Abreu condena a África
Uruguay alcanza la semifinal en la tanda de penaltis después de que el ghanés Gyan fallara uno en el último instante de la prórroga
El Loco Abreu, un clásico del fútbol, clasificó a Uruguay para las semifinales de la Copa del Mundo. El ariete salió a la cancha para defender los córners durante la prórroga y para decidir la caprichosa rueda de los penaltis al estilo Panenka. Un final demasiado generoso para los charrúa y excesivamente cruel para la desafortunada Ghana. El fútbol es igual de caprichoso en Europa que en América y también en África, sin un equipo que porte la bandera del país, entregado ahora a una hinchada todavía paralizada por el tiro de Abreu. Los aficionados se preguntan aún cómo se deben tirar los penaltis después de que Gyan fallara el suyo en la última jugada del tiempo añadido: le pegó fuerte y el balón dio en el travesaño. ¿Habrá que tirarlos como Abreu?, se preguntan los sudafricanos, mortificados con los fallos de Mensah y Adiyiah.
Mala suerte para Ghana, que mereció la victoria, ni que sea por agotamiento, porque fue más generosa y ambiciosa. A Uruguay le salvó la fortuna y el oficio más que la cultura y la mística. A caballo de la nostalgia y de la esperanza, como diría Galeano, supo sobrevivir a un final de partido que la puso contra la pared después de un inicio sobresaliente. Uruguay fue a por el partido desde la salida, sin contemplaciones, la pierna fuerte y la cabeza alta, la mirada al frente, nada que temer ante Ghana. A los africanos no les quedó más remedio que defender en su cancha, recurrir a las faltas tácticas y encomendarse a Kingson. Nunca se sabe qué puede pasar con el portero de Ghana. A veces bloquea el balón más complicado, normalmente rechaza el más fácil, siempre responde de la forma menos ortodoxa y más espectacular a la jugada.
Kingson desconcertó a Uruguay. Suárez se prodigó mucho y bien, y hasta remató con saña, muy afilado. Únicamente le faltó encontrar la portería. Pasado el peor momento, curado el espanto inicial, hechizado el rival por Kingson, los black stars tomaron la pelota y corrieron hacia Muslera. El rugir de la hinchada aventó a Ghana y se desinfló Uruguay.
A pesar de que a Ghana le faltaba Andre Ayew, el hijo de Abédi Pelé, Rajevac supo recomponer al equipo y aspirar a la victoria con su buen juego por las bandas y capacidad para tirar a gol. Nadie salvo Messi ha rematado tanto como Gyan en la Copa. Y anoche insistió para desespero de Uruguay, sorprendida por la acumulación de malas noticias en pocos momentos. A la falta de puntería de Suárez, siguió la lesión de su capitán Lugano y las llegadas de Ghana, más poderosa físicamente, menos zurrada que los chicos de Tabárez, muy puesta en el partido, abanderada por el exuberante Kevin Prince Boateng.
Los aficionados empezaron a cantar gol en cada remate y, como si de un sortilegio se tratara, Ghana marcó en un tiro de Muntari, el volante del Inter que reaparecía después de una ración de suplencia por indisciplinado. Arévalo debió pensar que Muntari era ingenuo y, en lugar de salir a la marca le flotó hasta que el ghanés remató con la zurda, se agachó Gyan y se venció Muslera después que la pelota botara antes de atravesar la raya.
El partido se puso duro para los dos equipos y difícil para el árbitro, Olegario Benquerença, el mismo que pitó el Inter-Barça. El colegiado portugués omitió un penalti de Vorsah a Cavani y tampoco acertó en el reparto de las tarjetas. La suerte de Uruguay es que a falta de juego y de jugadores, y con el factor campo en contra, tiene a goleadores. No necesita practicar buen fútbol para ganar. Le alcanza con la pareja Forlán-Suárez, que ya suman media docena, tres cada uno. Forlán tomó el relevo de Suárez y empató con un lanzamiento de falta al que no supo responder el irregular Kingson.
Al portero le entró el tembleque, incapaz incluso de controlar las cesiones de sus defensas y Ghana tuvo que poner el retrovisor para suerte de Uruguay. Había llegado aparentemente el momento Forlán. A la jugada del gol siguió una asistencia preciosa para Suárez que el ariete marró en posición muy ventajosa. No era el día del delantero del Ajax porque tampoco atinó en un remate a quemarropa ni en un cabezazo, dos acciones que merecieron una respuesta estupenda del controvertido Kingson. Uruguay pasó a ser un equipo tan especulativo que para nada mereció llegar a la prórroga y después a la tanda de penaltis. Hasta Abreu pasó a defender los córners ante el empuje de Ghana, perseverante, tan desafortunada en los remates de Gyan como la celeste con los de Suárez.
Fallón como ariete, Luis Suárez acabó por hacer de portero y sacó con la mano un remate de Adiyiah en la última jugada de la prórroga. Gyan, sin embargo, mandó el penalti al larguero. Había escrito el epitafio del partido y de su equipo. La tanda de los penaltis a la que quedó condenada Ghana (4-2) fue simplemente un dolor añadido a una derrota cantada desde que Gyan metió la pata. El fútbol pertenece todavía a los clásicos, a Abreu y a Uruguay, que vuelve a una semifinal de la Copa, contra Holanda, después de no jugar por el título desde 1970.
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