Adriano dura 283 minutos
El Roma rescinde el contrato del brasileño, tras el enésimo plantón, y este lo considera como "una señal de Dios"
"Adriano ha confirmado su presencia en el Carnaval de Río: se disfrazará de futbolista". Es el chiste que salió en la portada de 'La Gazzetta dello Sport' hace un par de semanas. En Italia ya nadie apostaba por Adriano, aquel delantero fuerte y rápido que había hecho enamorar al 'calcio'. El brasileño, de 29 años, ha dicho adiós al Roma. Llegó en verano con un contrato de tres años (a razón de cuatro millones de euros al año) como una apuesta personal de la presidenta, Rosella Sensi. Llegó a coste cero. El club 'giallorosso' creía que Adriano había cambiado. Que iba a poder recuperar la forma y a marcar goles día sí y otro también. La realidad dice que ha jugado 283 minutos: 239 minutos en Liga y 44 en Champions y que no ha marcado ningún gol.
El chico sigue sin haber superado sus problemas extradeportivos. Ha sufrido tres lesiones y en la última el Roma ha perdido la paciencia. El club le dio permiso para marcharse a Brasil y recuperarse del hombro. En su primera noche en Río, nada más llegar, le pillaron en un local bebiendo cerveza. Esa misma noche la policía le retiró el carné de conducir porque el delantero se negó a pasar un control de alcoholemia. Llegó a Roma con varios kilos de sobrepeso, el cuello hinchado y dos días de retraso y fue el único que se perdió la presentación de Vincenzo Montella como nuevo técnico. 24 horas después dejó plantados a los médicos en la ciudad deportiva. Tenía una cita para ver la evolución de su hombro y decidió no ir, sin avisar a nadie. "Yo estoy aquí dispuesto a todo. Cometí un error al no ir a Trigoria a hacerme la revisión médica. Pero me parece un poco exagerado hablar de rescisión del contrato por eso. No fui porque me enfadé por el recibimiento un poco frío que tuve al volver. Sé que me hago daño a mí mismo y pido perdón a todos: al club y a los aficionados", declaró.
Para los aficionados ya pasaba desapercibido. Para el club, también. De hecho, decidió rescindirle el contrato, de "común acuerdo", según las dos partes. Adriano cobraba cuatro millones limpios al año. El club 'giallorosso' había incluido una cláusula "por culpabilidad". Es decir, ante cualquier comportamiento "no profesional" del jugador, los mandamás se reservaban el derecho de utilizarla para forzar su salida. Dicho y hecho. "He renunciado a mucho dinero pero me tengo que ir a Brasil. Las lesiones son lo que me han impedido aportar más el equipo. Es una señal de Dios, que me dice que tengo que estar cerca de mi familia y de mis hijos. Les echo de menos y cada vez que hablo con ellos por teléfono me entran ganas de llorar", dijo Adriano hace un par de días en una entrevista a Sky. Y añadió: "Me voy con la cabeza bien alta porque no he tratado mal a nadie y he respetado siempre a todos". Montella dejó claro desde el primer día que no contaba con jugadores no comprometidos. Y al Roma, que está negociando la venta de sus acciones, los acreedores le aconsejaron deshacerse de las fichas más altas y poco rentables.
En Rio de Janeiro le espera su representante, el mismo que dijo que contra su pupilo "hay una campaña mediática". Corinthias, Flamengo y Palmeiras le quieren fichar. Quizás allí sí estén dispuestos a perdonarle sus salidas nocturnas.
"Cometí errores, pero aquí volveré a ser grande", proclamó Adriano el primer día de pretemporada a mediados de julio. El Roma se concentró en las montañas de Risicone di Brunico. En esa ocasión también llegó un día tarde (por un supuesto problema de pasaporte de su hijo) a Trigoria y con muchos kilos de sobrepeso. Tanto que al principio trabajaba con triple sesión de entrenamiento, seguido desde cerca por el preparador físico del filial. En su primera rueda de prensa le preguntaron cuánto de dependencia tenía su relación con el alcohol. "Si hubiese tenido problemas de alcoholismo no estaría aquí. Estaba triste y deprimido. No tenía ganas de jugar, ni de reírme. Pero en Brasil he madurado, ahora soy un hombre gracias a mi familia y a mis amigos. Ahora estoy bien, no os preocupéis", contestó. También le preguntaron cuántos kilos creía que tenía que perder para alcanzar el peso ideal. "Prefiero no dar números. He estado parado tres meses, solo puedo deciros que de aquí a un mes estaré muy cerca de la forma física". Era el 21 de julio. Un mes después había perdido tan solo un par de kilos.
Mientras, su madre Rosilda reconocía desde Brasil que Adriano era un hombre nuevo. "Ha roto con sus antiguas amistades", decía al mismo tiempo que confesaba que su hijo no solo meditó, un año antes dejar el fútbol, sino también pensar en el suicidio. Sufría una depresión. El Roma le dio una oportunidad. Pero Adriano, quien dice que se marcha con la cabeza alta, no la supo aprovechar.
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