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Crítica:CRÍTICAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

De ángeles e inundaciones

Escrita por Michael Polish junto con su hermano mellizo, Mark; producida por un James Woods que se reserva uno de los mejores papeles de la función, y con un elenco de esos de campanillas que, de tanto en tanto, se puede permitir alguna producción independiente americana, Northfork es la historia, inverosímilmente realista, de la inundación de la ciudad homónima, sita en el Estado de Montana, afectada por la construcción de una gran presa, un suceso que ocurrió en 1955. Pero esperar del filme una crónica veraz es pedirle demasiado, o tal vez poco: porque lo que persigue el guión de los Polish, y sobre todo la puesta en escena de Michael, es algo a la vez mucho más ambicioso y suicida: hacer una película compleja y adulta, llena de un oculto, esquinado, surreal humor a contracorriente. Y hacerlo, además, con el formato fantástico de una película de ángeles, un filón de moda hace más de una década, pero hoy mismo una auténtica rareza.

NORTHFORK

Dirección: Michael Polish. Intérpretes: James Woods, Nick Nolte, Daryl Hannah, Peter Coyote, Douglas Sebene. Género: drama. EE UU, 2003. Duración: 103 minutos.

Lo que primero sorprende en Northfork es su estructura: una serie de verdaderos tableaux vivants en los que se sitúan personajes cuya filiación y relación entre sí desconocemos por completo, y durante largo rato. Luego, la manera, a la vez sutil y casi críptica, en que se va abriendo paso el humor, que al principio sorprende, pero que acaba por bordear incluso la carcajada. Luego, en fin, el empecinamiento, casi la tozudez, con que los Polish se empeñan en mostrar la manera en que los ángeles pueden interferir en la vida de los hombres, pero en un registro tan alejado de la puerilidad habitual en este tipo de películas como de propuestas al estilo de Cielo sobre Berlín, la todavía espléndida película de Wim Wenders. Aquí se trata de mostrar, sin tomarse ninguna molestia en justificarlo, la forma en que un niño se convierte en ángel, o la forma en que un grupo de éstos decide adoptarlo: así, sin más... y entre otras cosas.

El resultado es una película inclasificable, recorrida por un hálito surreal que hace pensar en la iconografía de un René Magritte, pero con los colores de las viejas películas para amateurs de la Kodak, años cincuenta. Una rareza que escapa por completo de lo habitual, del cine para el gran público, pero que al tiempo lanza más de un guiño para espectadores inteligentes y sin prisas. Porque no hay que tenerlas, es obvio, cuando los ángeles se mezclan con los humanos, esas fungibles criaturas.

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