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CLICK-CLACK | TOUR 2010 | Primera etapa
Columna
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Montones humanos

Cuando yo era joven, hace ya unos años, meterse en un sprint en una carrera de esta entidad no era tan fácil como coger tu bici y hacerlo. Es decir, que no valía con estar en el Tour con un dorsal y tener la valentía y la fuerza suficiente para intentarlo. No; antes debías pasar un ritual de iniciación para ser aceptado. Tenías, primero, que demostrar respeto por los que ahí estaban para que ellos te respetasen a ti. Por supuesto que había gente que no lo hacía y se metían por ahí a las bravas, pero a estos no se les aceptaba y, por consiguiente, nunca lograban el respeto del resto.

Yo recuerdo una etapa en el Tour de 2002 que ganó Freire. Creo que la primera que ganó en esta carrera. Yo le pasaba para adelante y me ponía a la par del telecom que comandaba el grupo para Zabel. En un momento dado, tuve una lucha de codos bastante fuerte con Wesseman, uno de los lanzadores del alemán, para mantener mi posición. No me acobardé y, vista la violencia de sus embestidas, respondí con un codazo traicionero en mitad del costillar.

Llegamos a la meta, Freire ganó y yo fui quinto o sexto, no recuerdo. El caso es que el hotel estaba nada más cruzarla y fuimos en bici tras terminarla y en el ascensor coincidí con varios corredores del Telecom, entre ellos Wesseman. Se me acercó, me dio la mano para felicitarme por el triunfo de mi compañero y me preguntó si fui yo el que lanzó en última instancia a Freire. Sí, le dije, mientras pensaba "ya está liada, a ver cómo termina esto". Pero terminó de manera sorprendente. Me dio la mano aún con más fuerza y me dijo: "Buen trabajo. Enhorabuena a ti también". Y desde ese día nunca más tuve el más mínimo problema ni con Zabel ni con ninguno de sus lanzadores. Yo esto aún lo interpreto como el día que superé la prueba.

Pero esto ya no existe. Es parte del pasado como tantas otras cosas. Cada vez hay menos respeto entre unos y otros -a veces incluso ninguno- y pasa lo que tiene que pasar, nada más. Y esto no es una percepción mía, sino que Freire y otros tantos que conozco coinciden conmigo en esta opinión.

Lo triste de todo esto, y lo que peor cuerpo me deja, es que ahora la atención ya no está en disfrutar de la preparación del sprint, de las tácticas, de la colocación, de la habilidad... No; ahora el espectáculo está en las caídas, en quién cae, cómo lo hace y si es capaz o no de levantarse por sí mismo. Y en ver si anda por ahí metido alguno de los favoritos...

Caídas en la primera semana del Tour siempre ha habido y las seguirá habiendo. Y es normal que las haya. Pero lo que yo quiero decir es que sprint sea sinónimo de caída o montonera gigantesca -ahí con redundancia- es precisamente lo que más me fastidia.

La curva de ayer era aguda y difícil, lo sé, pero estaba perfectamente señalada en el libro de ruta y todos sabían que era la gran dificultad de la llegada. Y ahí fue Cavendish quién provocó la caída queriendo tomarla por el interior a una velocidad excesiva. En la segunda y la tercera caída, el británico ya no ha tenido nada que ver. Incluso la última ha parecido involuntaria. Pero qué triste que el espectáculo del día quede resumido en las imágenes de esos montones humanos.

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