Agüero retrata la decadencia de Ronaldinho
Argentina golea a un Brasil lastrado por la incapacidad de su fotogénica pero postiza estrella
A Brasil le separa de Argentina el mismo trecho que distancia a Ronaldinho de Messi. Es decir, varios mundos. Hoy, el brasileño es un jugador postizo, más proclive a las muecas, las chácharas sonrientes y otros guiños similares que sólo le procuran primeros planos y los aplausos de un público tan primerizo en cuestiones futbolísticas como el chino. Por mucho que maquille su decadencia con tanta teatralidad, el fútbol en sí no le garantiza una escena, salvo que la pelota esté tan detenida como él: aún se maneja en el lanzamiento de faltas. Enfrente, el vigor de Messi y la chispa de Agüero dejaron a la intemperie a Brasil, contagiado por el juego de mentira de su supuesto líder. Esta selección de Dunga es además tan áspera y ruda como era su técnico sobre el campo. No dudan con la estaca, y se friegan las botas con papel de lija. Tan desnortado está Brasil que acabó con nueve jugadores tras las expulsiones de Thiago Neves y Lucas, que se sumaron al resto de compañeros en la cacería a Messi, Agüero o el albiceleste más cercano.
ARGENTINA 3 - BRASIL 0
Argentina: Romero; Zabaleta, Garay, Monzón, Pareja; Mascherano, Gago, Riquelme (Sosa, m. 90), Di María; Messi y Agüero.
Brasil: Renan; Rafinha, Alex Silva, Breno, Marcelo; Hernanes (Neves, m. 60), Anderson, Lucas, Diego (Jo, m. 70), Ronaldinho; y Sobis (Pato, m. 60).
Arbitro: Martín Vázquez (Uruguay). Amonestó a Zabaleta, Pareja, Hernanes, Rafinha, Anderson y Breno. Expulsó a Lucas (m. 80) y Neves (m. 83).
Goles: 1-0. M. 51. Agüero. 2-0. M. 57. Agüero. 3-0. M. 75. Riquelme de penalti.
Semifinal disputada en el estadio de Los Trabajadores. Diego Armando Maradona presenció el encuentro desde el palco y tuvo que saludar requerido por la mayoría del público. En el otro duelo fue Nigeria la que se clasificó para la final al batir a Bélgica por 4-1.
Al verse derrotados, los brasileños convirtieron el césped en un campo de minas
Del fútbol, que tampoco hubo demasiado, se encargó Argentina, más atrevida y plástica de principio a fin. Frente a este Brasil de rebajas no se precisan demasiados alardes. Ni siquiera que aparezca el mejor Messi. Bastó con la picardía de Agüero, el ancla de Gago y el pastoreo de Riquelme. La canarinha nunca tuvo predicamento.
Acostado en la banda izquierda, Ronaldinho dimitió del choque desde el calentamiento, donde se hizo notar por sus fotogénicos aspavientos. El físico no le alcanza y, así, el fútbol no le llega. Con la pelota en juego, fue un jugador de fútbol sala, enclaustrado en un par de metros cuadrados y sin otro dictado que el toque funcionarial. Nada de desmarques, de pases al vacío, de alguna diagonal inquietante para la albiceleste. En la actualidad, no tiene con qué maquillar su falta de oxígeno. A su alrededor, el equipo se articula a modo y semejanza de Dunga, que fue un medio matraca sin apego por el balón, encogido y muy plano. Sólo las progresiones de Rafinha por el costado derecho tuvieron algún peso en el encuentro. A Brasil le faltan ideas y futbolistas. Tiene algún distinguido, como Diego, pero, en medio del desaguisado general, no dejó rastro, con lo que su selección se quedó a expensas del marcaje de Anderson, el jugador del Manchester United, a Messi, golpeado con saña una y otra vez. Ése era todo el rudimentario plan de Dunga. Con la banda derecha como punto de partida, el azulgrana barrió todo el frente de ataque. Su movilidad y la del Kun agrietaron a los zagueros brasileños, dos vigas.
Tras un primer tiempo de corte raso, con Riquelme sin enhebrar del todo con el azulgrana y el colchonero, Argentina, siempre con el gobierno del choque, apretó con más decisión en el segundo tramo. Mascherano y Gago tomaron el mando y con Brasil fuera de onda irrumpió el Kun. Di María, jugador de Quique Flores en el Benfica, cruzó la pelota desde la izquierda, en el pico del área. Era más un disparo que un centro, pero Agüero se cruzó en el camino y embocó con el pecho. Al instante, el bético Sobis remató al poste derecho de Romero en el único picante brasileño, salvo un disparo posterior al mismo poste de Ronaldinho. De falta, por supuesto, sin exigencias físicas ni contrarios al asalto.
Sometido Brasil, Argentina selló la victoria con un gol muy similar al primero, con la defensa amarilla otra vez en evidencia. En esta ocasión, la jugada derivó por la derecha, desde donde el racinguista Garay envió la pelota al área al estilo de Di María. De nuevo apareció Agüero, pícaro como ninguno, y despachó a los brasileños. Para éstos, el encuentro se volvió un calvario, con Messi con espacios y amenazante y Agüero siempre en el punto de mira. Fue entonces cuando Brasil sacó los cuchillos y convirtió el césped en un campo de minas. Uno de los zurriagazos se lo llevó el Kun, pero dentro del área. Riquelme, como un mariscal, abrigó la pelota con los brazos, la situó en el punto obligatorio y batió a Renan como es Riquelme, sin mover las cejas.
Argentina no necesitó de ningún aspaviento de más. Hoy es tan superior a su eterno rival suramericano como lo son Messi y Agüero a Ronaldinho. El hoy y el ayer.
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