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Reportaje:Aulas

Maestro Rancapino

El Ayuntamiento de Chiclana (Cádiz) y la Junta introducen el flamenco en Secundaria de la mano de grandes artistas

La soleá es solemne. La alegría es festera. La bulería es dificilísima de cantar y tocar. El fandango es unipersonal. Los alumnos del Instituto Pablo Ruiz Picasso de Chiclana (Cádiz) aprendieron ayer las definiciones básicas de cada palo. Se las cantó Alonso Núñez Rancapino porque, como él mismo dice, para querer esta música hay que escucharla.

El veterano cantaor es el protagonista de la iniciativa Flamenco en la escuela, que impulsan el Ayuntamiento de Chiclana y la Junta para que los más jóvenes conozcan la pureza de este arte.

Rancapino paseó sus más de 60 flamencos años por los pasillos del instituto. Acudió rodeado de los suyos, entre ellos Manuel Piñero, gran experto en esta música, quien ofreció las nociones teóricas. En un salón de actos repleto, supo promocionar bien el espectáculo. "En este colegio hay más de 1.000 estudiantes. Aquí sólo caben unos 100. Podéis consideraros unos privilegiados porque oír a un flamenco a las once de la mañana y brindando con agua no es nada habitual", dijo entre risas. Inmediatamente se puso serio: "Estáis ante un cantaor muy grande y un guitarrista de altura, como es Enrique Escuredo. Lo que vais a ver es arte pero más arte es el de ustedes que es saber escuchar". Y así se ganó al joven público.

Piñero da paso al primer palo. "La soleá es un cante solemne, uno de los cuatro palos básicos, junto a la seguiriya, la toná y el tango". Las lecciones teóricas son breves y sencillas. En seguida, comienza el maestro Rancapino. Explica qué es una soleá como mejor sabe. Cantándola. "Si no te quisiera tanto, yo no te perdonaría". Arranca los primeros oles.

Tras el primer cante, Piñero detalla las claves de la alegría. "Es algo muy de Cádiz. Es festera y alegre. Vámonos maestro". Y el maestro inicia el clásico tirititrán. "¿Quién me va a entender a mí si yo mismo no me entiendo?", interpreta con fuerza. En la segunda fila, a Ana Rosa Torres, estudiante de 3º de ESO, se le mueven los pies al compás. "¡Qué arte", exclama en voz baja mientras las manos no paran de tocar las palmas. Después viene la malagueña. Rancapino la interpreta homenajeando a los grandes del flamenco. "Aurelio, Manuel Vargas, la Perla y Pericón. Beni de Cádiz y Camarón", rememora el cantaor.

El Ayuntamiento de Chiclana hace tres años que lleva el flamenco a las escuelas, una iniciativa a la que este curso se ha sumado la Junta. "Es nuestro arte y es bueno que los jóvenes sepan de primera mano cómo es y que se lo canten grandes nombres", señala el concejal de Educación, Juan Bosco.

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A Rancapino no le convencen esos que dicen que el flamenco está despegado de la juventud. "Lo que les pasa a los chavales es que escuchan mucho pop y rock pero no tienen acceso a nuestra música. Llevarles el arte a las clases es lo mejor que se puede hacer", defiende el artista. En la segunda fila, Ana Rosa Torres, sigue atentamente la actuación. "Me gusta todo tipo de música pero el flamenco también porque es muy de aquí", explica la joven. Ayer aprendió a diferenciar cada palo. También supo que el fandango es "unipersonal", que cada cantaor lo hace suyo. Rancapino lo cantó a su manera: "Para saber de mi suerte le pregunté un día a un sabio/ Como voy a saber de tu suerte si no sé ni de la mía".

Tras las explicaciones, llega el coloquio. "¿Cuántos años llevas cantando?", se interesa una alumna. "Desde que nací", contesta el artista. La actuación matinal de Rancapino tiene un invitado especial. Alonso Núñez hijo, quien, con 17 años, estudiante como su público, se atreve a un histórico dúo con su padre a ritmo de fandango y tango. Se despiden entre aplausos y el más joven cantaor recibe peticiones de fotos realizadas con móviles. Son sus primeras fans.

En el temario no hubo espacio para explicar por qué se produce el pellizco, ni cómo se consigue erizar la piel del público. Porque hay cosas que no se pueden enseñar. Ni siquiera Rancapino, quien ayer, más que nunca, ejerció de maestro del flamenco.

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