Regreso a la batalla del Segre
Un libro analiza la lucha entre fascistas y republicanos, en un frente de 300 kilómetros, durante la Guerra Civil
La batalla del Ebro ha sido presentada siempre por los historiadores como la madre de todas las batallas que se libraron durante la Guerra Civil española. ¿Pero realmente tuvo tanta importancia en el desenlace de la contienda y para que las tropas franquistas conquistaran Cataluña? Un libro editado por Pagès Editors titulado La batalla del Segre i el Noguera Pallaresa (El atac final contra Catalunya, abril-decembre 1938) trata de demostrar que la batalla que posiblemente decidió de antemano la suerte de Cataluña fue la que se desarrolló a lo largo de nueve meses en diversos escenarios del frente del Segre.
El frente del Segre, con casi 300 kilómetros desde la desembocadura del Segre en Mequinensa hasta el Pirineo, no fue sólo una batalla, sino varias que se fueron sucediendo entre los meses de abril y diciembre de 1938, con la intervención de unos 180.000 soldados por bando. El libro, en el que han colaborado los historiadores Pol Galitó, Manel Gimeno, Rodrigo Pita y Josep Tarragona, hace por primera vez una descripción global de todas las batallas del Segre y concluye que todas ellas fueron decisivas para que Franco entrara en Catalunya. Uno de los aspectos tal vez más novedosos del documento es que pone de manifiesto que la resistencia de los republicanos en todo el frente del Segre y del Noguera Pallaresa sirvió para retrasar varios meses la entrada de las tropas franquistas en Barcelona, una vez rotos los frentes de Aragón y del Ebro.
La batalla del Ebro ha sido la más conocida, de la que se ha hablado y escrito más y también la que ha merecido los honores literarios por parte de los historiadores y especialistas en temas relacionados con la Guerra Civil española. El interés de los autores de este libro no es polemizar con quienes han considerado que aquella fue la batalla por antonomasia o más trascendental, sino el reivindicar la importancia que tuvo el frente del Segre y demostrar que éste no fue tan secundario como se había creído hasta ahora.
Entre los dos frentes hubo muchas similitudes y también diferencias notables. El del Ebro tuvo una duración de 114 días, del 25 de julio al 16 de noviembre de 1938, mientras que el del Segre duró cinco meses más, entre abril de 1938 y enero de 1939. En la batalla del Segre hubo más tropas implicadas que en la del Ebro -200.000 hombres por bando- y el campo de acción también fue más extenso en tierras leridanas. Los historiadores no se ponen de acuerdo en el número de bajas sufridas, pero en ambos escenarios fueron de miles de soldados por cada bando. Tanto en un lugar como en el otro, los combates fueron igual de intensos y de encarnizados. Los dos ejércitos perdieron gran cantidad de aviones y armamento, pero mientras que Franco podía reponerlo rápidamente gracias a la ayuda italiana y alemana, los republicanos tuvieron que seguir luchando con lo puesto.
Josep Tarragona explica que la batalla del Ebro fue "una pérdida de tiempo, de vidas humanas y de material bélico por parte del ejército de la República porque no sirvió para nada". El historiador considera que si todos los esfuerzos realizados en el Ebro se hubieran destinado a la defensa del frente del Segre y del Pallaresa, desde donde Franco amenazaba realmente a Cataluña, y se hubieran aprovechado mejor las ofensivas lanzadas en mayo y noviembre de 1938 para recuperar los puestos de Balaguer, Tremp y Seròs, las cosas habrían sido muy diferentes. "Posiblemente", añade, "también se habría acabado perdiendo la guerra porque los mandos republicanos no sabían mover las reservas, pero habría durado más, se habría evitado la carnicería del Ebro y las tropas franquistas no lo habrían tenido tan fácil para lanzar la ofensiva final contra Cataluña". De hecho, el avance definitivo hacia Barcelona se produjo a partir de diciembre de 1938 desde el frente del Segre.
El libro también destaca que gracias a la resistencia ofrecida durante la última semana de diciembre de 1938 y la primera de enero de 1939 pudieron salir por la frontera con Francia alrededor de 100.000 soldados republicanos y 200.000 civiles. Aquellas dos semanas hicieron posible que la retirada de las fuerzas republicanas fuera menos desordenada de lo que se ha dicho, algo que corrobora la teoría de que el frente del Segre no fue secundario. "Las contraofensivas republicanas para tomar o recuperar posiciones fueron de tanta entidad que estuvieron a punto de romper el frente varias veces y éste es un hecho que merece ser destacado", afirma Tarragona.
Entre abril y diciembre de 1938, el Noguera Pallaresa y el Segre fueron testimonios de encarnizados enfrentamientos entre nacionales y republicanos por el control de los dos ríos, pero sobre todo de las presas y centrales eléctricas.
Las presas como arma
La importancia del control de la presas de Camarasa y Tremp se puso de relieve durante la batalla del Ebro, pero también en los combates de Vilanova de la Barca en agosto y del Baix Segre en noviembre. La posibilidad de regular el caudal del río Segre y de paso aumentar el del Ebro se convirtió en un arma poderosa, ya que las avenidas intencionadas servían para arrasar los puentes provisionales, pasarelas y barcas de los republicanos y dejar aisladas las tropas que se encontraban al otro lado del río. El mérito de esta "artillería hidráulica" fue de el ingeniero británico de la compañía Riegos y Fuerza del Ebro, Charles Smith, que huyó de España en 1936 cuando las FAI se apropiaron de las centrales hidroeléctricas y cuando regresó, en 1938, colaboró con los franquistas, ya que conocía muy bien el sistema de control de las compuertas de la presa de Camarasa. Una vez acabado el conflicto regresó a su país y proclamó descaradamente que él había ayudado a Franco a ganar la guerra.
En ese momento, la guerra se había convertido en un juego de estrategias militares de los generales Francisco Franco y Vicente Rojo, y en ese contexto hay que situar combates míticos como los que tuvieron lugar en las cabezas de puente de Seròs, Balaguer y Tremp, y episodios sangrientos como los que se libraron en el Baix Segre, en Vilanova de la Barca, en el Merengue, en Sant Corneli y en Baladrado. En estos nueve meses se fue cimentando la ofensiva decisiva para la entrada de las tropas franquistas en Cataluña.
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