Pasaporte al limbo
La última arma de la lucha contra el dopaje, que se ensaya con los ciclistas, no es precisa
Lo mejor del Predictor, falsos negativos aparte, es que no engaña. Cuando señala embarazo es que hay embarazo. No un poco, no un mucho. No un 60% de posibilidad de embarazo, no un 80%, un 100%. Lo mejor del pasaporte del deportista, decían sus promotores, es que iba a ser, si no como el Predictor, casi: si tras los pertinentes cálculos matemáticos y la aplicación del teorema de Bayes, el chivato se encendía es que había un 99,9% de posibilidades (margen de error de uno entre mil) de que el dueño de la sangre analizada se hubiera dopado, con lo que se podría proceder directamente a empurarlo. El problema es que, dicen los científicos, la realidad no será así. El pasaporte del deportista, la última novedad en el arsenal antidopaje que se ha puesto en marcha, como proyecto piloto esta temporada en el ciclismo, no señalará negro sobre blanco el recurso al dopaje sanguíneo -microdosis de EPO y autotransfusiones de sangre, dos métodos aún indetectables en los controles normales-, sino que contendrá una amplia gama de grises. ¿Qué pasará cuando el análisis de la curva de la evolución de la hemoglobina, de los reticulocitos y de otros parámetros hematológicos dé como resultado que la sangre tiene un 60%, un 70% de posibilidades de haber sido manipulada?
¿Qué pasa si sólo hay un 60% de posibilidades de que se haya manipulado la sangre?
"En ese caso, corresponde a los juristas decidir", explicó en Lausana Alain Garnier, director científico de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), uno de los entes que conjuntamente con la Unión Ciclista Internacional (UCI) y el ministerio francés de Deportes, organiza la puesta en marcha del pasaporte, un proceso para el que cada equipo ciclista del ProTour debe aportar 300.000 euros y que debería permitir que el Tour de Francia tuviera, en julio, la participación más limpia de su historia. "Seguramente no se podría utilizar para sancionar ese porcentaje, ni siquiera para promulgar un parón sanitario de 15 días, pero unido a otros indicadores sí que podría señalar la existencia de dopaje", añadió Garnier. O, como teme el mánager de un equipo ProTour acostumbrado a llamadas confidenciales desde la UCI alertándole de la posibilidad de que alguno de sus corredores se esté pasando con la EPO, para formar un club de sospechosos, una lista negra que pudiera servir a los especialistas antidopaje de la federación internacional tanto para organizar los controles dirigidos como para amedrentar a los equipos. "Y en los tiempos que vienen, con la guerra entre la UCI y los grandes organizadores, dos bandos que se pegan por contar con el apoyo de los equipos, es una posibilidad real", señala un dirigente de un equipo. Precisamente esa guerra, y el hecho de que sea la UCI, y no el Tour, quien controle los datos de los corredores, podría poner en peligro la aplicación del pasaporte en el próximo Tour. "Aunque no debería haber problemas", precisó Garnier. "El pasaporte es un seguimiento a lo largo del año, y en cualquier momento se puede dar el alto a un corredor, no necesariamente en el Tour".
Aunque la tarea emprendida parece de dimensiones mastodónticas -oficialmente se controlará a entre 600 y 900 corredores y harán falta al menos seis análisis, tres en competición y tres fuera de competición, para dar validez a unos resultados que un grupo independiente, y desconocido, evaluará.
Garnier informó de que los expertos piensan que con dos análisis ya se puede discernir si un deportista manipula su sangre o, incluso, si la ha manipulado últimamente y ha dejado de hacerlo por miedo a los controles. "De todas formas", dice el médico de un equipo ProTour, "sólo media docena de nuestros corredores se han sometido ya a un solo control, y en competición. Los demás, ni eso". Aunque las extracciones de sangre se pueden efectuar en cualquier lugar siempre que se usen métodos estándar, los análisis sólo se podrán llevar a cabo en algunos laboratorios que posean la maquinaria precisa, normalmente un analizador Sysmex, y hayan solicitado su inscripción. El de Lausana, en Suiza, es uno, el que originó el proyecto, y el de Madrid otro, pero ni Garnier ni David Howman, secretario general de la AMA, quisieron precisar qué laboratorios participan ni a cuántos corredores se ha controlado ya.
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