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Columna
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El cierre político del Memorial Democrático

No hay futuro para la memoria democrática en Cataluña si no se construye desde el reconocimiento de la pluralidad de memorias dentro de la lucha por las libertades y la democracia. Lo que distingue al Memorial Democrático de otras instituciones memoriales es el adjetivo que precisa y distingue el sentido del sustantivo. En España tenemos sobradas razones para condenar y combatir todas las dictaduras y para defender, ante todo, los valores democráticos. El discurso centrado en igualar las víctimas de la persecución de uno y otro lado, republicano o franquista, como hizo la vicepresidenta Joana Ortega en su comparecencia parlamentaria (EL PAÍS, 3 de marzo) olvida esta cuestión crucial. No es lo mismo la violencia planificada por el fascismo insurgente y la dictadura franquista que la violencia incontrolada que toda guerra civil genera. La insurrección fascista de julio de 1936 llevó a cabo una programada persecución contra los republicanos que no cesó hasta la muerte del dictador.

La memoria democrática es la única vía para cerrar las heridas del pasado con el conocimiento de la verdad

El mal mayor, y origen de la guerra fratricida, fue la sublevación fascista y la violación de la legitimidad republicana. Su consecuencia fue la imposición de una dictadura criminal entre dos legítimas legalidades, la republicana surgida de la voluntad popular y la democracia vigente, cuyo origen vino mediatizado por la transición de la desmemoria. Han pasado los años y tenemos el derecho y el deber de recordar, de recuperar la verdad. No se trata ahora de denunciar una transición democrática que no fue modélica, sino de exigir justicia en todo aquello que la transición incitó a olvidar, o dejó pendiente de verdad. Cuando Manuel Azaña culminó su discurso del 18 de julio de 1938 en el Saló de Cent con "el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: paz, piedad, perdón", no llamó al olvido sino a la memoria para que nunca jamás hubiera otra guerra fratricida.

Perdón, sí; olvido, no. La memoria democrática solo se puede construir desde el reconocimiento para todos los que lucharon contra el fascismo y la dictadura franquista, sin excepción ideológica, desde Carrasco i Formiguera a Comorera. Todos los antifranquistas merecen igual honor y reconocimiento. Es necesaria una institución como el Memorial Democrático que así lo defienda y lo propague. Una institución que haga pedagogía del coste humano de la Guerra Civil, del exilio y de la dictadura, que promueva el conocimiento de la lucha por la democracia y el autogobierno de Cataluña. En este sentido, el 14 de abril de 1931 es la más bella imagen del siglo XX, que identifica la larga lucha por la libertad, la democracia y la autodeterminación de Cataluña. En aquellos días se supo tener la inteligencia de entender la democracia y la autodeterminación como un proceso que no renuncia a sus objetivos finales, pero que sabe negociar soluciones intermedias. También hubo sensatez e inteligencia en la acción unitaria de la oposición democrática en Cataluña, bajo la hegemonía de las izquierdas catalanistas, aunque a algunos les remueva el estómago reconocerlo.

La memoria republicana es la que da sentido a la defensa y profundización de la democracia presente. Una sociedad libre adquiere mayor solidez democrática en la medida que conoce y aprende de las injusticias del pasado. ¿Es justa una sociedad que da la espalda a las decenas de miles de desaparecidos por los crímenes del franquismo? ¿Puede ser respetado un poder judicial que niega la revisión de tantas sentencias políticas dictadas bajo la dictadura? ¿A qué esperan las instituciones públicas de la democracia para aprobar las leyes que condenen con todas sus consecuencias a la dictadura y anulen sus actos violadores de los derechos humanos? La memoria democrática es la única vía para cerrar las heridas del pasado mediante el conocimiento de la verdad y el reconocimiento para los patriotas de la libertad. Por esto, y en caso de producirse, el cierre político del Memorial Democrático sería un gran error y un retroceso de nuestra democracia.

Miquel Caminal i Badia es exdirector del Memorial Democrático y Catedrático de Ciencia Política de la UB.

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