Doce veces 'grande'
Billie Jean King, leyenda del tenis, analiza la victoria de su pupila Serena Williams
Justine Henin llora. No es ella la víctima de la violación, la que ha decidido dejar la metralleta a un lado para buscar a su familia, la que impone el toque de queda a la diez de la noche. Sin embargo, llora. Al otro lado del mundo se juega el Abierto de Australia de 2009, en el que Serena Williams gana paseándose. Ella está en África. En Congo. Visita a víctimas de violaciones y niños soldados que esperan reunirse con sus familiares en un campo de refugiados en el que malviven 28.000 personas. El tenis queda lejos. Vendrá luego otro viaje, a Camboya, también como embajadora de Unicef. Y más tarde, el regreso al tenis. Y todo eso, Congo, Camboya y Australia, converge ayer en Melbourne, con 35 grados de calor, en la final del primer torneo grande del año. Suenan gritos de "¡vamos Juju!". Retumban los jadeos de Serena. La belga se procura 16 bolas de break y, aun así, pierde por 4-6, 6-3 y 2-6 ante la estadounidense, 12 veces coronada en el Grand Slam, poderosa, única en su talento, sus éxitos y su sobrepeso.
"Siento que las dos estábamos intentando probar algo y que lo probamos", dijo la número uno, que jugó con el muslo derecho, una muñeca, varios dedos de un pie y el gemelo izquierdo vendados. Ésta es su historia y la del partido según se la cuenta a este diario Billie Jean King, su amiga ("mi mentora", la definió ayer) y ganadora también de 12 grandes.
- Dos tenistas terroríficas. "Ha sido un gran partido", dice King detrás de sus gafas de cristales malva; "durante cinco juegos [los tres últimos de la segunda manga y los dos primeros de la tercera, con 15 puntos seguidos], Henin estuvo increíble, pero creo que está un poco oxidada, que todavía no ha jugado los suficientes partidos [tras su retorno a las pistas]. Las dos son grandes atletas, terribles, muy divertidas para el público porque corren de manera increíble y apuestan por sus tiros. El juego de ahora es mucho mejor que el de 1959, cuando yo debuté. Aquél parece malísimo en comparación. Ellas están más organizadas: tienen más tiempo, un entrenador, dinero..."
- Un plan de juego inigualable. "Serena", resume King, "tiene un saque tan tremendo que no puedes ni devolverlo". Disparó ayer 12 aces, alguno a 198 kilómetros por hora, una velocidad propia del circuito masculino, y demostró que conoce cada rincón del juego. En vez de segundos saques, por ejemplo, Henin, de 1,67 metros de estatura, se encontró patadas en la cara: efecto kick (bote alto) le llaman.
- Más de 20 millones de euros en premios. "En mis tiempos", recuerda King, "no había dinero. Ahora lo hay y eso ha permitido que el deporte progrese porque la gente más talentosa, los mejores en todos los ámbitos, han sido atraídos por él". Serena, según la WTA, organización fundada precisamente por King, es la deportista que más dinero ha ganado en la historia: copropietaria de los Dolphins de Miami, club de fútbol americano, acumula sólo en premios más de 20 millones. La marca deportiva que le viste le ha pagado otros 28.
- Mentalidad de campeona. "Aguanto bien", dijo antes del partido Serena sobre sus dolores, que no le impidieron remontar un 4-6 y un 0-4 en los cuartos de final contra Azarenka; "es cuestión de adrenalina. Cuando piso la pista, me siento genial. A veces, antes de eso, sufro. Me he sentido un poco como Brett Favre [mítico quatterback, lesionado]. Es todo un campeón... Y me he dicho: 'Tengo que ser como él".
- Las 'nuevas' rivales. "Henin es una luchadora que trae cosas totalmente diferentes al juego. Puede llegar muy lejos. Me ha llevado al máximo nivel. Que Kim [Clijsters, también belga] ganara el Abierto de Estados Unidos es fantástico. Es divertido que ambas estén de vuelta... Pero siento que, jugando bien, soy realmente difícil de batir", concluyó Serena.
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