"Es ridículo que los actores no interpretemos la edad que tenemos"
Que te presenten a Clint Eastwood es como ver una secuoya de California por primera vez. La diferencia es que esta secuoya, incluso con 78 años, te da la mano con una firmeza que todavía intimida, por mucho tiempo que te hayas estado preparando para el apretón.
Eastwood llega a la entrevista en el restaurante Mission Ranch-en California- como si fuera el dueño; en realidad es que lo es. Se tomó su primera copa legal en este bar a finales de los años 40, cuando estaba destinado en la base del Ejército que había cerca. En 1986 compró la propiedad y lo reconstruyó a su gusto, con un piano-bar, vistas impresionantes a las olas del océano que rompen en Point Lobos y mucha carne en el menú. A pesar de lo que ponga en Wikipedia, Eastwood no es vegano y parece un poco horrorizado cuando se entera de lo que significa. "Nunca me meto en Internet por esa misma razón", explica.
"¿Para quién filmo todas mis películas? Lo tienes delante de ti"
"Tras el fracaso de 'La leyenda de la ciudad...' me juré no volver a cantar"
"Mucha gente está cansada de lo políticamente correcto"
"Cada vez más prefiero quedarme detrás de las cámaras"
A diferencia de los papeles taciturnos que hace en la pantalla, el cineasta es voluble, parlanchín y se ríe con una agudeza y un entusiasmo que le hacen parecer mucho más joven. Eastwood está seguro también en otro terreno: en dos meses se conceden los Óscar y tiene dos películas que podrían obtener el galardón, El intercambio, con Angelina Jolie, y Gran Torino, que acaba de terminar de rodar este verano y que se estrenó la semana pasada en Estados Unidos.
En Gran Torino, Eastwood encarna a Walt Kowalski, un veterano de la Guerra de Corea, trabajador retirado de una línea de montaje de Ford e intolerante a tiempo completo que sufre en su porche de Detroit viendo cómo su barrio es invadido por inmigrantes del Sudeste de Asia. Cuando una banda presiona a un adolescente vecino para que intente robarle a Walt su Gran Torino de época, el envejecido veterano se ve inmerso contra su propia voluntad y con violencia en la vida de sus vecinos.
Eastwood nunca ha conseguido el Oscar como actor. Y no actúa desde Million dollar baby (2004) Afirma que no le importan mucho los premios. Cuando le preguntan para quién hace películas, el cineasta responde: "Lo tienes delante". Premeditada o no (porque sus películas tienden a estrenarse a mitad de la campaña de los Oscar), esta postura parece encantar a los académicos de Hollywood, que han premiado sus películas en numerosas ocasiones, incluidas dos estatuillas a Mejor película. Si algo ha hecho su ritmo como director en los últimos cinco años ha sido acelerarse. Presentó El intercambio en mayo en Cannes, cuando acababa de comprar el guión de Gran Torino, y luego rodó este libreto durante el verano al ritmo de un cineasta de guerrilla: en 32 días. Esta velocidad, explica Eastwood, le ayudó con los miembros del reparto, ya que la mayoría nunca había actuado y muchos de ellos ni hablaban inglés. "Les iba dando algunas pistas, el abc del actor", añade. "Y yo iba a una velocidad que no les dejaba mucho tiempo para pensar". Antes de rematar Gran Torino, paró a promocionar el estreno en EE UU de El intercambio (31 de octubre). Y no descansó. Volvió a Carmel, donde vive con su mujer, Dina Ruiz, y gestiona sus inversiones. Estuvo una semana trabajando con sus dos montadores en una casa de labranza de 1862 que hay dentro de su propiedad de Mission. Entre sesión y sesión se sentaba al piano y elegía una partitura: ha escrito la banda sonora de varias de sus películas, como en El intercambio. Hasta canta una de sus propias melodías en los títulos de crédito de Gran Torino, con su voz reducida a un suspiro (el propio Eastwood se niega a denominarlo "cantar" porque le hace acordarse de La leyenda de la ciudad sin nombre, su fracaso musical de 1969. "Me juré que nunca volvería a hacer eso", asegura).
