Un niño chico
Las biografías cinematográficas de estrellas de la cultura cuya muerte aún está reciente siempre tienen un problema: las pocas posibilidades de hincar el diente en la parte más oscura del protagonista. Los derechos de autor, las facilidades otorgadas por la familia y el peligro de molestar (artística o legalmente) a personajes vivos tienen un peso excesivo.
El año pasado, una producción tan ambiciosa como Ray arrastraba en algunos pasajes un contratiempo que también lastra una parte de Camarón, biopic del cantaor dirigida por Jaime Chávarri que, sin embargo, y a pesar de la rémora, tiene la virtud de cuadrar en las tres esquinas restantes un personaje apasionante.
Perjudicada la esquina vital del cantaor referida a su toxicomanía por algunas prohibiciones de los herederos, lo que lleva a Chávarri a introducir una metáfora que de pura obvia resulta equivocada, los otros tres vértices de la figura funcionan de forma notable. El primero, el puramente artístico, muestra con cadencioso compás y jarana gitana la evolución de un chaval de pueblo que llegó a ser visto como un verdadero dios en tierra por sus correligionarios. El segundo, el interpretativo, gracias a la rabia, pasión y talento que ha impuesto Óscar Jaenada, que va mucho más allá de la pura imitación (por otro lado, perfecta) para anclarse en el de la verdadera creación. Por último, el tercer vértice tiene que ver con la personalidad de un genio que nunca dejó de ser un niño chico; un hombre necesitado de la sombra del padre, una estrella rodeada de gente que siempre parecía sentirse solo.
CAMARÓN
Dirección: Jaime Chávarri. Intérpretes: Óscar Jaenada, Verónica Sánchez, Jacobo Dicenta, Mercè Llorens. Género: drama musical. España, 2005. Duración: 110 minutos.
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