Zarrías, dos veces fusilado
En memoria de los 3.500 fusilados en Jaén, mi tierra.
Gaspar Zarrías Moya fue fusilado hace 70 años en la cárcel de Andújar. Su nieto Gaspar Zarrías Arévalo está siendo verbalmente fusilado ahora.
Los tiros vienen de la derecha. Apuntan y disparan sus máximos dirigentes: Mariano Rajoy, Esperanza Aguirre, Javier Arenas, Esteban González Pons; a ellos se suman algunos subalternos: los diputados Rafael Merino, Cayetana Álvarez de Toledo.
Están irritados porque Gaspar Zarrías, el nieto, asistió la pasada semana a un emotivo acto celebrado en la Universidad de Madrid, en apoyo del juez Garzón.
"No debe seguir ni un minuto más" como secretario de Estado de Cooperación Territorial, clamaba Rajoy. Arenas iba más lejos: pidió el cese de Zarrías y de quien lo nombró, Manuel Chaves. Porque "cada vez que hay un acto abiertamente antidemocrático, aparecen Chaves y su hombre de confianza", Zarrías.
González Pons se queja de la "izquierda militante", que "excluye a la derecha de la vida intelectual, institucional y moral". Merino le llama "mitinero pancartero". Cayetana, en fin, le acusa de estar "lleno de los tintes más trasnochados y nostálgicos de una izquierda radical".
Gaspar Zarrías, nieto, contestó a este fuego cruzado con un escueto "asistí en calidad de ciudadano y militante del PSOE en un país libre".
Para quienes conocen la historia de este veterano militante socialista (se afilió a los 17 años), tenía otros muchos motivos para asistir a un acto en el que se defendió el derecho que asiste a los familiares de 114.000 desaparecidos víctimas de la represión franquista a que se les haga justicia. De ellos, entre 22.000 y 33.000 son andaluces.
Una justicia que pretendía ejercer Garzón y que la extrema derecha, los falangistas, los hijos y herederos políticos de aquellos asesinos, con la ayuda inestimable de algunos magistrados, han frustrado.
El 28 de mayo de 1940, en la cárcel de Andújar caía acribillado Gaspar Zarrías Moya. Tenía 50 años, era un sencillo labrador nacido en Mengíbar. Su "delito": ser alcalde elegido democráticamente, durante la II República, de Cazalilla, una aldea a unos 30 kilómetros de Jaén. Gaspar había sido condenado a muerte, en juicio sumarísimo, el 12 de febrero, junto con su hijo Juan Zarrías Jareño.
A Juan le fue conmutada la pena de muerte por cadena perpetua. Se la rebajaron y salió de prisión en 1944. Su "delito": defender al gobierno constitucional. A los 17 años, se había alistado en el ejército republicano como voluntario.
Al salir de prisión, no se acobardó. Organizó a los socialistas de Jaén. Por ello, fue detenido de nuevo y condenado a otros 12 años de cárcel. Cumplió siete, en el penal de Yeserías, de Madrid. Cuando salió, en 1953, se casó con Juanita Arévalo, una joven a la que había conocido durante su encarcelamiento. Juanita iba a visitar a su padre, un dirigente del gremio de panaderos de la UGT, compañero de prisión de Juan. Dos años más tarde, en 1955, nacía Gaspar Zarrías Arévalo.
Hace unos días, al conmemorarse el 79 aniversario de la República, se recordó en Jaén a los 3.500 fusilados por los franquistas en la provincia durante los años de represión que siguieron a la contienda. Los vencedores aplicaron el llamado "didactismo mediante el terror". Sólo en la cárcel de Jaén, fueron ejecutados 1.280 hombres, de los que casi dos terceras partes eran jornaleros y campesinos, como el abuelo Gaspar.
Por ésta y otras muchas razones, Gaspar Zarrías asistió al acto de la Universidad madrileña. Un "espectáculo antidemocrático", para Arenas. Un acto de reafirmación de las libertades constitucionales, para muchos otros. Esas mismas libertades por las que tantos jienenses, tantos andaluces, tantos españoles, fueron fusilados.
Ahora, siguen disparando. Con palabras.
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