Alemania llora el milagro de Berna
Los germanos se emocionan con una película que evoca el inesperado triunfo de su selección sobre la poderosa Hungría en el Mundial de 1954
El canciller federal alemán, Gerhard Schröder, el legendario delantero centro Uwe Seeler y el seleccionador nacional, Rudi Völler, todos ellos hombres hechos y derechos, lloraron a lágrima viva. Schröder, tres veces. La película El milagro de Berna, del director Sönke Wortmann, hace trabajar las glándulas lacrimales de los alemanes. Evoca el triunfo de la selección alemana de fútbol en la final del Mundial de Suiza, el 4 de julio de 1954 en Berna, a través de la visión de un chico de 12 años de un barrio obrero de Essen, en plena cuenca del Ruhr, expresión palpable del proletariado alemán de las minas y la siderurgia.
Mezcla el director la familia ficticia Lubanski con el histórico partido en el que Alemania consiguió el milagro de derrotar por 3-2 a la Hungría de los Puskas, Koscis y Czibor que llevaba cuatro años imbatida. Alemania había perdido en la primera ronda 8-3 contra Hungría, que había marcado 25 goles en los cuatro partidos de la fase final. Una Alemania hundida y derrotada en la II Guerra Mundial levantó por primera vez la cabeza gracias a los dos goles de su extremo derecho Helmut Rahn, alias Boss. Alemanía no había participado en el Mundial de 1950 en Brasil. El país estaba todavía excluido de la FIFA, sometido a cuarentena por el pasado nazi. Cuatro años después, el fútbol ejerció de bálsamo para las heridas de un pueblo derrotado en la guerra y sumido en la vergüenza de haber parido el nazismo. El llamado milagro de Berna, el futbolístico, supuso el pistoletazo de salida para el gran milagro alemán, el económico, que levantó a un país destruido y en ruinas hasta convertirlo en la primera potencia económica de Europa. Para el director de la película, Wortmann, "hay en la posguerra alemana dos acontecimientos en los que los contemporáneos recuerdan con precisión dónde estaban cuando ocurrieron: la caída del muro de Berlín [el 9 de noviembre de 1989] y el sorprendente triunfo del campeonato mundial el 4 de julio de 1954". Según Wotmann, "la victoria se convirtió en mito y sus actores que participaron son leyenda: Sepp Herberger
[seleccionador nacional], Fritz Walter [capitán y cerebro del equipo], Helmut Rahn
[autor de dos goles en la final] o Toni Turek [portero que salvó el resultado poco antes del final]
". Sostiene Wortmann: "Lo característico del momento no fue sólo la victoria de un equipo de fútbol, sino una especie de euforia colectiva, una contraimagen renovadora frente al pasado del nazismo".
El relato radiofónico de aquella final se vendía en Alemania en discos de microsurco con el alarido del locutor Herbert Zimmermann ante la parada final de Turek: "¡La paró, la paró. Toni, Toni, tú eres un dios del fútbol!". La televisión pública alemana se encuentra ahora, ante la proximidad del 50 aniversario del milagro de Berna, dedicada a la tarea de reconstruir las imágenes de la final, que no quedaron grabadas.
Matthias, el niño protagonista de la película, vive con su madre, su hermana y su hermano comunista en el sórdido ambiente del Ruhr de la posguerra. La familia espera la vuelta del padre, prisionero en la Unión Soviética, mientras la madre saca adelante a la familia con una taberna que se llena de obreros bebedores de cerveza. Matthias cría sus conejos, acompaña a Rahn a los entrenamientos y le lleva la bolsa de deporte.
El Boss Rahn, como la gran mayoría de sus compañeros de hazaña, no llegó a ver la película. Su vida se consumió hace unos meses en un barrio de Essen donde recorría las tabernas para, a cambio de unas cervezas, explicar sobre una mesa cómo había sido aquel zurdazo que le dio el título mundial.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.