En busca de las supermodelos del siglo XXI
Los 'cazabellezas' rastrean por las calles la nueva generación de maniquíes
Sarah Leon tiene un problema. Lo confiesa a través de la línea telefónica y entre risas casi histéricas. "¡Soy famosa!", exclama con la sobreexcitación que articula el discurso de la cazamodelos más popular del planeta. Leon trabaja para la agencia de modelos Select buscando caras nuevas, carnes duras y huesos blandos para la oficina en Londres de una de las agencias de modelos más importantes del planeta. A su cuidado tiene a Daisy Lowe, a Chloe Hayward o a Alice Dellal.
Pero hoy Leon es conocida por ser jurado de la versión inglesa y nigeriana del concurso televisivo Make me a supermodel (Conviérteme en supermodelo), y su trabajo se ha complicado bastante. "Las chicas me reconocen. Notas que te han visto entrar en la tienda o donde sea que hayas ido y ves cómo se arreglan el pelo, como accidentalmente aparecen andando a tu lado. Es complicado entrar en el TopShop de Oxford Street porque la mitad de las dependientas empiezan a maquillarse o a mirarse en el espejo en vez de atender sus obligaciones. Creo que a más de una la han debido echar por mi culpa", comenta entre otro torrente de risas esta cazatalentos que una vez fue modelo.
"La importancia del 'ojo' está aumentando", dice Sarah Leon
"Cada vez bajamos más la edad", explica Alice Correy Reid, de Models One
"No era muy buena, la verdad. En aquella época era una hippie que se presentó a su primera sesión de fotos sin depilar", recuerda la ex modelo que fue descubierta por el fotógrafo Glen Luchford a los 24 años. Su carrera como maniquí fue breve y no excesivamente memorable, en comparación con su actual estatus. Es, tras la mítica Fiona Ellis, de las agencia Independent, la cazamodelos más famosa del planeta, algo que tiene tan poco sentido como ser, por ejemplo, el agente secreto de la CIA más popular. "Han pasado quince años desde que Glen me vio en Covent Garden y, claro, mi vida no tiene nada que ver con lo que había pensado, o planeado. Ésa es la gran diferencia con las chicas que encuentras hoy por la calle. Lo saben, o lo creen saber todo. A los 24 años hoy se retiran y a casi ninguna la descubre un fotógrafo. Este mundo se ha vuelto muy complicado y por eso es cada vez más importante poseer lo que llamamos en el negocio el ojo".
El ojo, pues. Es lo que hizo que Sarah Doukas, la propietaria de la agencia Storm, se fijara en Kate Moss en el aeropuerto JFK de Nueva York, que alguien decidiera que Karen Elson, motivo de mofa en la escuela por sus amplias caderas, podía hacer carrera en este negocio, que dedos de bruja, el apodo de Erin O'Connor en el colegio, pudiera un día llegar a ganar posando durante una mañana lo que los demás tardan un año, o que una empleada de la limpieza lituana que dormía en un vagón del metro de Londres llamada Ilona Kuodene fuera despertada por una tal Sarah Leon y convertida en menos de dos años en la imagen de los perfumes de Cacharel y Dolce & Gabbana.
"Parece un tópico y a las modelos siempre les queda muy bien recordar que cuando eran adolescentes los chicos se reían de ellas, metiéndose con algunos de los atributos que hoy hacen que ganen millones", comenta Alice Correy Reid, de la agencia Models One. "Pero lo cierto es que seguimos buscando chicas que no crean que pueden ser modelos. La chica de 18 años que piense que puede triunfar en este negocio por tener un book se equivoca. Habrá hecho un reportaje de moda para una revista gratuita por 50 euros, pero casi ha fracasado. Es muy poco probable que le ofrezcan 4.000 euros por una campaña, por pequeña que sea. Cada vez debemos bajar más la edad de las chicas y tratar de prever cómo van a desarrollarse".
Reid tiene serias dudas sobre la utilidad de programas como Supermodelo y cree que el mercado ya está saturado de cazabellezas y que las bellezas, a su vez, ya están saturadas de información sobre su condición de aspirantes. "Esto ya es una carrera universal. Antes las modelos estaban en los países donde estaba la moda y procedían todas de alta cuna. Hoy, salvo casos de hijas de famosos, como Pixie Geldof, por ejemplo, las modelos provienen de cualquier estrato social y de cualquier país. Esto complica mucho el trabajo".
Leon coincide en la dificultad de esta labor, aunque no cree que el hecho de televisar el proceso de selección y convertirlo en un espectáculo sea lo que haya hecho todo esto más complicado para los profesionales. "La gran desgracia ha sido la muerte de la Polaroid, que era el instrumento que utilizábamos para retratar a las niñas que nos gustaban", comenta otra vez entre risas esa mujer que jamás debió hacerse famosa.
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