Una cámara de ecos
Cuando Umberto Eco escribió El nombre de la rosa (1980) -o, mejor, cuando llevó su modelo narrativo a la hipérbole con El péndulo de Foucault (1988)-, probablemente no imaginaba que su sueño de un best seller culto acabaría engendrando monstruos. Sin ir más lejos, monstruos como los que invaden las librerías de nuestro presente, bajo la aceleración que ha supuesto el fenómeno Dan Brown: ficciones de consumo, de engañoso barniz culterano, que suelen identificarse a través de títulos que unen un concepto genérico con un nombre propio que acciona un mecanismo de reconocimiento cultural.
Ópera prima del multifacético Luis Piedrahíta (cómico, mago y escritor, entre otras cosas) y de su compinche Rodrigo Sopeña, La habitación de Fermat parece querer adaptarse al modelo desde su mismo título, pero, por fortuna, las apariencias engañan y el aplicado tándem ha facturado un debut con capacidad de sorpresa, sentido del espectáculo y una ambición contrapesada con la prudencia.
LA HABITACIÓN DE FERMAT
Dirección: Luis Piedrahíta y Rodrigo Sopeña.
Intérpretes: Alejo Sauras, Lluís Homar, Federico Luppi, Santi Millán.
Género: thriller. España, 2007. Duración: 90 minutos.
Este modelo cinematográfico es sofisticado y raro en el cine español
Unos exquisitos títulos de crédito colocan al espectador sobre la pista de lo que va a ver: el trabajo de unos miniaturistas atentos al detalle que convertirán una habitación de esencia pulp (cuyos contornos se irán cerrando sobre los castigados personajes) en el escenario (casi) único de un titánico tour de force. Con secretos y enigmas hasta en su papel pintado, la habitación del título convoca ecos voluntarios e involuntarios: podría formar parte de esa mansión de La huella, que imaginó Anthony Shaffer, con los fantasmas de Miss Marple y Hércules Poirot como ángeles custodios y un invisible tablero de Cluedo bajo la tarima flotante. También podría mantener parentesco con el pisito que el Hitchcock de La soga (1948) recorrió en plano-secuencia. O con esa habitación del pánico en la que Park Chan-Wook encerró a un trasunto de sí mismo en su segmento para Three: Extremes (2004).
Esta historia de cuatro matemáticos obligados a luchar por su vida, con la fuerza de su ingenio, dentro de un mecanismo diabólico no deja de tener puntos débiles. Cuesta tragarse a Alejo Sauras como matemático superestrella al que las adolescentes piden autógrafos. También se resiente la verosimilitud cuando los acertijos que estas mentes privilegiadas tienen que resolver resultan ser elementales problemas de manual. Con todo, los directores apuestan por un modelo cinematográfico tan sofisticado como infrecuente en el cine español y defienden su relato con una extraña combinación de candor y energía. Cámara de ecos y golpes de efecto, La habitación de Fermat garantiza una hora y media de la que han sido exiliados los nubarrones del aburrimiento.
Babelia
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