Señores, Tom Watson
El norteamericano de 60 años, el golfista más viejo del Masters, se coloca cinco bajo par y entre los primeros líderes a la espera de la entrada en acción de Tiger Woods
Ya no hay caddies como los de antes en Augusta, gente como Pappy Stokes, Willie Peterson, Iron Man Avery, aquellos caddies negros que se criaron en lo que ahora es un campo inmaculado cuando entonces sólo había pradera y río, tipos que vieron levantarse Augusta, crecer los árboles, que conocían los secretos del campo como la palma de su mano, que susurraron al oído de Nicklaus, Palmer y Hogan los conjuros para vestirse de verde. Cuántos triunfos pasaron por los ojos de estos sacrificados desconocidos...
Ya hace mucho, desde 1983, que Augusta dejó de asignar sus caddies a los golfistas. Ahora que cada cual se las arregle ahí fuera, ya no hay magos para descifrar el campo, leer caídas ni vientos. Acababa de salir el sol cuando Nicklaus y Palmer dieron el pistoletazo de salida y se resguardaron del viento para ver a los chicos por televisión. Y lo que vieron no fue a un jovencito en apuros, sino a un veterano de guerra demostrando galones. Sí señores, Tom Watson, nada menos que 60 años, el abuelo del torneo -y Manassero, mientras, debutando con 16-, en una jornada de genio: cinco golpes bajo el par (67), su mejor ronda en 20 años.
Serenísimo, pasito a pasito, cinco 'birdies', 67 golpes. Watson ya no se pone nervioso
Quién no recuerda ahora el pasado Open Británico, cuando Watson rozó la historia con mayúsculas, a punto de ganar en Turnberry un grande a los 59. Se le escapó por un putt ante Stewart Cink, y ni la llamada luego del gran Nicklaus secó sus lágrimas. Pero ha pasado el lamento -este julio jugará en Saint Andrews y espera una invitación para el US Open- y Watson sigue como una rosa, recogiendo una colección de aplausos en cada hoyo, serenísimo en el juego, cinco birdies pasito a pasito. A Watson nadie debe decirle cómo jugar en Augusta, por mucho que las distancias sean kilométricas para un sexagenario. "Pero aquí la experiencia cuenta mucho", explicó el doble ganador de la chaqueta verde (1977 y 1981). Watson no tiene un caddie como los de antes, pero sí a su hijo llevándole la bolsa de palos. "Papá, demuéstrame que todavía puedes jugar en este campo", le pidió. "Y eso fue gran parte de mi éxito", contó Watson, "quería demostrárselo".
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