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Columna
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Igualdad efectiva

El pasado 25 de enero, el Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía creó un órgano consultivo para coordinar entre todas las administraciones las políticas de igualdad incluidas en el plan estratégico que entró en vigor hace un año. Es cierto que muchas personas pensarán que las estrategias que se deriven de este plan por la igualdad no serán efectivas, pero la realidad es que lo que hace la Administración influye en nuestra manera de ver y estar en la sociedad.

Es también cierto que las estadísticas no son fiables al 100%, pero por lo menos son un freno a la mentira. Y a pesar de que muchas personas puedan pensar que no sirven para nada, la realidad es que dibujan un panorama. Las estadísticas, entre otras cosas, dicen que un 18% más de hombres tienen trabajo, que un 13% gana más dinero que las mujeres y que éstas siguen ocupándose de las labores domésticas en el 80% de los hogares de Andalucía. Estos números expresan la desigualdad como hecho social y actual que hay que cambiar.

Claro que la Administración no va a cambiar los vicios de la cultura machista en la que hemos nacido y con la que nos han educado, pero sin duda contribuye a que se consiga. No es lo mismo escuchar a los políticos decir que hombres y mujeres son iguales y que la Administración trabaja por mejorar las condiciones de vida de la ciudadanía que no escucharlos ni mencionar que existe este problema.

Aunque en los tiempos que corren es casi imposible no pensar que las administraciones públicas no hacen ni pueden hacer nada, dada la desconfianza que han ocasionado en algunas cuestiones, o que las mujeres ya son iguales porque ya lo dice la ley y no se necesita ningún órgano consultivo, es obvio que no es así y que el trabajo público repercute en nuestras vidas. Basta recordar que del Fuero del Trabajo de 1947 se podían extraer ciertos consejos que se que se incrustaron en la forma de pensar de la sociedad. Se orientaba a las mujeres para que se quedaran en sus casas y no trabajaran en artes lucrativas, y para que protegieran su pudor, esto es, que no buscaran protagonismo en el espacio público laboral. También se decía que si se dedicaban a las artes lucrativas, no habría trabajo para el hombre y crecería el paro. Si nuestras leyes aún fueran así, sería más difícil desligarnos de la cultura del machismo y aprender a ver las relaciones entre ambos géneros con naturalidad.

Queda aún camino por recorrer, pero hemos progresado en materia de igualdad. Hoy por hoy, existen algunos colectivos que reivindican la vuelta de la mujer al hogar, a volver a asumir su papel tradicional porque así la economía del país y del amor es más rentable. También hay muchas personas que todavía piensan que, cuando un nuevo segmento de población accede al mercado de trabajo, aumenta el paro, esto es: si más personas pueden trabajar, más paro. Esperpéntico por cuanto trata de vestir de racionalidad algo tan absurdo como vincular el paro al aumento de los trabajadores. Y erróneo por cuanto no comprende que el trabajo son los trabajadores/as y no el sexo. Son razonamientos de antes, pero también de ahora con distintas palabras.

De ahí que aquellas orientaciones que calaron en la sociedad de los años cuarenta y siguientes vuelven, en cierta forma, a aparecer ahora. Por esta razón son importantes las políticas públicas basadas en estudios científicos, mesas de trabajo democráticas y en los derechos constitucionales de las personas; para cambiar la realidad que reflejan los datos estadísticos y la forma de pensar de algunos sectores políticos. No cabe ya más que se siga diferenciando entre hombre y mujer en el ámbito laboral y tantos otros. Esta es la importancia de este órgano consultivo que mantiene vigente un problema real y que tiene voluntad de acabar con un actuar machista en una sociedad que se declara igual.

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