Amores turbulentos
En su primera mitad, esta sorprendente, arrebatada y arrebatadora segunda película de Christophe Ruggia (su debú, El chico del 'chaâba', se estrenó entre nosotros: nada tiene que ver el tono descriptivo de ésta con el desgarrado lirismo de Los diablos) parece casi la explicación de un caso científico: Joseph y Chloé, dos niños conflictivos -mucho más ella: es un caso extremo de autismo-, huérfanos y hermanos, que escapan sin cesar de cuantos -psicólogos, educadores, celadores de orfanato- pretenden separarlos, intentan por todos los medios mantener su precaria, angustiosa libertad huyendo por bosques, arrabales, carreteras.
En este fragmento, una película de carretera pautada por puntuales arrestos, parece que asistiéramos a la explicación de un caso clínico: Chloé no puede vivir sin asistencia médica, pero sólo su hermano parece capaz de calmarla cuando ella se descontrola. Y, sin embargo, lo que Ruggia pretende contar va apareciendo lentamente por entre los entresijos de ese peculiar filme casi científico: en realidad, estamos asistiendo a una historia de amor que no osa mencionar su nombre; a un incesto no contaminado por la prohibición social, pero no por ello menos cierto.
LOS DIABLOS
Dirección: Christophe Ruggia. Intérpretes: Vincent Rottiers, Adèle Haenel, Rochdy Labidi, Jacques Bonaffé. Género: drama. Francia-España, 2002. Duración: 105 minutos.
Ruggia muestra esta relación sin tapujos, con una claridad que puede herir ciertos sentimientos, pero con la honestidad de quien juega claro. Tiene el filme el arrebato de la locura, pero también la fuerza de lo irresistible, el aire de un amour fou tan terminal como, en ocasiones, descompensado por puro enloquecimiento. Podrá molestar a algunos; pero no cabe duda de que en el caso del francés estamos ante un cineasta torrencial, imparable: ante un fenómeno en todas las acepciones del término.
Babelia
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