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Un pregón más importante que el Nobel

Muerto y resucitado Jesucristo, en Sevilla no hay nada más apropiado que irse a los toros y empezar a pensar en la Feria. La temporada taurina se inicia cada Domingo de Resurrección en el teatro Lope de Vega de la capital andaluza con el tradicional pregón taurino, un acto que este año tuvo especial relieve gracias a la figura del pregonero, el escritor Mario Vargas Llosa.El novelista hispano-peruano dedicó su pregón, preñado de sabrosas anécdotas y de recuerdos de una infancia en la que nació su pasión por la tauromaquia, a la fiesta de los toros, a los toreros y, sobre todo, a Sevilla y a su plaza, la Maestranza.

Vargas Llosa, sabedor de todos los trucos habidos y por haber para poner al público de su lado, comenzó su alocución contando que un amigo suyo, muy aficionado a los toros, le dijo que dar el pregón taurino en Sevilla era "más importante que el Nobel".

En el patio de butacas atendía a las palabras del premio Cervantes un amplio abanico de lo más selecto de la sociedad sevillana, encabezado por su líder, la duquesa de Alba. Alfredo Sánchez Monteseirín, alcalde de Sevilla, presidió el acto acompañado de Esperanza Aguirre, presidenta del Senado, y de Carmen Hermosín, consejera de Gobernación. En el primer piso, frente al alcalde, estaba su predecesora, Soledad Becerril. En un palco lateral, discreto, Jaime de Marichalar.

Vargas Llosa definió el toreo como "ciencia, arte, deporte y ceremonia". El escritor, de 64 años, relató que fue su abuelo paterno, Pedro, quien le inculcó la afición cuando a los nueve años le llevaba de la mano a la plaza de Cochabamba, la ciudad boliviana donde pasó su infancia. Con esa edad decidió que en lugar de ser aviador, sería "el Manolete del Perú". "Pero no pasé de torear mesas, sillas, cabritas y a mis primas Gladys y Nancy", recordó el premio Príncipe de Asturias.

El literato dijo que lo que más le animó a escribir este pregón fue su "ilusión por asociarse íntimamente a esta ciudad", que tanto le recuerda a su ciudad natal, la peruana Arequipa. En su opinión, debía haber muchos sevillanos entre los fundadores y posteriores conquistadores de la ciudad, que le fueron dando una imagen que él tanto recordó la primera vez que vino a Sevilla, en 1959, cuando sólo era un estudiante.

En tantos años de afición que atesora, el autor peruano reconoció que sólo en la Maestranza y sólo a Curro Romero le había visto "torear haciendo el amor a la vez con tanta gente". Así explicó el amor "no matrimonial, casi pecaminoso", que la afición sevillana tiene al torero de Camas.

Vargas Llosa aceptó la existencia de mucha gente que no entiende ni acepta la fiesta de los toros. El escritor dijo que quienes critican el toreo "no comprenden, por lo difícil que es de explicar, que es una fiesta cruel, pero transida por el respeto, el cariño y la admiración hacia el toro bravo, signo de identidad cultural del mundo hispano".

"El toreo es el arte más dificil de explicar porque, como la poesía o la música, no conquista al hombre a través de la razón sino de las emociones", afirmó el novelista. También hubo silencios en el Lope de Vega. Los de la Maestranza, que Vargas Llosa explicó como "forma suprema de comunicación".

"El pueblo sevillano no deja de hablar ni siquiera cuando calla", dijo. Y ahora sólo queda seguir el consejo con el que el pregonero se despidió de su audiencia: "Basta de palabrerías. Algo más primitivo nos llama. La fiesta va a comenzar y ella no espera".

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