_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Alternativa al gueto escolar?

El consejero de Educación ha presentado la propuesta de experimentar un modelo de espacios transitorios de acogida para alumnos que lleguen sin conocer las lenguas oficiales. Respetando otras opiniones, considero conveniente dar una oportunidad a la propuesta, que podría ser una alternativa al gueto escolar. Mi preferencia se basa en razones de mejora en organización de la atención primera a los inmigrantes, funcionamiento de los centros ordinarios en que se matriculan y condiciones socializantes y pedagógicas de los propios recién llegados.

La atención primera podría mejorar si se concentrase en unas docenas de espacios especializados en vez de dispersarse por más de mil centros ordinarios. Estos espacios podrían tener mejor delimitados sus objetivos y disponer de profesorado experto en la enseñanza de la lengua como segundo idioma, lo que permitiría una gran intensidad en el proceso y su consiguiente acortamiento. Los alumnos, igualados por su origen y desconocimiento de la lengua, no sufrirían ni estigmatización ni guetización, efectos que se producen frente a sujetos considerados superiores. Además de menor costo para el erario y apertura a iniciativas privadas, el modelo propiciaría una distribución más equitativa de los recién llegados, sin romperles arbitrariamente los vínculos afectivos.

La atención mejorará concentrada en espacios especializados en vez de dispersarse en centros ordinarios

Los centros ordinarios integrarían mejor en su funcionamiento educativo y académico a alumnos que llegasen ya en condiciones equivalentes a las de otros grupos ordinarios, como sucede cuando por matrícula viva un escolar de Vic se traslada a Sabadell. Los centros sufren ahora una excesiva diversidad que, con mayor o menor acierto, procuran convertir en manejable. Por ello, no conviene ahogarlos gratuitamente con la llegada de alumnos con diferencias desfavorables. El goteo incesante de chicos sin capacitación lingüística para relacionarse y seguir las clases produce un freno en la marcha general del grupo. Los profesores, no expertos en enseñar lengua a estos alumnos, se ven desbordados por la situación, a pesar de su creatividad y entrega. Lo que los centros y alumnos ganan por la riqueza de la diversidad no compensa el deterioro por un exceso en las diferencias.

También las condiciones socializantes y pedagógicas de los recién llegados pueden mejorar con este modelo. Si unos jóvenes en desventaja comunicativa se incorporan directamente a centros ordinarios, pueden quedar estigmatizados como inferiores ante sus nuevos compañeros, pues ni están en las mismas agrupaciones ni pueden hacer lo mismo. Y peor aún: los mismos recién llegados interiorizan su inferioridad. Resulta lógica entonces la reacción de cerrarse en lo conocido, en su grupo de origen, cuando llegan y después: con frecuencia los patios están poblados por grupos homogéneos por razones de origen. Además, al ser menos intensa la capacitación lingüística, se origina un mayor tiempo de segregación y, por el contrario, si los inmigrantes iniciasen su presentación en la sociedad escolar con aptitudes comunicativas, sus probabilidades de fusionarse con el grupo establecido se incrementarían exponencialmente, pues la socialización resulta fácil entre los poco diferentes.

No ignoro que bajo esta discusión subyace el problema principal, el de la opción política sobre la lengua de la escuela. Con otra opción, no la opuesta sino una diferente, la solución sería distinta y la mitad de los inmigrantes tendrían solucionado el problema. Ahora bien, no cuestionando el statu- quo político-jurídico-pedagógico, parece prudente dar un apoyo crítico a la propuesta del consejero. Habrá que ir con cautela, evitar el filtro ideológico del profesorado, analizar procedimientos y resultados de otras experiencias, aceptar sugerencias, concretar más la propuesta, entender que la complejidad del asunto hace buena la diversidad de tratamientos. En todo caso, conviene tener la mente abierta a la experimentación razonada y, de resultar satisfactoria, proceder a la generalización de los espacios transitorios de acogida, previos a la entrada del alumno recién llegado en los centros normales y, entonces, "extranjerito, te guarde Dios"...

Isidro Cabello Hernandorena es catedrático del IES Investigador Blanxart y master en Gestión y Dirección de Centros Educativos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_