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Más turismo, pero menos empleo

Los sindicatos alertan de un aumento de la economía sumergida en el sector - Patronales y algunos expertos apuntan a una mejor organización

Algo no encaja. El turismo ha registrado un récord de ingresos este año: entre enero y agosto los visitantes extranjeros desembolsaron más de 8.000 millones de euros. Creció la ocupación hotelera. Se dispararon las llegadas al aeropuerto de El Prat. Sin embargo, el empleo relacionado con el turismo apenas ha mejorado. ¿Cómo se explica el desfase? Los sindicatos tienen claro que responde a un aumento de la precariedad y la economía sumergida que pone en peligro la calidad de los servicios. Algunos expertos, sin embargo, creen que el miedo a perder su puesto ha hecho a los empleados más productivos.

Las pernoctaciones hoteleras crecieron este verano entre un 5% y un 15% en Cataluña, según cifras del Instituto Nacional de Estadística. El empleo en estos mismos establecimientos, sin embargo, remontó solo entre el 2% y el 4%. Según cálculos de los sindicatos, el panorama es escalofriante, ya que si se extraen de los cálculos los hoteles de alta gama, en los de categoría inferior y los restaurantes este año se ha destruido empleo. "En Cataluña la hostelería daba empleo a 410.000 personas en 2007. Ahora, a unas 280.000 personas. El número de turistas y los ingresos, sin embargo, no dejan de crecer. Con las plantillas oficiales es imposible que se estén cubriendo legalmente las necesidades del sector", asegura Óscar López, secretario general de Comercio, Hostelería y Turismo de UGT.

"Ha vuelto el trabajo en negro", resume López, que se atreve a poner cifras a su teoría: "En la costa, de cada 10 personas que trabajaron este verano en bares y restaurantes, siete no tenían contrato", lanza. La inspección, señala, no da abasto para controlarlo.

Manuel García Murillo, secretario general de la federación de comercio y hostelería de CC OO de Cataluña, dibuja un panorama muy similar. "Algunos empresarios hacen contratos, pero solo de 20 horas semanales. Luego exigen 40 horas y pagan en negro", explica. Dice que conocen casos de cocinas con tres profesionales y 18 becarios, muchos de ellos de escuelas de países del Este. "No tenemos nada en contra de las becas de formación, pero sí de que se abuse de ellas", se queja. "La Administración debe entender que no cuadra", lamenta García Murillo.

Las patronales niegan las acusaciones. El Gremio de Restauradores de Barcelona señala que sus asociados cumplen todos los controles. "No recurren a estas prácticas porque saben que podría repercutir en la calidad", señala una portavoz.Para Bruno Hallé, socio director de la consult ora Magma Turismo, el tímido aumento del empleo responde en realidad a una mejora de la productividad. "Los directivos han empezado a gestionar mejor sus plantillas y han logrado que sean más productivas", afirma. Además, añade, muchos establecimientos han reducido algunos servicios que requerían mucho personal. "El auge del todo incluido, por ejemplo, exige menos empleados, porque se basa en el bufet y los autoservicios", apunta.

Ricard Santomà, subdirector de la escuela TSI-Turismo Sant Ignasi (vinculada a la Universidad Ramon Llull y a ESADE), cree que los empresarios tienen miedo a contratar porque no se creen que la crisis haya terminado del todo. No descarta que haya una precarización del empleo. "Pero en muchos casos es la plantilla la que suple el trabajo extra, porque tiene miedo", razona. "Aunque sea duro, el miedo es una motivación potente para ser productivos", añade. El problema, dice, no es solo si faltan contratos, sino la exigencia de estos. "Si el sector no se profesionaliza, la calidad se resentirá. Falta formación, inversión y renovación, pero muchas empresas, sobre todo medianas y pequeñas, no lo aceptan", lamenta.

La Administración no es tan clara como los sindicatos, pero tampoco niega la mayor. El propio consejero de Empresa y Empleo, Francesc Xavier Mena, reconoció la pasada semana que es posible que algunas empresas estén recurriendo "a economía sumergida", pero aseguró que su departamento lucha contra lo que consideran "competencia desleal".

- Josep Maria Baiget, director de hotel. Tiene 67 años y es un veterano de la hostelería de Salou (Tarragonès). Hace más de cuatro décadas que trabaja en el sector y desde hace 20 años dirige uno de los hoteles emblemáticos de la Costa Daurada: el Olympus Palace, de cuatro estrellas y 245 habitaciones. Baiget confirma la remontada del sector. "No es para aplaudir, porque la crisis se sigue notando, pero llevábamos varios años cerrando con déficit y este al menos no hemos perdido dinero", explica. A su juicio, la clave de la mejora son las revueltas árabes: "Hemos notado un desvío de mercados", dice Baiget. Muchos días su hotel ha tenido un 100% de ocupación. El complejo tiene unos 80 empleados, los mismos que años anteriores. Niega que haya más empleo sumergido: "Si escondes gastos y tienes más beneficios, tendrás que pagar más impuestos y a la larga estarías perdiendo. Un hotel no puede permitirse las irregularidades de algunos chiringuitos, porque hay mucho patrimonio invertido".

- Pau Morera, pinchadiscos sin contrato. Pau no es Pau. Prefiere no dar su verdadero nombre para evitar problemas. Es un diseñador gráfico de 33 años metido a pinchadiscos ocasional. Este verano ha pinchado jazz, funky y rock en uno de los bares de moda de una localidad turística de la Costa Brava. Cobra en negro, como casi todos los que en su sector no se han hecho aún un nombre en el mundillo: 70 euros por una sesión de cuatro horas. El salario, dice, depende de lo que uno sea capaz de negociar con el local. No le pagan ni desplazamientos ni el material que utiliza (un ordenador portátil y un mp3 cargado de música). "Tampoco me interesa tener un contrato, porque así puedo negociar los días que me va bien ir y los que no", explica. Aun así, se queja de algunos dueños de locales que escatiman cada céntimo que pagan. "Le dije al gerente: 'Por menos dinero, te hago unos recopilatorios y los pones", dice, aunque añade que no sería lo mismo, porque cuando pincha orienta la sesión hacia lo que percibe en el público. Pese a que la música es su pasión, no se dedicará a ello siempre: "No quiero vivir de noche".

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