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Entrevista:Carlos Pazos

"Mi estudio son las barras de los bares"

Carlos Pazos es de verdad. También es un personaje, o varios. Lo último camufla o potencia lo primero. Como cualquier pop star que se precie, y Pazos se precia de querer serlo, tiene su club de fans, gente que lleva años siguiendo su trabajo y que se alegra de que, ¿por fin?, se le reconozca la profundidad y honestidad de un trabajo que señala al horror y al humor del mundo que vivimos desde una poética muy personal y, al mismo tiempo, compartida por gran parte de sus espectadores. Tras recibir en 2004 el Premio Nacional de Artes Plásticas, el Macba le dedica ahora una exposición que en verano podrá verse en el Reina Sofía de Madrid. Ésta es una aproximación al universo de Pazos (Barcelona, 1949) que puede completarse con el estupendo catálogo de la exposición. Vayan a verla.

"El arte en sí no me interesa, lo que busco es la compañía que puede hacerte el arte"

PREGUNTA. En la exposición puede verse su primera colección, una serie de muñecos de goma.

RESPUESTA. Tenía uno o dos años cuando me la regalaron, pero lo curioso es que mi padre ya compró la colección completa. De pequeño los juguetes me servían para crear historias, no para jugar. Si, por ejemplo, cogía un cochecito y lo hacía rodar, al poco me parecía tonto, una cosa de niños. Prefería mirarlos.

P. Y los coleccionaba.

R. Los coleccionistas catalogan, guardan, clasifican

... Yo más bien soy un acumulador. Cuando encuentro una cosa que me gusta la compro. Lo que me hace sentir feliz es acumular. Me hace superar el horror al vacío zen. No soporto las cosas zen. Me gusta tener estas cosas, poseerlas, que me acompañen. Tiene que ver con el sentido que le doy al arte en general, que es la compañía. En el gabinete que hemos montado en el Macba hay todo tipo de piezas, algunas son de artistas conocidos, pero otras son cuadros que encuentro en la calle o que compro en los Encantes. Puedo intelectualizar los dos tipos de piezas, pero el primer estadio es que me gustan los dos con la misma intensidad.

P. ¿Debe ver absurdo el debate entre la alta y la baja cultura?

R. Lo más importante es el placer. Dejarte seducir por las cosas más allá de su rol social. Quitarle el aura elitista al arte y a la cultura.

P. ¿Tuvo maestros?

R. El primero es Elvis Presley. Antes de pensar que me dedicaría a esto, a los doce años compré y escuché un disco de Elvis, Hound Dog, y para mí aquello era el arte absoluto. Está relacionado con mi idea del papel social y comunicativo que tiene el arte. Me horrorizan los artistas que dicen que lo hacen para ellos mismos. Para mí nunca haría lo que hago. Elvis me comunicó esto.

P. Y ¿con qué filosofía se ha sentido más cercano?

R. Por temperamento, con el existencialismo. La náusea y el vómito era lo que me iba a los 18 años. Responde a mi carácter melancólico.

P. Es un artista respetado, pero hay pocas obras suyas en el mercado o en los museos.

R. El 85% de las piezas de esta exposición son mías. Soy coleccionista forzoso de mis obras. La verdad es que muchas no se conocen, son caras B de singles de culto, de hit parades desconocidos. No soy un personaje evolutivo sino circular y concéntrico. En la exposición se ve. Todo está resumido en la primera sala, después se va desarrollando en un ir y venir caprichoso entre piezas que relatan mis obsesiones constantes.

P. ¿Cómo trabaja?

R. Mi estudio son las barras de los bares, la música que escucho y las historias que leo. El estudio no lo piso casi nunca. Voy observando y acumulando objetos, lecturas y músicas. A partir de aquí tengo ganas de contar mi mundo y lo hago convirtiendo los objetos en souvenirs. Transformo recuerdos en souvenirs.

