Ganó el serio, cayó el alegre
Un Sevilla muy fiable conquista el título ante un Atlético ilusionado pero sin aire
El equipo más fiable, y puede que también más experto y aburrido, ganó una final de Copa que comenzó de manera muy divertida y acabó como el rosario de la aurora por un calentón muy repetido en situaciones extremas: Capel se cayó ante la entrada de Perea, que anticipó fuerte y bien, y se armó la de Dios es Cristo. Hubo más que zarandeos, salieron los suplentes del Sevilla y hasta pareció que Agüero agarraba a más de uno por el pescuezo. El árbitro solucionó el altercado con el correspondiente fuera de banda y ahí se acabo el lío y se desbravó el Atlético, falto de aire, que no de ilusión y de fútbol. La jugada subrayó, en cualquier caso, la intensidad y emoción que siempre ha tenido la Copa, también cuando el cartel es inédito.
Atlético 0 - Sevilla 2
Atlético: De Gea; Ujfalusi, Perea, Domínguez, Antonio López; Reyes, Assunção (Raúl García, m. 59), Tiago, Simão (Jurado, m. 59); Forlán y Agüero. No utilizados: Joel; Valera, Juanito, Camacho y Salvio.
Sevilla: Palop; Konko, Squillacci, Escudé, Luna; Navas, Zokora, Renato (Lolo, m. 92), Capel (Perotti, m. 87); Kanouté y Negredo (Romaric, m. 67). No utilizados: Varas; Navarro, Stankevicius y Rodri.
Goles: 0-1. M. 4. Capel recoge un rechace al borde del área y bate desde la frontal a De Gea con un gran disparo. 0-2. M. 90. Navas se va por velocidad de Domínguez, regatea a De Gea en el área y marca.
Árbitro: Mejuto González. Amonestó a Renato, Luna, Squillacci, Ujfalusi y Kanouté.
Camp Nou: 98.772 espectadores.
La trayectoria avalaba al Sevilla y suyo fue el trofeo, después de su victoria en el Camp Nou, el mismo escenario en el que edificó su triunfo final después de ganar en octavos al campeón Barcelona. Aquella noche marcó Capel, un chico que pasó por la Masia, y ayer volvió a resolver el extremo andaluz, protagonista para lo bueno y para lo malo. Al Atlético de nada le sirvió ser más jovial y juguetón, más futbolero. No pudo repetir el doblete soñado de los noventa. Le dio mil vueltas al partido y no encontró la portería frente a un rival que asumió la condición de favorito otorgada por su presidente hasta las últimas consecuencias. Aguantó el Sevilla en el campo y en el fondo norte, siempre en situación de inferioridad numérica, dispuesto a batirse como el campeón que siempre ha sido en los últimos años.
Ningún torneo provoca la movilización social de la Copa, ni hay competición que depare liturgias tan insopechadas, como muy bien se apreció ayer en el Camp Nou. El estadio del Barça, habitualmente sereno y tranquilo, más mágico que intimidador, expresión del barcelonismo y del catalanismo, apareció ruidoso y muy colorido, lúdico y festivo, salpicado de banderas españolas, pintado de rojo y blanco. Rugía la afición del Atlético, mayoritaria, y cantaba la del Sevilla, muy flamenca, tocada con el sombrero andaluz puesto de moda por su presidente, mientras en el palco que habitualmente preside Joan Laporta, declarado independentista, se escuchaba el himno de España, que sonó corto y rápido. El príncipe Felipe, aficionado del Atlético que ya estuvo en la final de la Liga Europa de Hamburgo, presidía la final por ausencia del Rey Juan Carlos, convaleciente de su intervención.
Los futbolistas se contagiaron del ambiente vertiginoso de los aficionados. La final tuvo un tono optimista, nada especulador ni angustioso, como pasa tantas veces, seguramente porque los dos equipos se sentían más aliviados que nunca después de cumplir sus objetivos: el Sevilla alcanzó la Champions en el tiempo añadido del último partido jugado en Almería y el Atlético ganó la Liga Europa la semana pasada. Así que se imponía un encuentro dinámico, de ida y vuelta, terreno abonado para las dos delanteras, por encima de las defensas. No habían pasado ni cuatro minutos y ya se habían contado tres ocasiones y un gol: Navas tiró, el balón dio en Domínguez y el rechace lo engatillo Capel con la zurda desde el balcón del área. También Ujfalusi tuvo el gol cantado por el Atlético y no atinó porque su triple remate solo encontró a zagueros del Sevilla.
Aunque le faltó continuidad en el juego, el Atlético siempre estuvo en el partido por su capacidad para protagonizar jugadas episódicas: dos muy interesantes, además de la de Ujfalusi, antes de llegar al descanso. Agüero se arrancaba de vez en cuando y no supo colar la pelota con la portería franca y Forlán, que seleccionaba sus esfuerzos, exigió en un remate muy difícil a Palop. Al Sevilla le redimieron entonces sus dos centrales, muy aplicados, y finalmente Palop, fallón en los centros laterales y, en cambio, solvente bajo palos. Las llegadas del Atlético fueron más cuantiosas que las del Sevilla, que solo pudo aumentar su renta en un remate de Squilaci después de un rechace con el culo de Perea.
El descanso no alteró el paisaje del partido. Volvió a la carga el Atlético y aguardó el Sevilla, un equipo que ha perdido energía y, sin embargo, mantiene un buen oficio competitivo, es más experimentado en partidos de la envergadura del que se jugaba anoche en el Camp Nou. A veces, sin embargo, el currículo no sirve cuando se enfrenta a rivales con el entusiasmo del Atlético, muy generoso, menos clarividente. Le faltó un punto de lucidez para rematar un partido que se trabajó con los titulares y con los suplentes. Los cambios de Quique Sánchez Flores permitieron a los rojiblancos mantener sus expectativas de éxito mientras que el Sevilla se encomendó a la contra y a la estrategia. El indultado Negredo dispuso precisamente de la pelota que podía cerrar la final, un mano a mano con De Gea, y perdió la ocasión porque remató mal y le aguantó muy bien el portero.
El encuentro y, por extensión la final, había quedado a merced sobre todo del creativo Jurado al tiempo que el Sevilla se encomendaba a Romaric. Atacaba el Atlético y se defendía el Sevilla, a favor de marcador, experto y menos irregular que el Atlético, confiados los rojiblancos hasta el final en un gesto de sus artistas. Agüero y Forlan no comparecieron y Navas, un canterano como Capel, sentenció en el último minuto después de una pérdida de pelota de Perea. El Atlético había sido demasiado ingenuo frente a un rival muy puesto y fiero, más selectivo y certero, acostumbrado a marcar al incio y al final de sus partidos más difíciles, da igual que sea en la Liga que en la final de la Copa. La alegría con la que la hinchada sevillista celebró el triunfo al ritmo del "Arrebato" y la entrega de la afición rojiblanca hacia sus futbolistas fue el mejor epílogo para una final estupenda. La Copa conquistó también al Camp Nou.
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