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Columna
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Esperando a Godot

Cuando no hay caminos todo se convierte en espera. Cuando no hay proyectos de futuro los seres humanos sólo anhelamos que los tiempos amainen, que la tormenta pase, que algún fenómeno inesperado nos devuelva a la rutina conocida.

"No puedo seguir así", dice un personaje de la obra de Samuel Beckett para mostrar la desolación del personaje. "A menos que venga Godot", le responde su compañero. "Entonces nos habremos salvado", concluye.

La situación de Andalucía en medio de la crisis económica es similar a los personajes de esta tragicomedia del absurdo. En esta encrucijada de los tiempos presentes -urdida por las manos que más vociferan en demanda de soluciones urgentes- todavía no hemos sido capaces de levantar la mirada y dirigirla al futuro. En la mayor parte de los discursos políticos hay más añoranza del pasado que proyectos para el futuro. Pero ¿de verdad los tiempos recientes del crecimiento económico son el lugar ideal para regresar?

En los últimos 15 años un 40% de los jóvenes andaluces ha abandonado el sistema educativo. Inmediatamente el discurso simplista, reductor, habla de fracaso escolar en las aulas, cuando la fuga juvenil no provenía sólo del aburrimiento escolar, sino de la tentación de un sistema económico que demandaba miles de trabajadores no cualificados para quemarlos en la pira de un desarrollismo sin esperanzas. Los que ahora nos hablan de la "cultura del esfuerzo" levantaron un modelo social que medía el éxito por la capacidad de consumo y -especialmente entre las clases más vulnerables-, desdeñaba el conocimiento, la preparación, la ciencia y la cultura. Hasta tal punto el acceso rápido al consumo hizo furor en nuestros jóvenes que, incluso aquellos que continuaban sus estudios, tenían una cierta sensación de fracaso ante el éxito aparente de sus compañeros. Y hablo en masculino porque este fenómeno ha azotado preferentemente a los chicos de las clases más modestas. Hoy en día muchos de ellos vuelven la mirada a los centros educativos, demandan continuar los estudios de bachiller o en la formación profesional de grado medio. Han hecho una revisión del modelo que muchos políticos todavía no han comprendido. Otros jóvenes, sin embargo, matan el tiempo con la desesperanza de su último juguete roto. El desarrollismo sin límites de esos años dorados ha dejado como herencia una generación perdida de talentos y promesas. ¿De verdad queremos volver a esos tiempos?

En los últimos 15 años el cemento y el hormigón han ocupado el 60% del litoral de Andalucía. En lugares como la Costa del Sol, las urbanizaciones han llegado a alcanzar el 80% del espacio disponible. De haberse llevado a término los proyectos programados, en diez años no existiría prácticamente un palmo de costa sin construir, a excepción de los espacios protegidos. El furor de la construcción no impidió que el precio de la vivienda en Andalucía aumentara un 80% en los ocho años de desarrollismo feroz. Sin embargo trajo de su mano la corrupción, la compraventa de corporaciones locales y la aniquilación de la conciencia ciudadana a través de hacernos cómplices de un infantil juego de casino según el cual nuestra única propiedad se revalorizaba diariamente en una timba imaginaria. ¿De verdad queremos volver a esa destrucción a toda costa?

Las construcciones económicas aparentemente exitosas tienen terribles efectos sociales y, en nuestro caso, han destruido valores, formas de vida y de convivencia. Va a ser difícil afrontar los nuevos tiempos sin analizar críticamente la economía, la política y la sociedad de los años recientes y sin una decisión clara de cambio. Por el contrario, si nuestra aspiración es volver al pasado, sólo queda esperar a Godot, el falso salvador o instalarnos en la nada absoluta.

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