Sórdido drama
La flor del mal, discutible título hispano para el más cargado de sentido White oleander (Adelfa blanca: la adelfa es una flor, lo dice la publicidad del asunto, que "se protege fabricando su propio veneno"), es un sórdido drama adolescente, la peripecia más bien terrible de la joven hija (Lohman: su mirada ordena toda la narración) de una dura, al tiempo que visceral y un tanto desequilibrada, artista que acaba en la cárcel por un crimen pasional.
Cómo encontrará la chica, dotada de agudas dotes de observación y de un innato sentido plástico, pero también víctima de acciones que no la han tenido en cuenta, su lugar en el mundo en medio de un vagabundeo constante de hogar de adopción en institución de acogida, es la materia prima del filme. Pero no la única: un conflicto larvado, que enfrenta dos concepciones de la vida (una, la de quien está de vuelta y pretende ahorrar sinsabores: la madre; otra, la de quien confronta lo aprendido con lo que va sumando día a día a su traumático bagaje), será a la postre el que dé sentido a la película.
LA FLOR DEL MAL
Director: Peter Kosminsky. Intérpretes: Alison Lohman, Michelle Pfeiffer, Robin Wright-Penn, Renée Zellweger, Billy Connoly. Género: drama. EE UU, 2002. Duración: 109 minutos.
Narrada con contención, con vueltas de tuerca no exentas de interés y bien interpretada por un elenco de grandes nombres (Wright Penn, Zellweger, Pfeiffer), aunque quien está más tiempo en el encuadre sea la joven Lohman, La flor del mal es una película que se pretende hecha desde un universo de mujeres cuyos retratos, tremendos, no dejan en muy buen lugar el género.
Pero al tiempo es áspera como la vida, no hace trampas y deja un resquicio abierto a la inteligencia de su público, un detalle no menor en tiempos de adocenamiento.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.