La llegada del otro
Ayudante de dirección de Carlos Reygadas en Batalla en el cielo (2005), el donostiarra Pedro Aguilera debutó en la dirección con La influencia (2007), película enigmática, exigente y discutible -un Nadie sabe (2004), de Hirokazu Koreeda, por otros medios- que exploraba la caída en la depresión de su personaje principal, la consecuente irradiación de caos en su entorno inmediato y el inesperado imperativo de supervivencia que acababan revelando los hijos de la protagonista. Era una película que, por su tratamiento del tiempo y del espacio y por alguno de sus recursos expresivos, podía emparentarse con otros trabajos coetáneos como La línea recta (2006), de José María de Orbe, o La soledad (2007) de Jaime Rosales: si el espectador no aceptaba las reglas del juego, algunas de sus propuestas -el largo plano sobre la nuca de la actriz no profesional Paloma Morales que abría la película- podían antojarse autoparodia de esa nueva radicalidad autoral en la que Aguilera parecía sentirse cómodo.
NAUFRAGIO
Dirección: Pedro Aguilera. Intérpretes: Solo Touré, Kándido Uranga, Iñake Irastorza, Álex Merino, Julio Perillán, Ruth Arma.
Género: drama. España, 2011. Duración: 94 minutos.
El espectador más paciente podía llegar a la conclusión de que el debutante era un cineasta notable, casi un poeta, y encontrar en el desenlace, perturbador pero con apuntes de una agridulce esperanza, la gratificación inequívoca de las grandes promesas.
Naufragio, segunda película de Aguilera, no solo deja claro que es un autor a tener en cuenta, sino que descubre en él a un creador en movimiento, dispuesto a no acomodarse en sus incipientes señas de identidad, empeñado en buscar una nueva voz estilística para un nuevo relato que no solo se aleja del universo hermético de La influencia, sino que mantiene un pulso con los tratamientos convencionales de un arquetipo -el inmigrante llegado a nuestras costas- secuestrado por la mirada paternalista de cierto cine social.
Señala Aguilera que su película es una objeción al Robinson Crusoe, de Daniel Defoe, formulada con el Viernes o la vida salvaje, de Michel Tournier, en la mano. Menciona también como punto de referencia esa reivindicación de la imaginación frente a la racionalidad que es El fuego secreto de los filósofos, de Patrick Harpur.
Su película es una mirada sobre el Otro que privilegia la metáfora y las resonancias mágicas por encima de la doctrina ideológica: en sus peores momentos puede recordar a los ejercicios sublynchianos del primer Calparsoro, pero pesan más los pros que los contras en esta película que parece haber tomado la meditada decisión de ser extraña, intrigante y poderosa antes que perfecta.
Babelia
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