Antes del rodaje se rumoreaba que Eastwood estaba haciendo otra secuela de Harry, el sucio. Lo que sí que tienen en común Gran Torino y las películas de Harry el Sucio es la fuerza de su falta de corrección. Grazer, productor de El intercambio, ve en este estilo tan directo un punto fuerte. "Lo que más me interesó de Clint Eastwood como director es la honestidad y la intensidad que les pone a las películas que dirige", afirma. "Está tan seguro como realizador que permite que la ocasional fealdad de la vida viva en las secuencias de sus películas". Por esa seguridad también decide rápido: la misma mañana que leyó el guión de El intercambio, decidió rodarlo. Llamó a Brian Grazer, éste le respondió que Angelina Jolie estaba interesada en el proyecto, y Eastwood cerró el trato: "Me parece muy buena actriz y me gustó la posibilidad". De esta forma, contó la historia de una mujer californiana que primero sufre el secuestro de su hijo, y seis meses más tarde la policía le devuelven un chaval que aseguran es su crío. Sólo ella está convencida de que le han dado el cambiazo. Y luchará en contra de todos y de todo.
Tanto El intercambio como Gran Torino se saltan cualquier tipo de condescendencia y falsa moralidad. "Mucha gente está cansada de todo lo políticamente correcto", señala. "En Gran Torino estás mostrando a un tío de otra generación. Muestra la forma que tiene de hablar. Este país ha llegado muy lejos en materia de relaciones raciales, pero el péndulo va igual de lejos en la otra dirección. Todo el mundo quiere ser muy..." - aquí se para y entrecierra los ojos, como Harry el Sucio apuntando a un malhechor- "sensible".
Si Eastwood tiene parte de la culpa por todos los Rambo y Jungla de cristal que vinieron después, deberíamos concederle el mérito de mostrar en sus películas protagonistas cuyas acciones se contradicen con sus creencias. Lo que contribuye a que la contradicción de Gran Torino resulte creíble es la mera presencia física de Eastwood. Al contrario que las estrellas, él interpreta su edad real. A los 78 años puede que esté más delgado que antes, pero con un aspecto vigoroso que revela fuerza y, al mismo tiempo, la aplaca.
Para Eastwood ser capaz de encarnar a alguien de 78 años es una ventaja más de una larga trayectoria. "Es ridículo que los actores no interpretemos la edad que tenemos", afirma. "¿Sabes cuando eres joven y ves una obra en el instituto, y los chicos tienen el pelo pintado de gris y están intentando ser viejos y no tienen ni idea de lo que es? Pues es igual de estúpido al revés". Otra ventaja es que, tras una buena trayectoria cinematográfica, puedes crear otra. "Después de El bueno, el feo y el malo iba por la calle y todo el mundo silbaba..." y aquí canta la famosa canción de la película. "Luego pasó a ser 'Alégrame el día'. Pero ha ido progresando. Aunque no sé si se ha producido por mis esfuerzos". Walt también tiene un latiguillo en Gran Torino. "Esto es lo que hago", le dice a un adolescente antes del acto final de la película. "Termino mis cosas". También lo hace Eastwood, sólo que no de la forma que uno esperaría.
Y puede que no haya acabado. Ha habido gente que ha dicho -también en Internet- que éste sería su último papel, un rumor que Eastwood contribuyó a avivar. Sin embargo, ahora afirma que no tiene por qué ser cierto. "Alguien me preguntó qué iba a hacer después y le contesté que no sabía cuántos papeles hay para tíos de 78 años", añade. "No tiene nada de malo hacer de mayordomo, pero a menos que haya algún obstáculo que sortear, preferiría quedarme detrás de la cámara". Planes no le faltan: ya prepara El factor humano, un filme sobre la presidencia del surafricano Nelson Mandela basado en el libro de John Carlin.
© The New York Times Traducción de News Clips.
Babelia
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