Eibar: un pueblo robado al monte
Los chavales de este singular pueblo guipuzcoano cuando juegan al fútbol lo tienen que hacer cuesta arriba o cuesta abajo ya que es realmente díficil encontrar una superficie llana en su empinada orografía. De hecho su campo de fútbol, Ipurua, que tiene las dimensiones mínimas legales, se lo inventaron los eibarreses rellenando de escombros las laderas de un monte.
Eibar está situado en el límite de Guipúzcoa lindando con Vizcaya. Tanto es así que sus moradores eran acusados de vizcaínos probablemente por sus simpatías con el Athlétic de Bilbao donde jugaban la mayoría de los futbolistas que destacaban en este pueblo. Con humor se defendían de la acusación aduciendo que de Bilbao les llegaba el hierro para su industria y de San Sebastián, en cambio, les llegaban los inspectores de Hacienda.
Enclavado en el fondo de un desfiladero allí no cabe un pueblo pero la habitan casi 40.000 personas. Allí no cabe un polígono industrial pero hay cientos de industrias que empezaron fabricando pistolas y escopetas y hoy hacen todo tipo de objetos con la más alta precisión. Todo esto fue posible porque el terreno que no tenían se lo robaron al monte y la ciudad fue creciendo hacia las alturas.
Por eso resulta insólito que de esta tierra tan accidentada hayan surgido tantos y tan buenos futbolistas. Ciriaco, Roberto Echevarría y Muguerza, tres legendarios de la casi prehistoria futbolística llegaron a jugar juntos en la selección nacional. Tres jugadores del mismo pueblo en una selección nacional. Tres jugadores que además tuvieron que aprender el oficio jugando cuesta arriba o cuesta abajo. Muchos más futbolistas salieron después: Gárate, Urtiaga, Albéniz, Gabilondo... Y hasta el mismísimo Pizo Gómez.
El Eibar, con poco más de mil espectadores habituales, milita en Segunda División A. Muchas veces al borde del descenso y alguna vez también al borde del ascenso, los eibarreses discuten sobre cuál de las dos circunstancias entraña más peligro. Por eso prefieren mantenerse donde están y lo van consiguiendo hasta el punto de que hoy es el equipo más antiguo de la categoría de plata.
Ciertamente, el Eibar hoy tiene todas las de ganar. Ganan los futbolistas que tendrán una inmejorable plataforma de promoción. Ganan los espectadores que disfrutarán de un espectáculo excepcional y gana sobre todo la tesorería del club con una taquilla abultada no prevista. El partido no obstante entraña sus riesgos para el Eibar porque corre el riesgo de ganar en Ipurua a lo que seguiría el riesgo añadido de ganar después la eliminatoria en el Bernabéu. No hay vida sin riesgo.
Iñaki Arriola, alcalde laico de este laico pueblo, tan vinculado empero a la devoción de su santuario de Arrate no va a poner ninguna vela a la Virgen para ganar este partido. Este alcalde socialista del pueblo más socialista de España, un pueblo genial que, en otro tiempo, osó proclamar la república un día antes que Madrid, se limitará como el resto de los eibarreses a encencer un Farias y fumarlo tranquilamente durante el encuentro. Creen que, en todo caso, quien tiene que poner la vela debe ser Florentino Pérez pues su equipo es quien se juega algo en este envite. Para ellos la suerte ya está echada.
Pedro Mari Baglietto, eibarrés, es autor del libro Un grito de paz.
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