P. ¿Cómo?

R. Materialmente lleno muchas libretas. Primero intento ser escritor. Cuando tengo la idea transformada en título, en frase, entonces empiezo a construir algo. Veo objetos que me conquistan y los compro. El objeto pasa a formar parte de mi colección de seducciones conquistadas. Pero lo del object trouvé es sólo una parte. Para mí un objeto es como una palabra, si no está acompañado de otro no construye una frase. Puede ser que posea ya otro objeto que acompañe al que me ha desencadenado la idea, pero a veces tengo que buscarlo o construirlo. El proceso de una pieza puede durar años o unos segundos. Le doy vueltas hasta encontrar la forma que me convenza. Cuando sucede voy al estudio y lo hago. Pero no voy al estudio a inspirarme. Mi trabajo es conceptual, no manual. Es literatura.

P. El collage

es omnipresente.

R. Para mí es la máxima expresión de la libertad. Cortar y pegar. No necesito inventar. Eso, inventar, nos llevaría al artista Dios y es algo que detesto como buen ateo. Lo tienes ya todo ahí. El collage es el lenguaje. No entiendo otro arte que no sea collage, porque lo es la vida.

P. Sus obras parecen divertidas, pero al poco a uno se le congela la sonrisa en la boca.

R. Sí. El otro día uno de los montadores de la exposición comentaba que esto no tiene ninguna gracia, que es muy dramático. Y sí. Intento que mi trabajo hable del mundo, que tenga que ver con el mundo. Intento construir el drama, evitar que mi trabajo sea una simple representación. La vida es terrible, no es ningún chiste. Pero se puede contar lo que uno siente viviendo.

P. ¿Tiene que ver con su manera de entender el arte?

R. Estoy aquí por casualidad. No quiero que parezca pretencioso, pero el arte me interesa relativamente. Estamos en un mundo con el que no puedo colaborar. Me siento orgulloso de no haber tenido hijos y de no haber votado nunca. Detesto el mundo. Pero estoy aquí y me lo paso bien. Intento vivir lo mejor que puedo. Por esto es por lo que el arte en sí no me interesa, lo que busco es la compañía que puede hacerte el arte. Es más, yo vivo porque existe el arte. Pero, en fin, no me interesa. Ya sé que es una contradicción, pero así lo siento. Sé dónde estoy, soy un hombre muy desesperado, pero el arte me hace compañía y me permite seguir viviendo.

P. ¿Y el contexto del arte?

R. Me importa un pepino. He intentado que el mundo del arte no me corrompa. Voy a mi aire y si puedo colarme porque hay una fiesta divertida, vale, pero si no es así no voy al party. Nunca he hecho ningún tipo de esfuerzo por estar situado.

P. La consecuencia es que falta en muchas colecciones y el mercado no le ha hecho mucho caso.

R. Es el precio que pago.

P. ¿Su vida es su obra?

R. Nunca he podido separar la actitud ante la vida del artista y su souvenir. Soy antirretiniano. El público tiene que dejarse acompañar por el artista. Por eso es importante conocer la vida del artista que insiste en acompañarte y, en mi caso intento dar pistas sobre la mía.

P. Se ha dicho que su obra tiene un punto kitsch.

R. Nada más lejos. Aunque hay ensayos anteriores, el kitsch es una palabrota que se puso de moda en los años sesenta con el famoso libro de Gillo Dorfles, Kitsch. Antología del mal gusto. Me parece una prepotencia. ¿Cómo decides que es de buen o mal gusto? Es algo que decide el poder para distanciarse de la gente. La cosa más horrible del mundo para mí es la ópera, eso sí que es kitsch, pero el poder y las clases dominantes deciden que esto o aquello es bueno. El kitsch en el arte, en el sentido del diccionario, esto es, la basura, tiene que ver con una actitud, la del artista cuando se cree Dios.

P. Sus piezas son poco complacientes y hasta demoledoras con el mundo. ¿Busca la crítica?

R. No hago piezas para criticar nada. Tengo opiniones como persona, pero nunca las traslado a mis obras. Es verdad que hay un punto irónico y un espíritu crítico respecto a todo, pero no son panfletos. En ningún momento he pretendido hacer una crítica directa de nada, pero sí manifestar, en mis piezas, que me siento incómodo con casi todo.

Carlos Pazos, en el abigarrado gabinete de coleccionista que le han instalado en el Macba.
Carlos Pazos, en el abigarrado gabinete de coleccionista que le han instalado en el Macba.MARCEL.LÍ SÁENZ

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