El Racing desangra al Barca
El equipo azulgrana es ridiculizado por el antepenúltimo del campeonato
El Barcelona se ha desplomado. Puede que ayer diera un portazo a un ciclo maravilloso cuyo rastro ya sólo existe en las enciclopedias. Y en la memoria colectiva, pero no en el césped. El equipo ha frimado su certificado de defunción y sus señas de identidad son las propias del infierno deportivo. En cuatro días, dos colistas de la Liga le han goleado. Uno -el Atlético- en su propio salón y el otro -el Racing- en una plaza donde sólo había ganado dos partidos. Su imagen es aún peor que los resultados que cosecha. Es un equipo convulsionado, histérico, agotado.Los azulgrana ya no dejan siquiera un resquicio a la esperanza, a una renovación sosegada. Ya no importa la pinta del rival. Lo mismo da que esté arriba, sea un histórico o viva en el pozo. El Madr id y el Racing. Todos le complican la vida y nunca ofrece una respuesta coherente. Su juego se ha vuelto estrepitoso, deshilvanado y lleno de goteras. Nadie marca la diferencia.En Santander, el Barcelona jugó atormentado. Preso de un confuso laberinto táctico, vivió un enredo permanente. Ausentes Koeman, Sergi y Nadal -el pelotón defensivo-, Cruyff dibujó un jeroglífico en la retaguardia y en el medio campo. Ferrer, en una posición muy centrada, se agarró al cuello de Radchenko, el único punta local. Por delante, José Mar¡ esposó a Popov y Guardiola lo intentó con Setién. Eusebio y Hagi ocuparon los pasillos, en ataque y en defensa. En medio de esta selva hostil para un puñado de futbolistas más acostumbrados a otro guión, nadie estuvo cómodo. Con los azulgrana preocupados por memorizar la lección, el partido discurrió como había soñado el Racing: poco ritmo de balón, un duelo más físico que sutil y espacios, aire y oxígeno para Radchenko. Una quimera para los cántabros.
Con el Racing en la trinchera, los azulgrana no consiguieron mover el balón en las zonas calientes del campo. El rival le consentía sobar la pelota en la nevera, entre los centrales. Sin tacto, en medio del laberinto se multiplicaron las imprecisiones. Tres pases eran suficientes para que el cuero acabara a pies del Racing.
El choque sólo dio la impresión de inclinarse del lado catalán en la última franja del primer tiempo. Para entonces, sólo Bakero, Ferrer y Guardiola cónservaban su posición inicial. Todas las líneas habían sufrido trueques. Hagi se situó entre Guardiola y Bakero, y Eusebio en el carril izquierdo. Todo tenía más sentido, se imponía la lógica y el Barça sumaba sus mejores ocasiones. Korneiev, Stoiclikov y Bakero pudieron marcar; pero lo hizo el Racing, al filo del descanso. De nuevo un despiste en un momento inoportuno, uno de los muchos pecados capitales que apunta este año el equipo. Con el gol de Torre, el Barça se marchó a la ducha con un cardenal. Un anticipo de la soberana paliza que aún le esperaba.En el segundo periodo. fue aplastado por un equipo repleto de ilusión, empachado de delirio. Estuvo el Barcelona siempre contra las cuerdas. No tuvo respiro. El Racing -un conjunto muy aseado en su juego- le abofeteó por todos lados. Le resultó un juego de niños robarle el balón. Con la pelota apresada, siempre imprimió velocidad, a su juego. Así encontró agujeros por todo el perímetro que rodeaba a Busquets. En medio del éxtasis local, el Barça perdió todo el aceite. Las líneas se abrieron como un terremoto y- la confusión inicial acabó en tragedia. El partido jamás estuvo de su lado. Con Hagi en su mundo y Stoichkov a la gresca con sus compañeros, los rivales, el trío arbitral, los aficionados de tribuna y los del fondo norte, nadie fue capaz de marcar la diferencia. Guardiola, lejos de ser el faro de otras veces, sólo aportó cemento. Los acontecimientos también superaron al Barça, que terminó con nueve jugadores. Fue una - partida cruel para un colectivo que ya vivía al filo de la navaja , que y ayer acabó desangrado.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.