Mano de santo
A falta de pie y cabeza para poner la pelota en la red, al Barça le alcanzó ayer con las manos de Piqué y Valdés para ganar un partido que masticó y decantó con autoridad, tal y como demandaba la jornada y se exigía el líder. La derrota del Madrid en el Bernabéu alimentó la voracidad del Barça. Los azulgrana nunca especularon con el resultado ni con la ventaja en la clasificación a falta de ocho jornadas, sino que jugaron como si anoche se cerrara la Liga. El triunfo fue tan merecido y meritorio como sorprendente por la forma en que se produjo: a balón parado y después de la intervención de Busquets y Piqué. El día auguraba muchos problemas para los centrales azulgrana en su área y, al final, resultó que ambos fueron decisivos en la del Villarreal.
Aunque le aguardaba un reto mayúsculo en un campo de máxima exigencia, la respuesta del Barça fue categórica, por más que llegara en una acción antirreglamentaria. Ni la calidad del rival ni el virus FIFA ni las bajas limitaron a los azulgrana, siempre reconocibles, incluso sin Xavi en la cancha. Ayer, si acaso, el Barça fue un equipo con más personalidad que nunca porque no precisó de Xavi ni de Puyol y le bastó con media parte de Messi. El líder fue anoche Thiago, un jugador que exagera las virtudes y los defectos del propio Barcelona: excelso en la conducción y el toque, a veces excesivamente retórico, poco concreto, siempre artístico. La productividad de la cantera del Barça es imparable, sobre todo en la categoría de centrocampistas.
Los azulgrana siempre han dominado los partidos desde la divisoria y cuando han perdido o cedido puntos ha sido por sus concesiones en las dos áreas. La ausencia de Puyol y Abidal han dejado la zaga sin un central rápido, capaz de corregir a Piqué, a Busquets y, por extensión, a Alves, vulnerable por su costado. Al rescate acudió ayer Valdés, excelente ante los artilleros del Villarreal, equipo excelente en el robo de la pelota y la selección de sus contraataques al espacio, vertiginosos y directos. Necesitados de un zaguero que acompañe a Busquets, los azulgrana también echaron en falta un ariete porque Villa está fuera de foco, sin explosividad, más decisivo cuando juega al lado de un nueve. Ya lleva seis jornadas seguidas sin marcar.
Así las cosas, el remate y el gol se han convertido en un asunto muy complicado para el Barcelona, necesitado también de Messi, seco por cuarto partido, parado el cuentakilómetros en 45. La salida a la cancha de La Pulga, sin embargo, resultó capital para la suerte del encuentro porque aceleró el juego y permitió que Iniesta recuperara su puesto de volante. Mejoró la mecánica de juego, se activó el fútbol por dentro, se contaron más llegadas y se percibió el gol mucho antes de la mano de Piqué. Valdés, mientras tanto, continuó dominando su área y al Barcelona le valió con un tanto para rematar la Liga. Atento y competitivo, hasta le dio tiempo para que les sacaran las tarjetas a Valdés y Busquets, que descansarán el domingo y podrán jugar en Madrid.
Un gesto de pícaros, reprobable si se quiere, y más en un equipo asedo como el Barcelona. Ocurre que una cosa es ser noble y la otra tonto. Falto de malicia en el campo, al equipo azulgrana no le faltó puñetería para jugar con el reglamento y se permitió el lujo de actuar con sus fichajes de la temporada y dos niños del filial, uno de nombre Thiago, el mejor guiño para un entrenador y un presidente que han pasado una mala semana.
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