Los 'sobreteixims' de Miró
Mont-roig, refugio del artista, expone su genial obra textil
Todo empezó cerca del Centre Miró de Mont-roig del Camp (Baix Camp), que expone y rememora ahora la obra textil de Joan Miró. Corría la noche de fin de año de 1966 y la única hija del artista sufrió un aparatoso accidente en la estación de tren del pueblo que casi le segó las piernas. El hospital de la Cruz Roja de Tarragona la salvó, pero no quiso cobrar al padre. El artista dijo que volvería con un cuadro para decorar el hospital. Miró no cumplió su palabra: se presentó con un tapiz. Fue la primera pieza de una herencia que terminaría creando un nuevo lenguaje artístico.
El Mont-roig que vio nacer este idioma ahora lo analiza. El montaje Miró-Royo: tapissos repasa el proceso con que el artista se lanzó a estampar las enigmáticas y sinuosas figuras sobre los tejidos hasta crear un mundo inédito, sorprendente. Antes de Miró el tapiz era puro juego de geometrías. El artista se limitó a aplicar la misma visión que ya había imprimido a la pintura, la cerámica y la escultura. Pero abrió un mundo inimaginable que Mont-roig recrea hasta el 31 de diciembre.
El agradecimiento a un hospital por curar a su hija llevó al pintor a las telas
La estampación de sus enigmáticas y sinuosas figuras creó un mundo inédito
Un propósito complejo dado el gigantismo de la mayoría de los tapices de Miró, muchos expuestos en centros y museos internacionales. La exposición compensa la ausencia de las grandes obras repasando su antesala creativa, los bosquejos que darían luz a los tejidos, las dudas del artista, su correspondencia con Josep Royo, artesano y su mano derecha para trabajar sobre sacos u otras fibras naturales, las preferidas de Miró.
"Quiero aportar algo personal a los tapices, algo mío", escribió Miró en una de las misivas que reproduce la exposición. Lo volcó todo hasta que fue necesario inventar un término nuevo. Los sobreteixims, palabra de difícil traducción, definen la peculiaridad que Miró imprimió sobre la lana, los fardos, la tela. Las manos del artista dejaron en los tejidos nuevos elementos de diferentes cualidades, les pegaba objetos que actúan como tapices sobre el mismo tapiz hasta articular un collage enloquecido. Esa técnica la reproduce Mont-roig en El llangardaix de les plomes d'or, cuya extraña textura magnetiza, igual que Miró hipnotizó al arte entero, también grabando sobre cuerdas y sacos, reinventando los tapices.
El tándem Miró-Royo ideó y plasmó en Tarragona obras que hoy siguen siendo referencia: el tapiz que preside la National Gallery of Art de Washington, el de la Fundación Joan Miró de Barcelona, también la famosa obra de La Caixa.. No se pueden ver en Mont-roig, pero se palpa su concepción, la efervescencia del artista, siempre atento, siempre pensativo, casi siempre silencioso. Tampoco puede verse el tejido que lucía en el World Trade Center de Nueva York, perdido para siempre tras el 11-S. La exposición fotográfica lo mantiene vivo en Mont-roig. También permite apreciar las obras textiles en su máxima expresión artística, dando nuevas formas a fachadas, colgadas del rosetón de una iglesia que lanza hasta el suelo una alfombra de colores vivaces y figuras imposibles.
El lugar para apreciarlo resulta inmejorable: Miró no sería nada sin Mont-roig. Nadie creería esta afirmación de no ser porque así lo aseguró el propio Miró, incapaz de concentrarse en la jungla artística parisiense. "Toda mi obra se la debo a Mont-roig", dijo quien pasó más de 60 veranos allí. Poco le importaba que en París se le conociera, no sin cierta sorna, como el marqués de Mont-roig. Miró regresaba cada verano a reinterpretar su peculiar arte geométrico, la fuerza de las líneas que ahora recupera Mont-roig, en forma de tapices.
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