamericanos y sostienen que lo mejor es el olvido. Los menos alegan que no eran conscientes de la maldad de lo que tomaban. El comité sólo dice que las resentidas afirmaciones de Exum no tienen fundamento.
Con todo, el futuro de Lewis ya sí que será diferente. Al apolíneo atleta le gustaba definirse como poseído por un don divino. Un poder que utilizó en la pista para humillar a sus rivales con su elegante velocidad y sus ingrávidos saltos de longitud y fuera de ella para perseguirles con sus invectivas contra los estimulantes. Así que a Mister Limpio, el promotor de la tolerancia cero, muchos le tenían ganas desde antes de aquel verano del 88, cuando en las reuniones preparatorias de los Juegos dio tres veces positivo por sustancias prohibidas, con efedrina, entre las más comunes de los estimulantes.
La defensa de Lewis es pobre. Mantiene que sólo tomó una famosa hierba oriental, Ma Huang, recetada contra el resfriado. Y también, que la situación "ha cambiado mucho". En su autobiografía, Dentro de la pista, reveló en 1990 cómo se le revolvieron las tripas tras la descalificación de Johnson: "No pude dejar de pensar en esos ojos amarillos. Ese bastardo lo había hecho otra vez". En otro capítulo también arremetió contra Florence Griffith Joyner, que no figura en la lista negra de Exum, que ha hecho estragos.
Lewis ha anunciado acciones judiciales. Pero también Johnson. Éste, contra su hipocresía y para reivindicar sus méritos. Porque muchos pueden acabar creyendo la memorable frase de su entrenador, Charlie Francis: "Si alguien está limpio, será un perdedor".
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