"Detesto la Sagrada Familia"
El crítico Robert Hugues prepara un ensayo sobre el Palau de la Música que saldrá en 2008
"No quiero generar controversia, aunque parece inevitable". Lo afirmó Robert Hughes (Sidney, 1938), uno de los críticos de arte más influyentes de la segunda mitad del siglo XX, tras opinar sin reservas ni hipocresías sobre Barcelona, sus edificios históricos y sus museos actuales, durante una visita a la capital catalana con motivo de un encargo de la editorial Triangle Postal, SL. "Detesto la Sagrada Familia, pero amo sin condiciones la Colonia Güell. También odio el edificio del Macba [Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona] y considero que su colección es horrible, aún peor que la construcción", resumió Hughes. El crítico escribirá un ensayo sobre el Palau de la Música Catalana, obra maestra de Lluís Domènech i Montaner, para un libro con fotografías de Pere Vives y Ricard Pla, que Triangle Postal publicará a mediados de 2008, en el marco de las celebraciones para el centenario de este emblemático edificio, que se inauguró el 9 de febrero de 1908.
"Respecto a Adrià, me parece ridícula tanto su participación como su propuesta"
"Odio el edificio del Macba y considero que su colección es aún más horrible"
"Más que investigar, quería ver el resultado de la restauración y es excelente. Me encanta el Petit Palau. Tusquets es un arquitecto admirable, incluso quiero comprarme dos de sus taburetes para mi cocina de Nueva York", explicó, en referencia a las obras de construcción de una nueva sala subterránea (el Petit Palau) y la apertura de una plaza exterior en lugar de una fea iglesia, realizadas en 2004 por el arquitecto Óscar Tusquets, quien también dirigió la reforma y ampliación del Palau, que se llevó a cabo en 1989.
"Tusquets ha hecho algo casi imposible y, aunque parezca increíble, lo ha logrado con la ayuda de la Iglesia católica y del obispo. Me gusta muchísimo la integración de los elementos nuevos con la estructura original", afirmó Hughes, sin renunciar a abrir un paréntesis sobre el papel de las instituciones religiosas. "Con su desamortización, Mendizábal desempeñó un papel fundamental en la modernización de Barcelona y ,sin embargo, no le han dedicado ni una pequeña calle. Hay un bar Mendizábal, cerca de la Boquería, pero no se puede considerar un reconocimiento oficial", bromeó Hughes. "Gaudí es indudablemente un genio de la arquitectura, pero hay algo loco e inhumano en la Sagrada Familia. A lo mejor lo digo porque soy ex católico, pero no me gusta el fanatismo religioso. En cambio, la Pedrera es maravillosa y también el palacio del parque Güell, pero desgraciadamente es privado. Otros de mis preferidos son Rubió i Bellver y Jujol", enumeró el crítico.
Hugues tampoco rehusó expresar su opinión a propósito de la larguísima reestructuración del Palau Nacional de Montjuïc, sede del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), que se inauguró por entregas entre 1992 y octubre de 2004. "La reforma es horrenda. Gae Aulenti [la arquitecta italiana responsable de las obras] ha cometido un gran error, pero la colección es fantástica, incluye el mejor románico del mundo", aseguró Hughes. A propósito del MNAC, el escritor recordó una anécdota, que también se relata en el libro Barcelona, la gran hechicera (RBA Editores, 2005). Explicó que en 1992 el Rey debía presidir un acto en la recién reformada Sala Oval, pero la presencia de un gran número de palomas que habían nidificado también en el interior del edificio ponía en peligro el éxito del evento. Informado por su amiga, la política socialista Margarita Obiols, Hughes resolvió el problema a la manera de Hemingway o de Crocodile Dundee, según se vea: subió al techo, armado de una escopeta de perdigones, y se cargó unos cuantos pájaros. Ayer él no lo contó, pero la leyenda añade que al bajar de la terraza se topó con un grupo de policías que le apuntaban, creyéndole un terrorista dispuesto a asesinar al Rey de España.
Hughes, quien atendió a la prensa de vuelta de un paseo por su querida Boqueria, a pesar de las dolorosas secuelas que le dejó un atropello de coche casi letal, no pudo evitar quejarse por el acoso de los turistas a la ciudad. "Estoy cansado de los que vienen a Barcelona y se comportan como japoneses. Por otro lado, me parece que la ciudad está superpoblada, y no sólo en el sentido estadístico, y también demasiado preocupada de su imagen".
Quien fue durante más de 30 años el principal crítico de arte de la revista Time, no esperó la inevitable pregunta sobre la participación del cocinero Ferran Adrià en Documenta, una de las citas más prestigiosas del arte contemporáneo. Hughes, quien forma parte del reducido grupo de personas que considera una comida en El Bulli más parecida a una refinada tortura que a una experiencia sensorial sublime, fue tajante al respecto. "Será que tengo gustos vulgares, pero no me gusta la cocina de Adrià. No es que esté en contra o a favor, tan sólo me parece ridícula tanto su participación como su propuesta. De todas maneras hay tanta mierda en las bienales y demás manifestaciones parecidas...", lamentó, antes de concluir: "Son tiempos de recesión cultural, no hay ningún artista que se pueda comparar con un talento polifacético como Montaner, con la energía que ponía en cada detalle. Estamos condenados a pagar millones por cualquier pedo de Jasper Johns, pero la riqueza de temperamento ha desaparecido y la profusión ha sido sustituida por la confusión".
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