Se querellaría contra sí mismo
Ayer fui a la presentación del álbum El arte de criar malvas, que después de Memorias de un hombre de segunda mano y de Bohemio, pero abstemio constituye el tercer tomo de la autobiografía, hilarante, pero también, si se lee entre líneas, desgarrada, de Ramón Boldú.
El acontecimiento era en la FNAC de la plaza de Catalunya, pero no en el auditorio de la planta baja, donde se estaba celebrando un concierto de la banda roquera Mishima, que tenía la sala abarrotada y gente fuera pugnando por entrar, sino en la segunda planta. En un pasillo.
El público sumaba dos docenas de personas. Por todo asiento se había dispuesto frente a la mesita donde el autor iba a responder a las preguntas del público un puf que ya estaba ocupado por tres señores de avanzada edad, uno de los cuales se durmió nada más empezar el acto y siguió plácidamente dormido mientras duró. Mientras el presentador -Ramón de España- dialogaba con Boldú con bastante gracia y desenvoltura, la clientela ajena al asunto iba pasando entre ellos y el público.
Ramón Boldú es un fenómeno sin par, un narrador de inmenso talento y pudor muy escaso
Había poca gente, pero bien mirado ¿qué importa? Para multitudes ya están los desfiles y los estadios.
Boldú es un fenómeno sin par. Un narrador de inmenso talento y pudor muy escaso. Escaso, pero no inexistente, pues hojeando el libro de su vida y repasando las barbaridades que cuenta allí de los demás y de sí mismo, le oí exclamar: "¡Me metería una querella a mí mismo!".
Todavía no se ha querellado contra sí mismo, pero en su lugar ya lo hicieron ocho enfermeras de la Quirón, un consejero de la Generalitat, parientes, amigos y conocidos y algunas personas más, hasta un total de 20 querellas. Anduvo algún tiempo en busca y captura, pero parece que ya está en paz con la justicia.
La culpa de tanto pleito la tiene su pasión dominante, que no es el humor, ni la narrativa, ni el soporte del cómic, sino la sinceridad.
El resultado... Como dice Santiago Segura en el prólogo, "¡los espejos deformantes de Valle-Inclán son menos crueles!".
La mirada de Boldú es tan cruel consigo mismo como con los demás. Así en este álbum, que sigue cronológicamente las aventuras de los otros dos, nos explica cómo tras ser expulsado del hogar por su segunda o tercera esposa, arruinado, sin editor, sin trabajo y bien entrado ya en la cincuentena, no le quedó otro recurso que volverse a vivir con papá y mamá... aportando al hogar paterno su hijo adolescente y su perro.
Mientras tanto, seguía procurando encontrar el amor de su vida en los chats de sado y de parejas que quieren llevar a la práctica fantasías triangulares...
Es legítimo sospechar que este hombre se mete en algunos líos para luego tener algo fuerte que contar.
Tanto en el cómic americano como en el europeo, lo mejor que se hace hoy día está en el género autobiográfico. Eso es notorio y evidente. Pero creo que no hay en el mundo otro narrador que encuentre tan divertidas sus propias desventuras, que tenga tan poca piedad consigo mismo y con los demás, y tanta lucidez, y a la vez lo cuente desde el optimismo, desde el humor.
Claro que de vez en cuando debajo de la sonrisa asoma una mueca patética, trágica.
El acto fue una buena ocasión para felicitar a Laureano Domínguez, el editor de Astiberri, por tres motivos: por respaldar al gran Boldú, por editar con esa pulcritud intachable y por haber vivido (después de aprender el oficio en Ediciones Z y en otras casas barcelonesas) unos años al lado de las Merindades, comarca hechizada del norte de Burgos, con sus vestigios románicos y sus aldeas perdidas en las praderas sonámbulas.
Para dentro de unos meses nos anunció una reedición corregida y depurada de los dos primeros volúmenes de la autobiografía de Boldú, joyas absolutas de la literatura confesional.
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