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Columna
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Mujer subsahariana

El mar arrojó a Marina a la playa. Tuvo más suerte que su mamá. Marina ha encontrado una madre de acogida. Su mamá, un nicho en el cementerio del pueblo.

Junto a la mamá de Marina yacen otros dos bebés y otras dos mujeres. Cinco cadáveres. Dos, sin identificar. Sobre la breve lápida que cubre el nicho han escrito un escueto Mujer subsahariana.

El reencuentro con La Cala de Mijas, con la arena, el mar, la playa, las vacaciones, todo se ve sacudido una vez más por la tragedia. De nuevo golpea en Motril. Hace dos años, en el pueblo granadino fallecieron 14 subsaharianos. Este año, cinco.

La madre de acogida de Motril bautizó al bebé que le entregaron con el nombre de Marina, "porque llegó del mar". Emociona lo que le contó a Nicolás Castellano, un brillante reportero de la SER que nos estremeció con sus relatos de la tragedia de Haití: "Su mamá amaba tanto a esta niña, que fue capaz de subirse a una patera arriesgando su vida, y la de la niña, para darle una vida mejor".

Tienen un sabor agridulce las vacaciones en La Cala. Junto al calor del espeto sabroso que prepara Pedro en el Merendero Papa O, o la paella de Paco en el Bar Las Mimosas, el sudor de Mohamed, mi viejo amigo marroquí, que recorre la playa cargado con docenas de pareos bajo el tórrido sol del mediodía. Le pregunto por sus cinco hijos, que dejó en Marruecos. No se arriesga, como la mamá de Marina, a cruzar el Estrecho con ellos. Aunque algunos escriban un final feliz.

Abdelaziz Merzougui llegó en patera a Lanzarote hace cuatro años. Le gustaba correr. De hecho, corría (muchas veces descalzo: no tenía zapatos), diez kilómetros cada día para ir a la escuela en Marruecos. Hoy es campeón de España y cuarto del mundo junior de los 3.000 metros obstáculos. El Gobierno le ha concedido la nacionalidad española. Cuando recuerda las 36 horas a bordo de la patera, dice: "Fui un loco; no volvería a hacerlo".

Preocupa la llegada de menores. Por ello, la Junta ha creado un programa de acogida urgente. Este año, 89 chavales han encontrado refugio en un hogar andaluz. El año pasado, 162. Estarán mejor que en los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE), algunos de los cuales, como el de Motril o el de Málaga, han sido denunciados por el Defensor del Pueblo, Enrique Múgica. Son "absolutamente inadecuados para la estancia de menores", dice Múgica.

Corren serios peligros. Estos días comienza el juicio contra cinco agentes del Cuerpo Nacional de Policía que abusaron en 2006 de un grupo de mujeres inmigrantes en el CIE de Málaga. A cambio de un perfume barato o una llamada de teléfono a la lejana familia, los policías obtenían favores sexuales.

Otras muchas mujeres terminarán en los prostíbulos de media España. La policía desmantela de vez en cuando alguna trama. Hace unos días, en la Operación Afrodita desarticulaba la red de Kas Saleh, un saudí-español que controlaba a 350 mujeres. El martes, caía en Cádiz otra banda que transportaba marroquíes en patera a razón de 1.500 euros el viaje y los entregaba a empresarios murcianos para ser explotados. Son responsables, además, de la muerte de 10 inmigrantes en el naufragio de Barbate del pasado año.

La crisis también azota a los inmigrantes africanos. Les resulta casi imposible pagar el peaje de la patera, que a veces alcanza los 6.000 euros. Recurren a medios más baratos. Llegan jóvenes en cualquier cosa que flote: llantas, colchonetas, tablas de surf, hidropedales o barcas de juguete. En la primera quincena de julio, detectaron cuatro en las playas gaditanas. 28 en lo que llevamos de año.

Al sol de La Cala, mientras desfila, como todos los años, un puñado de magrebíes y de negros cargando bolsos, relojes o pareos, medito en las palabras de la madre de acogida de Marina: "¿Qué puedo hacer yo para que las cosas sean mejores?".

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