Los padres de los Lunnies
Román y Cia vive un sueño de títeres que factura 550.000 euros anuales
Una nave cualquiera en una calle cualquiera de un polígono industrial de Colmenar Viejo (Madrid). Cuando uno busca una empresa llamada Román y Cia Muñecos Animados, creadora de los archiconocidos Lunnies, se espera encontrar la típica escenografía Disney. Nada parecido identifica la sede de esta compañía, creada hace más de treinta años por Antonio Aragón -"yo me encargo de la administración, del papeleo"-; Manuel Román -"me dicen director artístico"-, y Eduardo Guerrero, ausente en la entrevista y al que sus compañeros dejan la manipulación de las marionetas, la puesta en escena de los espectáculos.
El lugar, que por fuera podría ser un taller mecánico o un almacén de productos chinos, por dentro tiene algo de negocio costurero: cabezas de goma espuma en busca de cuerpo, manos de escayola a las que no acompañan los pertinentes brazos, vestuario que parece sacado del baúl de disfraces de Mortadelo.... ¡Si, hasta el propio Mortadelo observa todo desde una esquina! "Es que también fuimos los encargados de construir y animar los muñecos dobles de los actores que se utilizaron para rodar los golpes, bofetadas y caídas de La Gran Aventura de Mortadelo y Filemón, de Javier Fesser", aseguran. Por este trabajo recibieron un Goya a los mejores efectos especiales.
Sentados en una mesa de trabajo, entre marionetas acabadas e inacabadas, Antonio Aragón y Manuel Román van pasando, una a una, las páginas del álbum de fotos de sus vidas profesionales, unas vidas que se encontraron en la compañía de títeres Deliciosa Royala. "Durante quince años recorrimos el mundo con nuestros montajes hasta que, hace otros quince, nos enganchamos al lenguaje televisivo, a la gran facilidad que tenía el muñeco para adaptarse a este medio". Las marionetas para la última temporada del circo de Televisión Española -"con Miliki"- fueron sus primeras creaciones para la gran pantalla. A partir de ahí vendrían más de veinte producciones teatrales propias, así como numerosas colaboraciones audiovisuales y publicitarias.
Siempre de aquí para allá con sus baúles y sus teatrillos portátiles, los primeros espectáculos callejeros sirvieron para mantener los ojos bien abiertos, para alimentar el impulso creativo con los personajes y escenarios de la cotidianeidad. "La cámara del teléfono móvil nos resulta tremendamente útil. De repente te encuentras con caras en lugares insospechados. Hacemos mucho trabajo de observación y de ahí nacen muchos personajes. Puedes estar harto de ver a un abuelo de rostro arrugado, pero en un momento determinado, caes en que puedes trasladar sus rasgos a un muñeco". A partir de esa primera inspiración, del bosquejo de los primeros bocetos, vendrá la elección del material de trabajo. "Cuando creas un objeto de una manera determinada, transmites emociones concretas: tristeza, miedo, alegría...".
Los festivales de marionetas surgen aquí y allá, y Antonio y Román se regocijan de ello. Así, entre vanguardia y tradición, no sólo hacen soñar, sino que sueñan ellos mismos con que quizás un día no muy lejano exista un teatro dedicado exclusivamente al mundo del titiritero en España. Los 550.000 euros facturados este año demuestran que se puede vivir de la vocación. -
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