Días de rabia
Entre una película y su secuela pueden existir rimas visuales cargadas de sentido, más allá de la exigencia que tiene toda ficción subordinada de ofrecer lo mismo, aunque de otra manera. En 28 días después (2002), la película de zombies de Danny Boyle que parecía avergonzarse de su adscripción genérica, había una poderosa imagen: un grupo de ratas huyendo aterrorizadas del interior de un túnel tras una explosión de horror desordenado e irracional. En un momento de 28 semanas después, la secuela que ha realizado Juan Carlos Fresnadillo sin la displicencia de su antecesor, un grupo de personas huye a través de un gélido espacio urbano. En este caso, el motor del pánico es una racional aplicación de los protocolos del exterminio. 28 días después era una pesadilla de desintegración, la crónica urgente de la inmersión de una civilización en el caos. 28 semanas después es una pesadilla de reconstrucción, que indaga en la fragilidad de los nuevos órdenes en fase de esbozo.
28 SEMANAS DESPUÉS
Dirección: Juan Carlos Fresnadillo. Intérpretes: Robert Carlyle, Rose Byrne, Jeremy Renner, Amanda Walker. Género: terror. Reino Unido, 2007. Duración: 99 minutos.
A pesar de que a Boyle no le gustara hablar de zombies, el éxito de su película propició un renacimiento del subgénero y una puesta al día del arquetipo para unos tiempos que se perciben como preapocalípticos. La rabia que se propaga de manera viral en las películas de Boyle y Fresnadillo es, en cierto sentido, la expresión de un malestar sujeto a diversas interpretaciones. Con ese material entre manos -y la complicidad del guionista y escritor Alex Garland-, Boyle se limitó a refrendar su naturaleza de autor líquido, capaz de transitar por todo tipo de géneros y registros. Fresnadillo parece haberse sentido motivado por algo más: en este caso, el fin de la civilización, y los espejismos de su renacimiento, funcionan como algo más que un funcional telón de fondo o una leve referencia genérica.
En 28 semanas después, la crónica de una brutal desintegración familiar funciona como metonimia de la súbita ruptura de un orden incipiente: el padre movido por el instinto de devorar a sus hijos es la forma poshumana de esa gestión del control que acaba considerando el exterminio indiscriminado como parte de una ecuación. A toda la agresividad conceptual de la propuesta, Fresnadillo suma un buen número de estímulos de superficie: el encuentro de un helicóptero con una horda de zombies -escena que mantiene una estimulante y casual sincronía con la inminente Planet Terror de Robert Rodríguez- propicia un tour de force del exceso capaz de saciar a todo aficionado con hambre de emociones extremas. Fresnadillo ha hecho mucho más que cumplir.
Babelia
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