Un regalo para 2009
¿Peor imposible? El año 2008 ha sido un regalo para que 2009 no sea un agujero negro como algunos auguran. La broma, estos días, es desear un feliz 2010, dando por hecho que nadie podrá escapar a la fatalidad. ¡Ah, los pesimistas! Qué lucidez la suya, qué inteligencia preclara la que no confía en la capacidad de los anticuerpos generados, pacientemente, a lo largo de dos décadas de desvarío, exageración, delirio y lógico estrés ante el pensamiento único de la impotencia. Como si la humanidad no hubiera sabido, desde hace siglos, superar las circunstancias más adversas, como si fuera imposible aprender del pasado, de la historia. Como si la inteligencia -no su simulacro propagandístico o su ficción monetarista- no existiera.
La realidad es la que obliga a parar el frenesí de unas cuantas vidas esclavas de la prisa
Sólo la incultura es capaz de ignorar algo tan obvio: pese a las catástrofes, estamos aquí, seguimos vivos y tenemos intención de seguir estándolo. ¿Impotencia? ¿Y si la impotencia sólo fuera un invento de la alianza entre el poder y la comodidad pusilánime que desactiva las neuronas de la mayoría? ¿Han podido los grandes avances en la historia humana prescindir de la voluntad de gente como nosotros mismos? ¿No es la España contemporánea un buen ejemplo de cómo se dejó atrás una etapa inerte y estéril, gracias al trabajo de una mayoría que aún existe? ¿No son los logros de la democracia, uno a uno, paso a paso, resultado de un trabajo mucho más colectivo que individual?
Ahí está esa clase media silenciosa pero lúcida, capaz de sostener las estructuras sociales más inverosímiles, cuidando, a la vez, de los jóvenes y de los viejos como si fuera una oculta Seguridad Social. Una clase media construida con esfuerzo y voluntad a la que sólo el virus nefasto de la avaricia, la prisa y la competición combinadas es capaz de alterar. En la solidez y la resistencia de las gentes corrientes está la clave para que el año 2009 no desaproveche su gran oportunidad: la de tener los pies en la tierra. Saber dónde estamos es un regalo inesperado. Por ello estamos mejor que hace un año.
Quienes hoy se rasgan las vestiduras por la falta de liderazgo ¿no caen en el odioso y viejo vicio de desear un mesías salvador para evitar que los ciudadanos, comodones y dormidos, despierten de una vez y adviertan el poder de su fuerza real? ¿No era hasta hace poco este famoso señor Madoff, que ha logrado deber -que se sepa y según dicen sus propios hijos- al menos 50.000 millones de dólares, un líder de las fianzas? ¿Son este tipo de magos los que hacen falta o los que sobran? Tropezar cientos de veces con la misma piedra es, sin duda, lo humano, pero ¿a cuántos ejecutivos modélicos, como Mario Conde, el gran ejemplo español, hemos visto hacer grandes jugadas a costa de silenciosas mayorías?
Obviamente, hay motivos serios de preocupación. Ahí está -es tan sólo un ejemplo punzante de falta de realismo- esa obsesión por destruir la naturaleza y recrearla en un producto digital, es decir, virtual. Una naturaleza que no ocupa espacio es cultura, sin duda, pero también puede ser una gran mentira cuando se convierte en un ideal para quienes ocupamos un espacio y un tiempo bien precisos. La crisis sólo ha sido real cuando se ha traducido en aquello que podemos tocar: puestos de trabajo perdidos, dramas humanos concretos. La realidad vuelve a mandar, un descubrimiento de primer orden para tenerlo en cuenta de ahora en adelante.
La realidad es la que obliga a parar el frenesí de unas cuantas vidas esclavas de la prisa. Prisa por llegar, por estar en todas partes, por triunfar, por sobresalir, por ganar dinero, por contactar y ganar adeptos. ¡Uf! Prescindir del tiempo y del espacio es una indigna petulancia, impropia de la inteligencia real imprescindible para, tan sólo, sobrevivir. Así que 2009 deberá ser más lento para devolvernos la lucidez en la mirada y saber distinguir la estulticia de lo que vale la pena.
Los descubrimientos impagables de este generoso 2008 -culminación de una época que la historia puede etiquetar como los años locos- obligan a reconocer lo importante. ¿Qué hacemos con los viejos?, por ejemplo. ¿Será alguien capaz de decir bien alto que el talento no tiene edad, que la juventud se ha convertido en un falso valor y que la guerra entre generaciones es un sinsentido? Sólo un mundo en el que se desarrolla una guerra de todos contra todos y en el que permanentemente resuena un zafarrancho de combate ignora que la edad y el talento tienen total libertad de coexistencia. ¿Mas claro? Se pueden tener 20 años, 40, 60 o más de 80 y ser estúpido o espléndidamente valioso. Envejecer no es una enfermedad o un defecto, es una envidiable cualidad lograda, paradójicamente, por el aprovechamiento del talento. No es un mensaje banal, sino imprescindible para seguir adelante sin equívocos desorientadores, tomando la realidad como referencia.
Socialmente el año 2009 sale con ventaja. Las generaciones que no han conocido guerras y las que no han vivido ninguna crisis han aprendido mucho en este aleccionador 2008.
m.riviere17@yahoo.es
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