El casete rebobina otra vez
El sonido sucio del viejo formato y su encanto analógico levantan pasiones entre cada vez más músicos
"Desde hace algo menos de un año he dejado de ser el tipo raro que edita casetes". Carlos Villena, músico experimental, diseñador gráfico y alma del sello Mantricum, ha sido siempre un apasionado de este formato que en 2009 tocó fondo. Del millón de cintas que aún se vendieron en EE UU en 2006 se pasó a poco más de 34.000 el pasado año, según datos de Soundscan, el sistema de Nielsen que contabiliza las ventas de la industria del disco desde 1991. Pero, aunque las cifras no lo reflejaran -y habría que poner en cuarentena el hecho de que nunca lleguen a hacerlo-, el casete empezaba a luchar por convertirse en otro formato que volvía del cementerio analógico para abrirse un nicho en la era digital.
Thurston Moore, de Sonic Youth, declaraba su pasión por estas cintas, mientras algunas bandas del circuito underground empezaban a utilizar con cierta naturalidad este formato para editar sus primeras referencias. Otras ya consolidadas (Deerhunter, Dirty Projectors, Oneida...) flirteaban con las ediciones limitadas en cinta de casete. Pronto veremos el lanzamiento de unas zapatillas diseñadas por la banda Animal Collective que vienen con una cinta de casete de regalo.
Una teoría sobre este incipiente interés por el casete nos llevaría hasta este eterno revival de los ochenta que vivimos. Durante aquella década, el casete sirvió para hacer todo lo que llevamos haciendo con diferentes formatos y de manera legal e ilegal desde hace años. Otra teoría, algo más retorcida, apunta al interés que se siente hoy entre la modernidad del primer mundo por las músicas de la tradición del tercero, donde muchas de estas referencias solo pueden encontrarse en casete. La tercera sería la del esnobismo, inherente a la cultura del nicho y que debe estar provocando más de un dolor de cabeza entre los nuevos diletantes del vinilo. La cuarta apela a motivos tan prosaicos como los económicos. "Creo que podría ser un poco de todo. Si a la decadencia del CD, debido al uso abusivo del MP3 y la tecnología, le sumamos la pasión por lo retro y lo analógico, resulta mucho más asequible e interesante comprar un casete que un vinilo o un CD. La cinta siempre ha sido el formato más económico, y así lo seguirá siendo. Eso sí, a pesar de su belleza, no deja de ser el formato más incómodo a la hora de cambiar de pista", comenta Villena, quien compra las cintas en Reino Unido y lanza ediciones de entre 16 y 500 copias.
"Las cintas de casete son bonitas y poseen un sonido sucio muy propio. Es el formato de mi adolescencia. Esas cintas de Barricada, Public Enemy, Nofx...". Esteban Barazábal es el joven detrás del proyecto Nosotros Los Rusos, un sello que, inspirado en otros como Ozono Kids o Afeite al Perro, el pasado año editaba su primera referencia en casete, una colección de rarezas del grupo Kokoshka. "Hay gente que me ha dicho que no tiene reproductor de casetes y que no pueden escuchar las cintas. Las tienen en una estantería de adorno. No es la idea, pero bueno...", comenta. "Ahora mismo es muy complicado hacerse con un buen reproductor de casetes", recuerda Villena.
"Esto no puede crecer mucho más, porque los grandes sellos no van a vender cintas de casete. No les interesa nada que deba ser de edición limitada". Desde Burger Records, una discográfica y tienda de discos con sede en Fullerton (California), disocian el revival de la cinta de casete del recientemente vivido por el vinilo, formato que en 2009 alcanzó su más alta cifra de ventas en EE UU (2,5 millones) en los últimos 20 años. Es harto improbable que el casete traspase lo artesanal para adentrarse de nuevo en lo industrial, del mismo modo que el vinilo salió de eBay y las tiendas especializadas para entrar en la Fnac.
Burger Records es una de las más de 100 disqueras que actualmente editan en este formato en EE UU. Bandas independientes como Balck Lips o Harlem lanzaron su primera referencia en casete a través de su sello. Además, recientemente la compañía ha lanzado la primera casete con fines benéficos con sorprendentes resultados. "La banda Nobunny decidió que quería donar parte de los beneficios de su casete a alguna ONG que trabajara con niños. Adoptamos a Katenge, un chaval africano que, en su perfil, decía que le gustaba la música. Con dos semanas de ventas de la cinta logramos aumentar los ingresos de su familia en un 50%".
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