Un palacio de protección oficial
El Edificio 111, en Terrassa, destaca por su inspiración florentina y disolver la frontera entre lo público y lo privado
En la distancia, este enorme edificio de viviendas de protección oficial parece un palacio del siglo XXI. Su fachada de hormigón gris moldeado en bandas horizontales recuerda al almohadillado utilizado en edificios florentinos del Renacimiento como los palacios Pitti o Strozzi. Y no solo lo parece. Sus arquitectos, Ricardo Flores y Eva Prats, midieron in situ estos enormes sillares, sus curvaturas y sus salientes, para reproducir sus características y acabar dando forma a la fachada.
El aire palaciego sigue presente en la enorme puerta que da acceso al interior de la manzana y a la plaza por donde pasarán los vecinos camino de su vivienda. Allí se ha instalado una zona de juegos infantiles, bancos, una fuente y árboles con la intención de que el verde de los pinos del exterior se prolongue en el interior. "La plaza es el punto neurálgico del edificio ya que funciona como una habitación a cielo abierto. Dadas las dimensiones reducidas de las viviendas, se ha creado como una extensión de las casas con la intención de prolongarlas y disolver y hacer gradual la frontera entre lo público y lo privado", aseguran Flores y Prats. Para conseguirlo han hecho que las zonas principales de las 111 viviendas (de ahí el nombre del edificio), se vuelquen literalmente sobre la plaza por medio de terrazas y balcones que, a modo de palco -algunos parecen auténticos trampolines proyectados sobre el vacío-, permiten observar e interactuar con el espacio común, con el resto de vecinos y aumentar la colaboración entre ellos.
El hormigón ondulado recuerda al almohadillado del Renacimiento
Los balcones, como si fueran palcos, permiten observar el espacio común
"El edificio tiene también algo de palacio napolitano: una gran estructura que acaba subdivida en múltiples viviendas que coinciden en un patio central y donde no se sabe dónde comienza y dónde termina cada una de ellas", explica Flores.
El interior de las viviendas, casi todas de forma y tamaño diferente y con una media de 68 metros cuadrados, se organizan entorno a un mueble de líneas quebradas que aglutina las principales tareas del hogar y todos los electrodomésticos. "Es un espacio abierto pensado para que las tareas se realicen a la vista de todos y así facilitar el reparto equitativo de las mismas", explica la arquitecta. Sólo el baño y la habitación principal son estancias cerradas, el resto es un sólo habitáculo pensado para que cada uno de los propietarios lo adecue a sus necesidades.
El edificio cuenta con 111 plazas de aparcamiento, todas con luz natural, y cuatro viviendas a pie de calle que pueden funcionar como comercio o taller.
Este singular edificio es uno de seis que encargó el urbanista Manuel de Solà-Morales para organizar un nuevo barrio al este de Terrassa, con la intención de actuar de límite y proteger la zona natural de esta zona de la ciudad. Solà-Morales invitó a los arquitectos Pep Llinás, Ignacio de Lecea, Enric Soria, Xavier Monteys, además de Flores y Prats, a diseñar un bloque de viviendas sociales junto a los que él mismo ha creado.
El proceso de creación y de reflexión de este proyecto, ya realidad, de Flores y Prats protagoniza la exposición 111 Miradas Cruzadas. La dimensión social de la vivienda que organiza el Colegio de Arquitectos de Cataluña hasta el 12 de mayo. Entre planos y enormes fotografías de la fachada, la plaza comunitaria y las viviendas, destacan, a escala 1:1, el mueble que da forma a la cocina y uno de los moldes de poliestireno creado para modular el hormigón y que, sin duda, caracteriza a este nuevo edificio.
Mientras, en Terrassa, ya han comenzado las visitas a las viviendas de los posibles propietarios e inquilinos que podrán disfrutar de este palacio contemporáneo a precios asequibles: 400 euros aproximadamente de alquiler con derecho a compra. Los arquitectos han podido comprobar que su obra no pasa indiferente y que lo mismo entusiasma como crea indiferencia. Hace unos días, cuenta Prats, se acercó un hombre de etnia gitana interesado. "No sé si es un hospital, un hotel o un restaurante de tres estrellas", dijo. Tras explicar la arquitecta la filosofía social que encerraban los muros de hormigón dijo complacido: "Felicite a su socio, es una gran obra".
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