El género del sexo
Sexo, homosexualidad, género son palabras que no le gustan a la derecha vaticana y opusiana. Son palabras que agitaron la jornada del 30 de mayo a la flamante consejera de Educación, Teresa Jiménez Vílchez. Le trastocaron sus planes y retrasaron su viaje a Granada, la ciudad donde en una estrecha calle del Albaicín aguardan su marido y su hijo.
- ¡Vaya jarro de agua fría que le ha caído, doce días después de ser nombrada consejera!
- De jarro de agua fría, nada.
Teresa Jiménez responde primero con la sonrisa y luego con la palabra. Si hay un rasgo que define la figura de la nueva responsable de Educación, es su sonrisa. Luego explica el alcance de la sentencia del TSJA, que ha conocido horas antes, respecto a la asignatura Educación para la Ciudadanía.
"Jamás me he planteado ser presidenta de la Junta de Andalucía"
"Aún hay reductos de machismo en la política, pero más en la sociedad"
- La asignatura seguirá siendo obligatoria y común en todo el territorio español. La sentencia afecta a dos expresiones, sexo y género...
- ¿Qué le pasa a la derecha con el sexo y el género?
- Que sigue anclada en unas ideas decimonónicas que nada tienen que ver con la realidad social que vive Andalucía.
Para Jiménez, y para la mayoría de los andaluces, "el sexo es una diferencia biológica y el género es algo que se refiere al papel que la sociedad ha asignado a hombres y mujeres, un papel que tiene que romper los estereotipos y basarse en la igualdad".
Igualdad. Responsabilidad. Palabras y conceptos que Jiménez salpica a lo largo de toda la conversación. Son sus banderas y a su servicio está desde que al finalizar sus licenciaturas en Filología Hispánica y en Románica se afilió al PSOE. Nacida en Lanjarón (Granada) hace 44 años, en su casa se siguieron con interés los últimos años del franquismo y de la transición. La familia tenía un negocio de hostelería en el que ella colaboró, "para que funcionase bien y rindiese lo suficiente".
Pero su vocación no iba por ahí, por el cada vez más floreciente turismo que acudía a la ciudad balneario enclavada a las faldas de Sierra Nevada. A Teresa le impactó desde el primer día el trabajo de una de sus profesoras, Antonia Pozo. "Ella despertó en mí esa vocación de servicio que significa poner a disposición de los demás tus conocimientos".
Sin saber exactamente cuándo, adivinó pronto que lo suyo sería la enseñanza. Se licenció, conoció en la Facultad a quien sería su marido, aprobó las oposiciones y llegó el primer destino como profesora de Lengua y Literatura de 1º de BUP en Olula del Río (Almería). Luego, otros colegios, en Granada capital, en Dúrcal. Pero la llamada de la política era tan fuerte o más que la de la educación.
- La educación es mi vocación y la política, mi pasión, resume Jiménez.
Comenzó a enlazar cargos políticos: secretaria general del PSOE en su pueblo, concejala (1991-99), secretaria de Participación de la Mujer en la ejecutiva provincial de Granada, delegada de Educación, directora del Instituto de la Mujer (2000-04), delegada de la Junta en Granada... Hasta que el 18 de abril recibió una llamada de la Casa Rosa. Al otro lado del hilo, el presidente Chaves. Teresa, quiero que seas consejera de Educación.
Un camino imparable. ¿Ha pensado en seguir ascendiendo en el escalafón? Es mujer y la sustitución de Chaves está planteada...
Teresa Jiménez sonríe. Esta vez algo más nerviosa.
- Me gusta trabajar en la política, sí. Pero jamás me he planteado ser presidenta.
Lo mismo que, afirma, no se había planteado ser consejera. "No hago planes. Vivo las etapas conforme se presentan. Eso me ha enseñado la vida y la política".
Ha aprendido mucho, por ejemplo, en la política local: "Ser concejala me enseñó que la forma en que veía las cosas no era la única, que había otras posibles y que todas tenían la misma carga de razón que la mía". Aprendió tolerancia, pluralismo, respeto a las ideas de los demás. Igualdad entre hombres y mujeres.
Está orgullosa de su paso por el Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) en un momento en el que se pasaba de un feminismo naciente a la paridad total. "En el partido y en el Gobierno de la Junta se asumieron los principios de igualdad y paridad. Yo trabajé por un feminismo integrador, que entiende que la igualdad compete a hombres y mujeres".
- Pero aún sigue habiendo machismo en la política, ¿o no?
Teresa Jiménez muestra de nuevo su sonrisa.
- Quedan reductos importantes, pero, sobre todo, en la sociedad.
- Debió sufrir cuando al frente del IAM le llegaba la noticia de la muerte de una mujer por malos tratos...
La sonrisa, esta vez, se queda a medio camino. Apenas esbozada. Reconviene al periodista:
- Si me permite una matización... cada vez que asesinaban a una mujer. Morir es otra cosa. En esos momentos, sentía un mazazo. Pero lejos de refugiarme en el lamento, esa nueva pérdida nos obligaba a trabajar más por las mujeres víctimas de la violencia.
Para evadirse de este drama cotidiano, Jiménez busca refugio en la música, los toros, los largos paseos, los amigos, las exposiciones, la lectura. Y, quién lo diría, en la novela negra.
Es difícil imaginarla disfrazada de Philip Marlowe, el detective de Chandler, con el sombrero calado hasta las cejas, el cigarrillo colgando en la comisura, pateando los bajos fondos de Los Ángeles. Le va más el inspector Kurt Wallander, el introvertido policía sueco de Henning Mankell. Quizá porque, como Wallander, a Jiménez le cuesta abrir su corazón al periodista impertinente. Guarda celosamente su vida privada. "Conservo todavía, y espero seguir manteniéndolos, la timidez y el pudor ante este tipo de entrevistas", dice, eso sí, con la más cordial de sus sonrisas.
Cuando el reportero enfunda sus armas, grabadora y bolígrafo, Teresa Jiménez se relaja y habla con pasión del Albaicín, el barrio granadino donde aguardan su marido y su hijo y a quienes verá con unas horas de retraso por culpa del sexo y el género.
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