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Crónica:ALMERÍA 1 - ATHLETIC 3
Crónica
Texto informativo con interpretación

Orbaiz dona y recauda

El centrocampista del Athletic regala un gol y logra otro fantástico ante un Almería aturdido

El miedo es libre. Tan libre como que el Almería, de colista, estaba vacío y el Athletic, como aspirante europeo, veía el precipicio de sus visitas como invitado. Por eso el Amería se tiró con todo, con los grandes (Ulloa) y los pequeños (Cruxat y Piatti), y el Athletic se protegió con tres mediocentros para frenar el ímpetu del necesitado. Pero una cosa es la pizarra y otra el terreno de juego.Una cosa es la realidad y otra el deseo. En eso el partido fue juguetón. Tanto fue así que Orbaiz, el más técnico del trivote, el más avezado, acompañando a dos toros bravos como Javi Matínez y Gurpegui, cometió un error infantil con un pase atrás, de esos que se hacen de memoria, con el leve desliz de que el balón cayó a los pies de Piatti, un tipo vivaracho, explosivo y educado, al parecer, porque recibió el regalo como una bendición y llevó a la red el balón con una agilidad propia de su condición.

ALMERÍA 1 - ATHLETIC 3

Almería: Diego Alves; Míchel, Carlos García (Corona, m. 83), Marcelo Silva, Luna; M'Bami, Bernardello; J. M. Ortiz (Uche, m. 58), Piatti, Crusat (J. Ortiz, m. 65); y Ulloa. No utilizados: Esteban; Vargas, Juanito y Goitom.

Athletic: Iraizoz; Iraola, San José, Ekiza, Castillo; Gurpegui, Javi Martínez (Iturraspe, m. 46), Orbaiz; Muniain (Amorebieta. m. 87); Toquero y Llorente (De Marcos, m. 81). No utilizados: Raúl; Gabilondo, David López y De Cerio.

Goles: 1-0. M. 5. Piatti. 1-1. M. 28. Muniain. 1-2. M. 54. Toquero. 1-3. M. 61. Orbaiz.

Árbitro: Mateu Lahoz. Amonestó a Javi Martínez y Luna.

Unos 20.000 espectadores en el estadio Juegos Mediterráneos.

Toquero se maneja entre lo que hace y lo que no deja hacer. Es más de lo que parece

Se suponía que eso cambiaba todos los planes del Athletic, basados en la resistencia inicial, con mucho físico en el centro del campo, para contenar a un rival muy herido en el afán de rematarlo después, cuando se agotara, cuando dudase, cuando se intimidara. Pero el gol de Piatti cambiaba la personalidad del partido, las tácticas, incluso la psicología. Cinco minutos le habían bastado para tumbar la pared rojiblanca sin que apenas el equipo de Caparrós hubiera entrado en el encuentro.

Pero hay goles que animan y hay goles que relajan. Suele decir Caparrós que lo importante para el Athletic es una buena defensa porque ocasiones, juegue donde juegue, siempre las va a tener. Que si a balón parado, que si en su multitud de centros al área, que si Llorente... Y fue Muniain el que aprovechó un rechace para rematar con rabia y sin miedo a la red cuando el Athletic era un poco caricaturesco, más teatral que documental, sin hilvanar el fútbol, tan solo visceral, enfadado si acaso.

El gol de Muniain no solo revitalizó al Atheltic, adormecido, sino que adormeció al Almería, que no contaba con eso, quizás pensado en lo conformista que era el equipo de Caparrós como invitado a los domicilios ajenos. El gol de Muniain le mató, le quitó el aliento. Piatti ya no corría, de Cruxat no había noticias y Bernardello trasegaba, pero sin saber muy bien cuál era su destino.

Y el Athletic crecía y crecía poquito a poco. Empezaba por Toquero, esa especie de mosquito que acaba picando a todo el equipo rival desde que el portero tiene el balón en las manos. Tiene esa virtud: se maneja entre lo que hace y lo que no deja hacer. Y de la primera versión se sacó el segundo gol tras un quiebro de cintura en el área para rematar con la izquierda. Toquero muchas veces es más de lo que parece que es.

El Almería murió en esa jugada por más que Oltra metiera más dinamita en el equipo. Su problema es que ya no sabía cómo usarla. Y llegó Orbaiz y marcó un gol fantástico, desde 50 metros. Era el triunfo definitivo y la redención por su inicial error. A veces, el fútbol tiene compasión de los jugadores. Aunque lo paguen otros.

Orbaiz trata de controlar el balón pese a la entrada de Crusat.
Orbaiz trata de controlar el balón pese a la entrada de Crusat.CARLOS BARBA (EFE)

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